El Porvenir
Opinión
23 de septiembre de 2005
El porcentaje de mujeres dedicadas a la ciencia en México es aún incipiente, pues a pesar de que en los últimos 20 años su participación se multiplicó en casi 11 veces, su inclusión en plazas de trabajo, becas de posgrado o membresías del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) órgano encargado de medir la investigación en México, existen 10 mil 900 científicos, de los cuales 30 por ciento son mujeres, esto es, tres mil 299 investigadoras, incluyendo el área de Ciencias Sociales y Humanidades.
Tal situación se agudiza en carreras de las áreas de Ciencias Exactas, como física, matemáticas e ingeniería, donde el porcentaje de participación de la población femenina se reduce a un 10 ó 15 por ciento, según información del Centro de Investigación Avanzada (Cinvestav), la Academia Mexicana de las Ciencias (AMC) y el propio SNI.
Este déficit puede explicarse a través del análisis de las diferencias socioculturales, que se refieren a las expectativas y al trato que la sociedad les da a hombres y a las mujeres, pues recordemos que el acceso a la educación universitaria le fue negado al género femenino durante siglos.
Asimismo, ese escaso número se debe, por una parte, a la persistencia del denominado ¡techo de cristal!, que alude a la invisible imposibilidad de las mujeres a ser reconocidas y obtener respeto en el ámbito científico y llegar a ocupar puestos principales en la toma de decisiones y por otra, del ¡suelo pegajoso!, que se refiere a los mecanismos socioculturales que impiden su avance, como puede ser la mayor valoración que la cultura le adjudica a la responsabilidad de las mujeres en la reproducción y el cuidado de la familia, por encima de los intereses académicos, profesionales y productivos.
Igual de interesante es observar que otras diferencias como las biológicas, relacionadas con los sistemas bioquímicos o las neurológicas, que describen habilidades cerebrales diferentes, han sido empleadas incluso para atribuir a las mujeres una menor capacidad o habilidad para desempeñarse con éxito en el ámbito científico. Sin embargo, nada de lo anterior ha impedido que las investigadoras y científicas mexicanas destaquen por su talento y capacidad.
El libro Mujeres Científicas, publicado este mes por el Instituto Estatal de las Mujeres, permite conocer la trayectoria de 86 brillantes investigadoras del más alto nivel, que aportan su esfuerzo y sus conocimientos al desarrollo académico, científico y tecnológico en el estado de Nuevo León.
Es un libro rico, diferente en cuanto a que no pretende ser una obra de divulgación científica estrictamente, sino poner al alcance del público lector las historias de vida de mujeres apasionadas con el conocimiento y la búsqueda de nuevos horizontes.
Son 86 mujeres del nuevo milenio, para quienes tan importante es un caldo de cultivo que les permita comprender mejor las propiedades de una bacteria, que un caldo de res compartido en familia; tienen los ojos puestos en las estrellas pero ahora para conocer su estructura y los pies en la tierra para saber su capacidad de producción de alimentos. Desmitifican el tan famoso ¡sexto sentido! atribuido a la intuición femenina, que no es otra cosa que una poderosa capacidad de observación y son agudas analistas de los fenómenos físicos, químicos, biológicos y sociales.
El país requiere más mujeres como ellas, poseedoras de una profunda vocación transformadora que hay que valorar y estimular no solamente con premios al saber, sino con reales oportunidades de desarrollo a través de recursos para sus investigaciones, mejores oportunidades profesionales y laborales y con el reconocimiento social a sus aportaciones en todos los ámbitos.
*Periodista. Coordinadora de Enlaces del Instituto Estatal de las Mujeres.