Y Dios creó a la mujer…

Siempre!
7 de marzo de 2010
René Anaya
reneanayas@yahoo.com.mx

Aunque la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos establece en el artículo 4º que “el varón y la mujer son iguales ante la ley” (cita textual y verificable en español, japonés y otros idiomas), en la práctica cotidiana los hechos demuestran que todavía existe mucha iniquidad de género en nuestro país.

Claro que eso no impide que cada 8 de marzo, cuando se celebra el Día Internacional de la Mujer, los discursos de los políticos elogien las grandes conquistas que ha conseguido la mujer en México. Pero eso no es cierto en ninguno de los campos sociales, como lo demuestra la situación de las mujeres científicas en el país.

El techo de cristal

En las últimas décadas del siglo pasado hubo un acelerado aumento de mujeres inscritas en las instituciones de educación superior. En 1970 el porcentaje de mujeres que cursaba una licenciatura era de 17.3 por ciento, en 1990 pasó a 40.3 por ciento, en 2000 llegó a 47.2 por ciento y en 2003 ya era de 48.7 por ciento. Si este ritmo continuó, es probable que actualmente la proporción entre hombres y mujeres se haya igualado o ya aventajen las mujeres a los hombres.

En el posgrado el avance también ha sido considerable. De 1970 a 1999 se pasó de 5.3 por ciento (5 953) a 42.1 por ciento (46,878), según datos de la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior. De 1998 a 2001 la mujeres que cursaban la maestría se incrementó de 41.5 por ciento a 42.3 por ciento; en tanto que en el doctorado el porcentaje se elevó de 36.1 por ciento a 39.2 por ciento, según datos que consigna la doctora Olga Bustos Romero en su estudio Mujeres, educación superior y políticas públicas con equidad de género en materia educativa, laboral y familiar, publicado en el libro Ciencia, tecnología y género en Iberoamérica, editado por Norma Blazquez Graf y Javier Flores.

Estos datos podrían llevar a falsos triunfalismos, porque la inserción de las investigadoras en el mercado laboral no se corresponde con el aumento en su formación profesional, porque existe un techo de cristal, que la doctora Olga Bustos define como “situación en la cual una mujer se enfrenta a una serie de límites o barreras implícitos (no visibles o tangibles) que resulta difícil traspasar, impidiendo que las mujeres sigan ascendiendo en su carrera laboral”.

Esto se demuestra con algunos datos de la iniquidad: 45.4 por ciento de las mujeres con preparación de profesional medio y superior gana menos de un salario mínimo, lo cual indica que “un porcentaje considerable de mujeres, con nivel de escolaridad alto, tiene que aceptar trabajos mal remunerados o bien, tiene que aceptar trabajos por horas o de tiempo parcial, al no ser compatibles los horarios de muchos trabajos con el cumplimiento de los roles tradicionales de género de madres-esposas-amas de casa, que socialmente les han sido asignados”, escribe la doctora Olga Bustos.

Con ciencia y paciencia

De esta manera se confirma que “sigue existiendo el «techo de cristal», a pesar de que estén en igualdad de condiciones en cuanto a conocimientos, o experiencia, y donde queda claro que la decisión en detrimento de las mujeres obedece a los prejuicios y discriminaciones fincados en los estereotipos y roles de género que colocan en desventaja a las mujeres, en relación con los hombres”, consideró la doctora Bustos Romero.

Ese techo de cristal se ha comenzado a romper, una muestra de ello es la política que recientemente instrumentó la UNAM, que consiste en proporcionar un periodo de gracia de seis meses a las estudiantes de doctorado si llegan a embarazarse. En ese tiempo gozarán de la beca correspondiente.

Por supuesto que eso no es suficiente, también es necesario que las mujeres científicas sean consideradas en igualdad de condiciones para ocupar puestos directivos, no solamente como personal administrativo, profesional o técnico.

Otro dato de la iniquidad de género lo dio a conocer recientemente la doctora Rosaura Ruiz, actual presidenta de la Academia Mexicana de Ciencias, quien ha señalado que “en Argentina, Brasil, España y México, el promedio de graduadas de doctorado es de aproximadamente 55.6 por ciento, pero trabajan en áreas de investigación un promedio de 36.4 por ciento, siendo México el país con el menor porcentaje de doctoras que laboran en el sector científico como investigadoras”.

Por tanto, no basta con formar maestras y doctoras, también es necesario, con ciencia y paciencia, romper las barreras intangibles del estereotipo de dominación masculina en la ciencia, ya que como señalan Blazquez y Flores en su trabajo Género y ciencia en América Latina. El caso de México, publicado en el libro ya mencionado: “se trata de territorios de mayor jerarquía y poder velados a la participación femenina, con lo que se mantiene una orientación tradicional masculina en la estructura institucional y en la creación de nuevos conocimientos”.


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