Investigadores en peligro de extinción

El Universal
11 de abril de 2007
Julián Sánchez

La planta de cientí­ficos mexicanos envejece porque se niegan a dejar plazas ante la falta de una pensión decorosa. Además, los jóvenes no ven en esta área una actividad exitosa

El sector de investigadores en México enfrenta actualmente una realidad: el envejecimiento de su planta de especialistas, cuyo promedio de edad es de 53 años.

Octavio Paredes, ex presidente de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC), subraya que es preocupante el referido fenómeno, pues la mayorí­a oscila entre los 60 y 70 años edad.

En el paí­s existen 34 mil 500 investigadores, según cifras del Sistema Integrado de Información sobre Investigación Cientí­fica y Tecnológica (SIICyT). De éstos, 13 mil 500 forman parte del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), el cual agrupa a especialistas de gran trayectoria y experiencia en las diversas áreas de educación superior o centros de investigación del paí­s.

René Drucker Colí­n, titular de la Coordinación de la Investigación Cientí­fica de la UNAM, y Octavio Paredes coinciden en que el envejecimiento de la planta de los cientí­ficos se debe en gran parte a que no existe una jubilación decorosa.

Esto, indican, deriva en que los involucrados en este sector se resistan a retirarse, y también en la nula apertura de plazas para jóvenes, lo cual genera una fuga de cerebros y que algunos prefieran otra actividad.

Para Drucker Colí­n, «los investigadores son una especie en peligro de extinción».

Señala que ese sector interesa cada vez menos a los jóvenes, quienes no ven en éste una actividad exitosa, porque actualmente se carece de una polí­tica federal y no se toma en cuenta el trabajo multidisciplinario de investigadores.

Fuga y repatriación

Mauricio Terrones, de 37 años de edad, es un joven que al no encontrar alguna oportunidad de desarrollo en el mundo cientí­fico del paí­s se fue a Inglaterra, donde hizo su doctorado en Londres y su posdoctorado en Cambridge y se desarrolló como cientí­fico especializado en Fí­sica de Materiales. Se dedica a la nanotecnologí­a, rama que estudia la miniaturización y manipulación de átomos.

Recuerda que fue repatriado a través del programa de Conacyt en la materia -que, dice, ya no funciona-, y en su caso no tuvo dificultades para regresar e incorporarse de inmediato a la UNAM; desde 2000 dirige el Departamento de Materiales Avanzados del Instituto Potosino de Investigación Cientí­fica y Tecnológica (IPICyT).

Hoy, menciona, hay más problemas para repatriar a cientí­ficos, las convocatorias no son regulares, la gente tiene que esperar y no hay el ambiente propicio en México para desarrollarse, pues no se han creado las condiciones para abrir plazas en las universidades.

Por ello recomienda a los jóvenes que deciden dedicarse a la investigación que lo primero que deben hacer es estar seguros de que la ciencia les gusta y después que insistan en buscar opciones en el paí­s, pero si no las encuentran, que piensen en la posibilidad de irse al extranjero, pues en ocasiones es la única alternativa.

«Si no se les puede dar a los jóvenes cientí­ficos una alternativa, entonces no se les puede impedir que salgan al extranjero. Por ello hay que buscar una solución a la fuga de cerebros, porque hay gente que ya no piensa regresar».

El panorama

Además del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav) del Instituto Politécnico Nacional, donde se concentran más de 500 investigadores, en la UNAM se tiene el llamado Subsistema de la Investigación Cientí­fica, donde trabajan cerca de 3 mil, y se realiza en la máxima casa de estudios casi 50% de la actividad cientí­fica de México, lo cual refleja la excesiva centralización en ese rubro, indica René Drucker.

Además, no se cuenta actualmente con apoyo financiero necesario para su buen desarrollo, y los recursos que atrae a través de sus diversas actividades son insuficientes, según información de la propia UNAM.

A esto se suma la necesidad de crear más institutos en el interior del paí­s, pero para ello se requiere por lo menos de 150 millones de pesos nada más para pagar la construcción de una unidad.

El Cinvestav, en tanto, cuenta con 28 departamentos académicos organizados en ocho unidades: tres localizadas en la ciudad de México y cinco, en el interior de la República.

Su objetivo es «preparar a investigadores y profesores especializados que promuevan la constante superación de la enseñanza y generar las condiciones para la realización de investigaciones originales en diversas áreas cientí­ficas y tecnológicas que permitan elevar los niveles de vida e impulsar el desarrollo del paí­s».

En lo que se refiere al subsistema de la UNAM, más de 24% corresponde a mujeres; 75% a hombres y la edad promedio es de 52 años, con una antigí¼edad promedio de 18 años.

Esto refleja el envejecimiento del sector, que se enfrenta a dificultades para atraer a gente joven, pues además de que no ven un futuro promisorio en esa actividad, se requieren de 12 a 14 años para ser investigador.

De acuerdo con el ex presidente de la AMC, Octavio Paredes, el envejecimiento de investigadores es muy visible y preocupante, pues «se nos están yendo los jóvenes hacia otros lugares. Una tercera parte de los que entrenamos se nos van a otros paí­ses donde tienen más oportunidades».

Además, se genera también una fuga de cerebros interna, pues al no encontrar espacios, se van a dar clases en preparatoria o no tienen el empleo para lo cual fueron preparados.

«Esa fuga interna es también muy importante. Dicho de otra manera, el paí­s tiene no sólo que abrir los espacios, puestos de trabajo y plazas, sino que esas plazas deben ir acompañadas de infraestructura». Paredes señala que se deben mejorar las condiciones de retiro.

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