La Crónica de Hoy
7 de mayo de 2012
Isaac Torres Cruz
Academia
Romana Falcón Vega investiga la historia los movimientos y resistencias sociales en México en los siglos XIX y XX desde la perspectiva de «los de abajo», a partir de los anhelos de los obreros explotados, los indígenas desprotegidos y los campesinos ignorados, pero también de todos sus silencios.
La académica de El Colegio de México busca hacer historia social y escribir la historia vista desde la gente de debajo de la pirámide, lo que es un reto para los historiadores, puesto que, relata en entrevista, la mayor parte de los campesinos, indígenas, obreros o artesanos no dejan por escrito su testimonio, ni sus vivencias y experiencias, anhelos. Es recrearla sin oficialismos y otras fuentes formales que suscriben nuestro pasado.
Licenciada en Sociología por la UNAM, maestra en Ciencia Política por El Colegio de México y doctora en Ciencia Política, por la Universidad de Oxford, Inglaterra, la investigadora ha trabajado en el Centro de Estudios Históricos de El Colegio de México como docente-investigadora desde 1978 y sus líneas de investigación giran en torno a la historia social y del poder, relaciones exteriores de México, la negociación del dominio, los movimientos y resistencias sociales en México en los siglos XIX y XX.
Su formación en la década de los setentas y con la influencia de la obra del historiador Luis González y González, Pueblo en vilo, se interesó por la “microhistoria” que ya se documentaba e investigaba en el país. “Se trata de bajar lo más que se pudiera para contar la historia de la gente común. Se podía hacer historia sobre organizaciones sociales, pero además había otra historia no formal que contaba, por ejemplo, las relaciones de cacicazgo y el clientelismo entre campesinos y líderes de la Revolución”.
Esta microhistoria llevó a la actual tesorera del Consejo Directivo de la Academia Mexicana de Ciencias e preguntarse por qué los campesinos se jugaron la vida al lado de Francisco Villa, Emiliano Zapata o Saturnino Cedillo, “qué esperaban, cuáles eran sus anhelos y sus historias fallidas”.
Obras inconclusas, pérdida de tierras y otras pequeñas historias fueron el resultado, halladas más allá de los documentos, en sus hechos.
Y encontrar enunciados como “En la noche mueblan las mojoneras entre los pueblos y las haciendas”, brindan por sí mismas más información que documentos formales, dice. “Si le doy la dimensión a los hechos hay una afirmación de que querían recuperar las tierras. Es leer la historia de lo que querían hacer, vista en los hechos más que en los documentos”.
Pero también se trata de una investigación detectivesca donde busca leer los silencios: más que buscar en sus palabras lo que hicieron campesinos, artesanos e indígenas, se trata de buscar lo que no hicieron, acota.
CULTURA DEL VASALLAJE. Para la académica, la historia es útil para entender dónde estamos porque si un país no sabe de dónde viene, le es más difícil entender su presente y ver hacia futuro. Más que un cliché, la investigadora enfatiza que la historia es uno de los componentes importantes para explicar nuestra realidad.
El ejemplo más palpable que podemos recordar en este momento de elecciones y campañas es la cultura política de los grupos populares mexicanos. “Se ha dicho que los mexicanos aguantamos mucho y soportamos muchas presiones y no hacemos lo conducente para enfrentarlas formalmente. Esto tiene que ver con una historia antigua donde los mexicanos sufrieron una colonización no sólo de los españoles, sino también de los grupos de del centro del altiplano central que tenían el control.
“La conquista política fue traumática porque los dioses les fallaron a los pueblos prehispánicos y estos otros dioses los conquistaron”. Ahora bien, una forma de defenderse de este “trauma”, añade, fue a través de estas resistencias de no enfrentar las cosas de frente.
“Es así como esta cultura que nos lleva a no enfrentar a los políticos de frente o no castigar a los partidos políticos que no cumplen, es una cultura política que viene de mucho tiempo antes y se explica de condiciones muy difíciles del pueblo mexicano que encontró en esto una forma de sobrevivir”.
Pero esta cultura política de engaño, o de corrupción, nos ha impedido castigar en términos modernos a los políticos o partidos que han incumplido lo ofrecido en campaña, por ejemplo.
Como socióloga y politóloga la investigadora creía que las cosas se podían transformar de manera rápida, pero como historiadora se da dado cuenta que no es así. “Desgraciadamente las culturas políticas del poder y trascender la relación entre súbditos y quienes los dominan es muy tardada en México y el mundo, es difícil dejar de ser súbditos y volverse ciudadanos”.
Para la experta ese tipo de relación es posible cambiarla en las clases medias y altas, pero no así para un campesino de la sierra de Guerrero o en situaciones donde es más fácil traficar con la pobreza de la gente.
“Es más complicado en los grupos populares mexicanos por su historia, por su indefensión y pobreza, se conviertan en ciudadanos, sienten que deben corresponder el clientelismo de los partidos. Es una tristeza que sea difícil cambiar eso”.
Cambiarlo toma mucho tiempo y mientras más sutil e inconsciente sea esta relación más profunda permanece. “Lleva mucho tiempo salir del vasallaje, si es que se logra salir del todo”.
El camino: mucha educación y un desarrollo económico incluyente, donde haya oportunidades que no dependan de de las relaciones con líderes o sindicatos, por ejemplo. Abrir opciones cambiará esa actitud de vasallaje”.