Academia Mexicana de Ciencias
Boletín AMC/264/13
México, D.F., 23 de julio de 2013
- En una comunidad el pecado de uno compromete a todos los demás; el acierto de uno beneficia a la comunidad: Soledad Loaeza, presidenta del nuevo organismo
- Si bien los casos de faltas a la ética científica son poco frecuentes en nuestro medio, es necesaria la existencia de un código de integridad que abarque las ciencias exactas, naturales y sociales
- El CIC fortalece a la comunidad científica, mientras más sólida sea se defenderá mejor y podrá apoyar más el desarrollo del país, sostiene la investigadora
- La Academia Mexicana de Ciencias tiene una autoridad moral que la obliga a participar en el diseño de normas de integridad ética y científica, dijo Soledad Loaeza.
Foto: Archivo AMC.
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El Comité de Integridad Científica (CIC) de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC), que entró en funciones en febrero pasado, dará solidez y fortaleza a su membresía, pues busca mantener la ética y el respeto a las reglas en el trabajo académico, así como promover la excelencia, la creatividad y la imaginación del quehacer científico.
Su creación en el seno de la AMC, se debe a que esta asociación tiene una autoridad moral que la obliga a participar en el diseño de normas de esta naturaleza, porque de esa manera cumple con un servicio a la sociedad, aseguró Soledad Loaeza Tovar, primera en ocupar la presidencia del citado Comité.
“La trascendencia de este Comité tiene que verse en dos sentidos. En primer lugar destacar la importancia de una comisión con sus características en una comunidad académica como la nuestra y, en segundo, reconocer la necesidad de la existencia de órganos de este tipo, porque hay que hacer explícitas las reglas del trabajo académico, pensando sobre todo en el futuro para que los investigadores más jóvenes tengan ese marco de referencia general que a veces hace tanta falta”, añadió.
La profesora-investigadora de El Colegio de México apuntó que este nuevo organismo puede convertirse en un referente general para otras comunidades e instituciones, pues en su opinión en México hace falta hacer explícitas estas normas, porque si se dejan implícitas no todo mundo está muy seguro de saber qué son y en qué consisten, por ello consideró necesario hacerlas claras prácticamente para cualquier terreno.
El Comité de Integridad Científica de la Academia Mexicana de Ciencias quedó conformado de acuerdo con su estatuto por nueve integrantes: Soledad Loaeza Tovar (presidenta), Dante Morán Zenteno (secretario), Juliana González Valenzuela, María Esther Ortiz Salazar, José Ramón Cossío Díaz, Juan Pedro Laclette San Román, Rubén Lisker Yourkowitzky, Adolfo Martínez Palomo y Ricardo Tapia Ibargüengoitia. Los cargos de presidente y secretario tendrán una duración de dos años.
El CIC ve la luz
La idea de conformar el Comité de Integridad Científica surgió en la presidencia de Juan Pedro Laclette y fue en la asamblea general de la Academia celebrada el 8 de mayo de 2008 que se aprobó su creación. En enero del 2010, en la gestión de Rosaura Ruiz, se formalizó la integración del Comité, y en la actual presidencia de José Franco el CIC entró en funciones.
Si bien los casos de faltas a la ética científica son poco frecuentes en nuestro medio, Soledad Loaeza estimó que aún cuando la membresía de la AMC está comprometida con el rigor científico, con la veracidad de las investigaciones y la seriedad en el manejo de evidencia, la existencia de un código que abarque las ciencias exactas, naturales y sociales, era necesaria y el Comité, dijo, tiene la responsabilidad de hacerlo explícito y codificarlo.
“Es preciso decir que las sanciones están consideradas en caso de comprobarse la violación al reglamento. En este punto quiero subrayar que lo que afecta a los académicos es la sanción moral y creo que el tipo de penalizaciones que pudiera aplicar el Comité, aunque hay de diversa naturaleza, la más importante recaerá en el orden moral, y eso es importante destacar”, expuso la académica.
El plagio, la acusación más frecuente en el mundo
“Los problemas más recurrentes en nuestra comunidad en términos de ética científica tienen que ver con el plagio (que la Real Academia Española de la Lengua define como copia de una obra ajena que se presenta como propia), un tema que está presente no solo entre nosotros, sino en todas partes del mundo”, reconoció la investigadora, quien recordó que en años recientes ha habido sonados casos de plagio a nivel mundial, como los registrados en las tesis doctorales de tres funcionarios de alto nivel, entre ellos el presidente de Hungría, Pál Schmmit, y los ministros de Defensa y de Educación y Ciencia alemanes Karl-Theodor zu Guttenberg y Annette Schavan respectivamente, a quienes se les retiraron sus títulos y se vieron obligados a dimitir de sus cargos.
El plagio, sostuvo, no solo preocupa por su frecuencia también porque se trata de un problema moral. “No es cualquier cosa, porque finalmente un académico, un intelectual tiene como capital sus ideas y si esas ideas se las hurtan, lo están despojando de su creatividad, que es algo profundamente íntimo y personal. Sí es una violación muy grave a las normas del trabajo académico e intelectual, pero en términos generales es una falta de índole moral”.
Como lo es igualmente la alteración de resultados de una investigación, de un experimento. Loaeza Tovar dijo que problemas de esta naturaleza el Comité deberá resolver y al enfrentarlos protegerá justamente la creatividad, la innovación y promoverá la excelencia.
Bajo las normas del CIC, que serán de observancia exclusiva y obligatoria para la membresía, el denunciante presentará la denuncia al presidente en turno de la Academia, quien a su vez la entregará al Comité de Integridad Científica. La denuncia deberá estar acompañada con pruebas documentales en apoyo, elementos suficientes y probatorios para que el Comité examine el caso.
“Tenemos que estar claros en que en una comunidad el pecado de uno en cierta forma compromete a todos los demás que, por otro lado, el acierto de uno beneficia a la comunidad y esto lo tiene que tener muy presente el denunciante”.
Al final, la creación del CIC en el seno de la AMC era algo necesario, indicó Loaeza Tovar, quien expresó su convencimiento de que los miembros de la Academia comparten la convicción de que tener un Comité de Integridad Científica permitirá defender y fortalecer a la comunidad y no atacarla.
La especialista en política internacional manifestó por último su confianza en que el Comité funcionará muy bien debido a que quienes ahora lo conforman se conocen desde hace tiempo y comparten mucho en común, así como con el resto de la membresía de la Academia.
“Estoy convencida de que todos vamos a apoyar este proyecto porque es muy importante que la comunidad científica esté fuerte, sólida, de esa manera se defenderá mejor y podrá apoyar más al desarrollo del país, que al final ese es nuestro objetivo”, concluyó.
Fabiola Trelles Ramírez