La Crónica de Hoy
9 de julio de 2008
Dr. Alfonso Larqué Saavedra
En el teatro Peón Contreras, recinto del más alto valor histórico de Mérida, la gobernadora del estado anunció, el pasado 26 de mayo de de este año, la instauración del Sistema de Investigación, Innovación y Desarrollo Tecnológico del Estado de Yucatán (Siidetey).
El anuncio lo hizo ante investigadores de la península y representantes del sector social y empresarial, diputados, rectores, directores y representantes de instituciones como el Conacyt, la UNAM, el Cinvestav, el INIFAP, la Academia Mexicana de Ciencias (AMC) y el Consejo Consultivo de Ciencias de la Presidencia de la República (CCC), entre otros. Dicho sistema se crea como una estructura organizativa de instituciones de educación superior y centros de investigación que, sin perder su identidad y régimen jurídico propios y en el marco de sus principios rectores, potenciará las capacidades del estado en materia de formación de recursos humanos de alto nivel en materia de investigación científica, de innovación y de desarrollo tecnológico. El sistema pretende promover y fortalecer la ciencia y tecnología como parte de la cultura del estado de Yucatán.
El decreto que enmarca tan importante sistema nace del pronunciamiento del Plan Estatal de Desarrollo 2007-2012, en el que se anunciaron ocho áreas de desarrollo, definiendo una de ellas como «Yucatán Científico y Tecnológico». Además, en dicho plan se establece la asignación de recursos y se hace el pronunciamiento de impulsar conjuntamente con instituciones de educación superior y empresas el desarrollo de la industria tecnológica de Yucatán.
Tal acontecimiento tiene varias lecturas como un hecho histórico para la ciencia en México. Mencionaré sólo dos: en primer lugar, por el hecho mismo de anunciar que se estableciera como política de gobierno impulsar la ciencia y la tecnología y, además, el hecho de que la gobernadora tomara con toda responsabilidad la Ley de Ciencia y Tecnología del estado, aprobada en mayo de 2004, que señala en su primer artículo que se «impulsarán, fomentarán y coordinarán las diversas acciones públicas y privadas orientadas al desarrollo científico y tecnológico del estado». Éste es un acto de particular relevancia, porque de manera clara se atiende una ley.
Fue además sorprendente que de inmediato se anunciaran, en principio, recursos por más de 170 millones de pesos para impulsar la ciencia y la tecnología en el estado, cifra que ha sido señalada por los medios como un financiamiento que alcanzará el 2.8 por ciento del PIB de la entidad.
El espíritu de esta política fue secundado por el Conacyt y seguramente se sumarán en su financiamiento otras instituciones federales como la SEP, la Sagarpa, la UNAM y el Cinvestav, entre otros, e igualmente el sector empresarial de la región, que ya manifestaron su beneplácito por tan importante planteamiento. Creemos que otras agencias y fundaciones nacionales e internacionales participarán en la iniciativa.
Un señalamiento importante de la gobernadora fue destacar que seguramente no verá los frutos de esta iniciativa, lo que debe dar confianza a los académicos que trabajan en Yucatán sobre el planteamiento visionario, entendiendo que esta política requiere de apoyo permanente durante varios años para que se generen y se aprecien los impactos que puedan tener la ciencia y la tecnología que se realiza en el estado.
La Secretaría de Educación yucateca será la instancia coordinadora del acuerdo referido, y ya ha iniciado el trabajo para consolidar el sistema. De hecho, se señaló que existirá un parque científico tecnológico cerca de Mérida, en donde se establecerán centros de investigación y se instalará una biblioteca y laboratorios centrales, entre otras instalaciones. Durante su intervención señaló, además, que las ciencias sociales y humanísticas serán parte del sistema y se integrarán al igual que las ciencias exactas y naturales.
Recordemos que Yucatán tiene el antecedente de que en 1842 planteó una política semejante relacionada con el henequén, la cual, al ser exitosa, permitió generar riqueza al estado. Tal experiencia seguramente está en la mente de la sociedad yucateca que recuerda el éxito y acepta que la ciencia y el desarrollo tecnológico son fundamentales para que la transformación social y económica ocurra.
Yucatán tiene una población de sólo un millón 650 mil 210 habitantes y, sin embargo, el capital humano en ciencia y tecnología con el que cuenta es el más rico del sur-sureste del país: tiene cerca de 700 investigadores, de los cuales más de 320 son miembros del Sistema Nacional de Investigadores (SNI).
Esto quiere decir que en el estado hay un investigador nacional por cada cinco mil 156 habitantes, cifra que es, por mucho, un buen indicador si se compara con la media nacional de un investigador por un poco más de ocho mil habitantes, y si partimos del hecho de que en el país existen 14 mil miembros del SNI.
En Yucatán hay registrados 75 postgrados, de los cuales 23 están adscritos al Programa Nacional del Postgrado con 14 programas doctorales; tiene, además, instituciones yucatecas de reconocido prestigio, como la Universidad Autónoma de Yucatán, el Instituto Tecnológico de Mérida y el de Condal; a esto se aúnan centros de investigación como el Centro de Investigación Científica de Yucatán (CICY) y el Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav) que se fundaron en 1979 y 1980, respectivamente; en el sector agrícola se establecieron el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP) y el Centro Regional de la Universidad Autónoma de Chapingo.
En el presente siglo, la UNAM ha establecido dos centros: uno en Sisal, que inicialmente creó la Facultad de Ciencias y que ahora, se comenta, abrirá sus puertas a las facultades de química e ingeniería, y otro en la capital del estado en ciencias sociales y humanidades.
En la ciudad de Mérida también se suman a esta lista unidades del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS) y el Centro de Investigación y Asistencia en Tecnología y Diseño del Estado de Jalisco (CIATEJ), entre otros. Existen también varias universidades privadas que han consolidado prestigio y reconocimiento regional y nacional. Finalmente, habría que agregar el importante papel que tiene la unidad del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). En el año 2000 los científicos del estado establecieron la Sección Sur-Sureste de la Academia Mexicana de Ciencias, que actualmente tiene cerca de 60 miembros. No es extraño que a este polo académico lleguen Premios Nobel a impartir conferencias y se lleven a cabo en Mérida un gran número de reuniones científicas y tecnológicas nacionales o de perfil internacional, como el Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC). Este panel fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz en diciembre de 2007.
La visita de científicos de diversos países que hacen estudios, principalmente en los tres laboratorios naturales con los que cuenta el estado, y que son la cultura maya, el cráter de Chicxulub y sus recursos naturales, así como el acuífero peninsular, que es único en el mundo, han hecho que Yucatán se posicione a nivel mundial en los últimos años, como es el caso de Chichén-Itzá.
Surge así una oportunidad para la ciencia mexicana en un estado de la república que es heredero de una tradición histórica de hacer ciencia que nos llega desde los mayas. El modelo Yucatán de integrar en un sistema sus fortalezas en ciencia y tecnología es por demás innovador y simple, como las buenas ideas que necesita el país.
*Director General del Centro de Investigación Científica de Yucatán A.C. (CICY)
*Miembro del Consejo Consultivo de Ciencias de la Presidencia de la República (CCC)