Crónica
Notimex/La Crónica de Hoy
2005-01-31
El Popocatépetl o «Don Goyo» no es un volcán que despierte de vez en cuando, sino que está permanentemente activo, por lo que es necesario que la población y los medios de comunicación mantengan una alerta permanente.
El investigador del Departamento de Biología de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) en Iztapalapa, Delfino Hernández Lascarez, aseguró en entrevista que las exhalaciones y bocanadas que registra el coloso son muestras de que está vivo y, a la vez, una advertencia de que en cualquier momento podría hacer erupción.
El maestro en geología de la UAM señaló que desafortunadamente a los ciudadanos no les preocupa lo que sucede sino hasta que tienen el desastre encima, por lo que insistió en la necesidad de fortalecer una cultura de prevención.
Detalló que los estados de México y Puebla, así como el Distrito Federal serían los principales afectados debido a su cercanía con el volcán, además de la inconsciencia de la población sobre las consecuencias que traería una erupción.
«Si hiciera erupción el Popo, afectaría a más de 20 millones de habitantes del Distrito Federa, así como a más de un millón de personas que viven en sus alrededores», destacó.
El profesor de la UAM detalló que en el caso de la ciudad de México, las cenizas podrían cubrirla y oscurecerla, lo que provocaría que se calentará la atmósfera y se registraran lluvias torrenciales.
Además de las afectaciones a la salud por las cenizas, lo mismo que a las vías de comunicación, el aeropuerto, las carreteras y en el sistema mecánico de los automóviles, de acuerdo con experiencias anteriores, agregó.
En tanto, de acuerdo con una publicación en Internet del doctor José Luis Macías, miembro de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC), el volcán más peligroso en el país es el Popocatépetl.
Macías, quien ha estudiado a los volcanes más activos de nuestro país como el Chichón, el de Colima, el Popocatépetl y el Tacaná, explicó que no todos han tenido actividad eruptiva o se encuentran en estado de quietud como el Nevado de Toluca.
«Tenemos una docena de volcanes activos en México. Los más importantes son el de Colima, el Popocatépetl, el Pico de Orizaba, Tacaná y Chichón», de los cuales los dos primeros están en crisis, aseveró.
El especialista subrayó que el riesgo de un volcán está directamente ligado a la población que habita en su entorno y a la infraestructura de los poblados como escuelas, hospitales, carreteras y toda clase de construcciones.
Por ello, al hacer una evaluación, insistió en que por el riesgo que representan los volcanes en un radio de 35 kilómetros, el más peligroso sería el Popocatépetl porque un promedio de un millón de personas vive en ese radio, seguido del Tacaná con 350 mil habitantes a la redonda.
En este sentido, Delfino Hernández explicó que los volcanes, a diferencia de un terremoto, avisan lo que está por suceder aunque no se puede predecir con exactitud el día y la hora.
Esos avisos permiten que se pueda actuar con tiempo, es decir que se tendrían hasta seis horas para evacuar a la gente, lo que disminuirá los riesgos para la población, por ello es necesario que la población conozca con exactitud las zonas para la evacuación, los caminos y las acciones que se tienen que poner en práctica en caso de una emergencia.
Agregó que lo que lo sucedería con la erupción de «Don Goyo», es que todo lo que es lava llegaría sólo al entorno del cráter, cinco kilómetros como máximo; y luego se tendría el lodo volcánico o lahar, que es el agua tanto del glaciar del Popo como la que también lanza el propio volcán y que se mezcla con la ceniza volcánica.
Finalmente los expertos del Instituto de Geofísica de la UNAM y del Cenapred, Servando de la Cruz-Reyna, y Roberto Quaas Weppen, prepararon un documento con la historia de las erupciones del Popocatépetl.
De acuerdo con esa información, el Popocatépetl se reactivó desde 1993 y mantuvo una constante actividad hasta el 21 de diciembre de 1994 cuando se registraron los eventos explosivos más intensos y que generaron una fumarola de ocho kilómetros.
En aquella ocasión no se registraron daños o víctimas derivadas de la erupción, sin embargo, el aeropuerto de la ciudad de México tuvo que ser cerrado por cerca de 12 horas hasta que la ceniza depositada en las pistas pudo ser lavada.
Debido a la intensidad de la erupción, el color del semáforo de alerta volcánica se puso por varias horas en rojo, es decir, en máximo nivel de alerta, pero sin iniciar ninguna evacuación.
Posteriormente el volcán inició una segunda etapa de emisiones el 5 de marzo de 1996 sin que volviera a alcanzar la magnitud de 1994, aunque desde entonces el semáforo se ha mantenido en amarillo.