Milenio Diario
17 de mayo de 2007
Horacio Salazar
La revista Ciencias, de la UNAM, que dirige Patricia Magaña, está celebrando sus 25 años (¡felicidades!), y en su edición 86 correspondiente al trimestre abril-junio incluye un delicioso ensayo de Marcelino Cereijido titulado ¡1976-2006 ¿Qué demonios le sucede a la ciencia mexicana?!.
No es posible disentir de sus argumentos, que por lo demás ya había leído en el también delicioso librito La ignorancia debida. Pero quisiera delinear su argumentación porque de alguna manera apuntala los juicios que se presentaron en la Academia Mexicana de Ciencias este miércoles.
Tras describir cómo fue su llegada a México en ese año de 1976, cuando el horizonte parecía pintar color de rosa para la ciencia mexicana, el investigador de origen argentino pero ya mexicano como el que más dice entristecido que la comunidad científica que tanto le entusiasmó entonces ¡ahora está apachurrada, envejeciendo y hasta deteriorándose!.
¿Qué ha ocurrido? Lo que ha pasado es que la ciencia mexicana, al pasar por el tamiz de la burocracia nacional, se ha endurecido, ha sido metida en una camisa de fuerza que le contabiliza las horas, los productos, las ideas, como si fueran chiles o frijoles.
¡Hoy se obliga al profesional de la ciencia a especificar en su solicitud qué va a hacer en el tercer trimestre del segundo año, como si dijera ‘hacer un ropero me lleva tres días, por lo tanto para hacer doscientos…’!
Pero después de cavilar un poco, Cereijido concluye que este mal trato a la ciencia nacional quizás ni siquiera es hijo de la insidia o de las malas intenciones: es vástago de la simple ignorancia. Mientras los científicos no busquen juntos una forma de alfabetizar científicamente a la sociedad y sobre todo a la clase política, estará en chino esperar progresos mágicos.
Las consecuencias de esta omisión quedaron claras en la sesión que sostuvo ayer la AMC: la ciencia nacional, dijeron sus directivos, fue una de las damnificadas del huracán político que rajó a México en dos y que se tradujo en el presupuesto para ciencia más bajo de los últimos 20 años.
Los científicos mexicanos piden el apoyo social. Cereijido diría que México debería apoyarse en sus científicos. Ambos tienen razón, pero los científicos, aunque sea por sus propias necesidades de supervivencia, deberían tomar la iniciativa y enmarcar mensajes que tuvieran más resonancia en el ánimo de los mexicanos. Creo.