Excélsior
03 de julio de 2006
Thelma Gómez Durán
thelma.gomez@nuevoexcelsior.com.mx
Una política de Estado para la ciencia deberá estar en la agenda del próximo gobierno
La ciencia y la tecnología deben ser las apuestas del próximo gobierno, «porque ahora, más que nunca, se necesita un país innovador». Las palabras de Mauricio Terrones Maldonado, uno de los científicos mexicanos más destacados a nivel internacional en el área de la nanotecnología, tienen como sustento los casos de China e India, naciones que en los últimos años han llamado la atención mundial porque apostaron, con buenos resultados, al desarrollo científico para construir su futuro.
Por eso, científicos mexicanos llaman a que el próximo gobierno mire a la ciencia y la tecnología como los pilares a partir de los cuales se puede lograr el desarrollo económico, social y cultural de México. «Un país que no ve la ciencia y la tecnología como aliados está cavando su propia tumba», resalta Terrones Maldonado, quien en septiembre próximo recibirá, en Brasil, el premio de la Academia de Ciencias del Mundo en Desarrollo, por su contribución al desarrollo de la nanotecnología.
«Las potencias son países innovadores, gracias a la ciencia y la tecnología», comenta este investigador del Instituto Potosino de Investigación Científica y Tecnológica (IPICYT), quien resalta que es necesario un «plan de Estado» que gire en torno a la educación y la ciencia, con el cual se podrán ver los resultados en 20 años.
«En los últimos años se ha descuidado a la ciencia y la tecnología. Existe una miopía de los políticos respecto a lo que debe ser la ciencia para una nación», apunta el investigador de 37 años, quien junto con su hermano Humberto Terrones, propuso desde hace cinco años un programa nacional para impulsar la nanotecnología en México y «no fuimos escuchados. Ahora, países como Brasil, Argentina y Chile tienen centros de nanotecnología».
Para la investigadora Esther Orozco es necesario terminar con la «desatención a la ciencia» que caracterizó el sexenio de Vicente Fox. «La ciencia y la tecnología son básicos para el nuevo país que se tiene que construir».
La doctora, cuyo trabajo ha sido reconocido por la UNESCO, resalta que el próximo gobierno debe recurrir a sus científicos para tener fuentes de energía con recursos renovables o atender enfermedades infecciosas. Además, debe desarrollar las ciencias genómicas y no olvidarse de la investigación básica para producir conocimiento y aplicarlo.
«La investigación se debe ligar con la educación básica, media y superior para formar a niños y jóvenes con una mentalidad crítica, que aprendan a resolver los problemas con actitudes científicas», propone la doctora, cuyos trabajos sobre amibiacis son reconocidos a nivel internacional.
Para el biotecnólogo Luis Herrera Estrella, quien actualmente trabaja en descifrar el genoma del maíz, el próximo gobierno debe desarrollar un «programa científico a largo plazo», para lograr que el país «venda conocimiento y no mano de obra».
Para ello, «se deben asignar fondos suficientes para desarrollar ciencia y tecnología en el país». A la par, resalta, se debe impulsar una «cultura científica» entre la población para que se «entienda la importancia de invertir en ciencia y tecnología».
Herrera Estrella resalta que es urgente que el próximo gobierno utilice los conocimientos científicos para desarrollar energías alternas, para tener un uso eficiente del agua o para conservar y aprovechar la biodiversidad que posee México.
Un problema de forma y fondos
La Academia Mexicana de Ciencias tiene una propuesta para el próximo gobierno: invertir en investigación y desarrollo social
En México sólo se destina 0.33 por ciento del producto interno bruto a ciencia y tecnología, cuando el promedio en América Latina es de 0.58 y en países como China, Corea y Vietnam poco más del dos por ciento. Para los científicos nacionales es claro que si el próximo gobierno sigue sin darle la importancia debida a la investigación: «México pondría en riesgo sudesarrollo, acentuaría los desequilibrios sociales, perdería todavía más competitividad y le incumpliría a las futuras generaciones, ti dejarlas fuera de la sociedad del conocimiento y de la era de la digitalización».
