Mujeres (divinas) científicas

Campus Milenio
28 de febrero de 2008
Carlos Pallán Figueroa*
capafi2@hotmail.com

El año pasado se publicó el volumen V de la serie Ciencia y tecnología en México en el siglo XX. Biografías de personajes ilustres. La publicación fue hecha, al alimón, por la Academia Mexicana de Ciencias, el Consejo Consultivo de Ciencias de la Presidencia de la República y el Conacyt. El volumen V, como se destaca en la portadilla, “está dedicado a mujeres forjadoras de la ciencia y la tecnología mexicanas”.

Antes de revisar, aunque sea a vuelo de pájaro, el contenido de este quinto volumen, resulta conveniente decir unas palabras sobre la colección. Ésta se inició en el año 2000 con los mismos editores de ahora, más la SEP. En la introducción del primer volumen, el entonces presidente de la Academia Mexicana de Ciencias afirmaba que “la tenacidad de varias generaciones de científicos y humanistas ha permitido la formación de un sector científico e intelectual sólido, de alta calidad, aunque todavía reducido y al cual debe fortalecerse de manera comprometida”.

En los siguientes cinco años aparecieron los cuatro volúmenes, integrados por 69 biografías de personajes ilustres, todos ellos varones. Sí, leyó usted bien: ¡69 hombres!

De ahí la justicia que el quinto volumen hace ahora al género femenino. En la introducción del mismo nada se dice sobre la omisión en que se había incurrido hasta entonces, destacándose empero que “todas las mujeres que integran este quinto volumen fueron emprendedoras y valientes, que por los tiempos que les tocó vivir, enfrentaron con inteligencia y tesón la mucho más aguda discriminación e inequidad de género que imperaba en cada una de las épocas a las que ellas pertenecieron. Mujeres pioneras que son digno ejemplo de constancia, perseverancia y pasión por el conocimiento”.

El quinto volumen consigna 14 biografías. Cinco se refieren a mujeres que se desempeñaron en el campo de las ciencias: Helia Bravo Hollis (bióloga), María Elena Caso (bióloga), Luz María Castillo (biotecnóloga), María Victoria de la Cruz (ciencias médicas), Graciela Sali Crup (matemática). Entre las aportaciones de este grupo se cuentan la organización del Herbario Nacional, la fundación del Instituto de Biología de la Universidad Nacional, estudios sobre fauna acuática, la fundación del Laboratorio de Biofísica Molecular en el IPN, la fundación del Departamento de Embriología en el Instituto Nacional de Cardiología.

Tres biografías se refieren al campo de la antropología y arqueología: Barbro Dhalgrem (etnología), Johanna Faulhaber (antropología), Florencia Müller (arqueóloga). De ese grupo se destacan los trabajos realizados con Franz Boaz y Malinowski, la fundación del Colegio de Geografía en la UNAM, los primeros estudios de antropología física realizados en el país. Y los importantes trabajos emprendidos sobre Teotihuacan, así como el estudio profundo y riguroso de la cerámica de tal lugar.

Otras tres biografías corresponden a historiadoras. Ahí se incluye a Beatriz de la Fuente, Berta Ulloa y María del Carmen Velásquez. De ellas pueden distinguirse sus aportaciones sobre historia del arte en el periodo precolombino, especialmente la parte muralística, el rescate y clasificación de archivos sobre México emprendidos en varios países así como en México, libros fundamentales sobre la Revolución Mexicana, además de distintos estudios sobre la Nueva España.

En el libro se incluyen también las biografías de Graciela Hierro, filósofa, autora de varios e importantes libros sobre ética y la primera en reivindicar el estudio de género como parte de la filosofía; Elsa Cecilia Frost, notable traductora de filósofos clásicos, gran promotora del trabajo editorial y con una obra propia en literatura y filosofía, de la cual se destaca en ese último ámbito su libro sobre las categorías de la cultura mexicana, obra previa al clásico de Octavio Paz (El laberinto de la soledad).

Biografía especial es la de Celia Nuttall, quien, procedente de Estados Unidos y Europa, emprende importantes descubrimientos en Teotihuacan desde 1884; trabaja para el Museo Nacional de la época porfirista; elabora la primera monografía para el museo Peabody, de la Universidad de Harvard, sobre el penacho de Moctezuma situado en Viena; identifica y rescata varios códices ubicados en Europa y emprende trabajos muy originales de arqueología en el territorio nacional.

Conclusión: la obra en su conjunto sirvió para dar a conocer 83 biografías. Cada tomo tuvo un tiraje de mil ejemplares. Nuevas y más económicas ediciones podrían servir para impulsar la formación de nuevas vocaciones científicas dentro de los bachilleratos del país.

*Ex secretario general ejecutivo de la ANUIES y consultor independiente.

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