Para evitar que ese futuro nos alcance, los investigadores que integran la Academia Mexicana de Ciencias (AMC) realizaron el documento Por un nuevo paradigma de política pública para el conocimiento y la innovación en México, en el que hacen una serie de propuestas para contribuir en el «proceso de reorganización de la nación y de redefinición del papel que deben jugar el conocimiento y la innovación». Este documento, que hace unas semanas fue enviado a los partidos políticos y a sus candidatos a la Presidencia, muestra cómo México se ha quedado rezagado en cuanto al impulso a la ciencia y la tecnología.
En 2004, por ejemplo, México ocupaba el último lugar en gasto en investigación y desarrollo según la lista de los 30 países que integran la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE); además de tener la posición 28 en el número de graduados de doctorado.
Las cifras sobre la situación crítica de la ciencia y la tecnología en México son evidentes. En el país, sólo 0.9 personas por cada mil realiza actividades relacionadas con investigación y desarrollo, mientras que en la República Checa el índice es de 5.8; en Alemania es de 12.2; en Hungría es de seis; en España es de 8.5; en Corea de 8.4, y en Japón de 13.6.
La visión científica
Las propuestas de los científicos para el próximo gobierno se basan en que «el conocimiento y la innovación son factores estratégicos para el desarrollo integral de los países, para incidir en el bienestar social, favorecer el desarrollo sustentable, atender el ambiente y mejorar la competitividad».
Por ello, la AMC resalta que el conocimiento y la innovación son un bien público, por lo que «debe ser protegido, auspiciado y financiado por el Estado, el sector privado y los diversos componentes sociales».
Los investigadores mexicanos proponen incrementar paulatinamente el gasto en investigación y desarrollo (I+D), con el objetivo de lograr en el corto plazo que se destine 1% del producto interno bruto que establece la Ley de Ciencia y Tecnología (un compromiso que hizo Vicente Fox desde su campaña a y que no se cumplió), además de incrementar esta cifra, en un plazo razonable, a tres por ciento.
Los miembros de la AMC resaltan que se debe diseñar una «ley programa» para el conocimiento y la innovación que considere «una visión de largo plazo, continuidad y certidumbre».
La propuesta científica para el próximo gobierno destaca que se debe trabajar en la generación del conocimiento, definir campos estratégicos o de oportunidad, promover programas de investigación, asignar fondos económicos a líneas prioritarias, tanta a nivel regional y nacional come internacional.
La AMC pone énfasis en aprovechar la investigación para contribuir a la solución de problemas nacionales relacionados con temas como agua, energía, pobreza, campo, seguridad alimentaria, salud, migración, jóvenes, biotecnología, calentamiento global, entre otros.
También se sugiere ampliar y robustecer la planta de investigadores y promover la creación y participación en laboratorios internacionales de investigación, especialmente en temas que requieren inversiones cuantiosas como las ciencias genómicas y la nanotecnología.
Para los estudiosos es importante que se promueva la descentralización del conocimiento y que se impulse un Sistema Nacional de Innovación que se encargue de definir tina estrategia para facilitar el aprovechamiento del conocimiento, su difusión y comercialización, tanto para la producción de bienes públicos como privados
Los académicos señalan que en México las consecuencias de no apostar por la ciencia y la tecnología ya las vivimos
Una de ellas es que el país, en tan sólo cuatro años, dejó el núme ro 33 y pasó al 56, en la lista de 60 países más importantes del mundo en términos de competitividad
Las cifras del rezago
Naciones como China, India o Brasil han incrementado en los últimos años su inversión en ciencia y tecnología.
En México, el gasto público en investigación y desarrollo nunca ha sido mayor a 0.46 por ciento de producto interno bruto.