El Universal
18 de mayo de 2010
Thelma Gómez Durán
Científicos alertan que la fuga de crudo en costas de EU se perfila como una tragedia ecológica
El olor a petróleo y la tristeza empapan el ambiente de Venice, Louisiana. «Huele a químicos. El aire se respira pesado. Es muy deprimente lo que estamos viendo». Con estas frases, la bióloga marina Regan Nelson describe la atmósfera que reina en esta comunidad que mira al golfo de México, una de las primeras afectadas por el derrame de hidrocarburos que desde hace casi un mes tiene a Estados Unidos sumido en lo que se encamina a ser uno de los más grandes desastres ecológicos del planeta.
Regan Nelson forma parte del equipo de expertos que la organización estadounidense Natural Resources Defense Council (NRDC) envió a la zona afectada por el derrame que comenzó el pasado 20 de abril con una explosión en la plataforma Deepwater Horizon, perteneciente a la empresa Transocean y concesionada a la British Petroleum para extraer petróleo en aguas profundas del golfo de México.
Desde hace 27 días, el pozo —localizado a una profundidad de mil 500 metros y a 67 kilómetros de la costa de Louisiana— derrama más de 5 mil barriles diarios de petróleo, de acuerdo con cálculos de la Guardia Costera de EU. Científicos y ecologistas advierten que la cantidad podría ser hasta 10 veces mayor.
La emergencia que se vive en Louisiana ha traído a la mente de muchos el derrame que en 1979 presentó el Ixtoc-1, localizado frente a Campeche. Por el flujo de las corrientes marinas, gran parte del petróleo vertido fue a dar hasta las costas de Texas. Ese pozo vertió al mar cerca de 20 mil barriles de petróleo al día, durante poco más de nueve meses. Esta cifra lo colocó como el peor desastre en la historia del golfo de México, un deshonroso título que podría perder si en los próximos días no se controla el pozo de British Petroleum.
Primero “Katrina”, ahora el petróleo
La doctora Gina Solomon es otra de las expertas de la NRDC que viajó a Venice, Louisiana, para realizar un monitoreo de la calidad del aire y el agua. También atiende a las personas que trabajan para que la mancha negra no llegue hasta la costa. Esta comunidad basa su economía, principalmente, en la explotación petrolera, la pesca y el turismo. En los últimos años ha tenido que lidiar con desastres de gran magnitud. En 2005, sufrió los efectos del huracán Katrina.
La gente de la comunidad —cuenta Solomon— se siente a la deriva. “Ellos dicen que cuando llega un huracán saben qué pasa, saben que la pesca revivirá. Pero con esto, quién sabe cuándo saldrán a pescar; si avanza el petróleo, quizá nunca se recupere la pesca”.
John Day, de la Universidad Estatal de Louisiana y uno de los expertos en el ecosistema costero de Estados Unidos, comenta que si el hidrocarburo llega al delta del río Mississippi de inmediato “mataría a los humedales que no tienen una profundidad mayor de dos metros; sería muy difícil limpiarlos”.
En la costa de Louisiana están los humedales “más extensos e importantes de Estados Unidos, ya que su vegetación contribuye a la productividad natural de las pesquerías costeras como pargos, huachinangos, róbalos, ostiones, camarones, jaibas, entre otros”, dice Alejandro Yáñez-Arancibia, investigador y profesor de Posgrado del Instituto de Ecología de Xalapa y miembro de la Academia Mexicana de Ciencias.
Gracias a estos humedales, el estado de Louisiana tiene 80% de todas las pesquerías costeras de Estados Unidos en el golfo de México.
Por ahora, explica el investigador mexicano, la descarga de agua dulce que llega del río Mississippi (20 mil metros cúbicos por segundo) funciona como barrera y evita que el petróleo llegue directamente a los humedales y playas de Louisiana. Sin embargo, las corrientes del golfo de México están dispersando la mancha de petróleo en dos ramas, una hacia la costa norte de Texas y otra hacia Alabama y Florida.
El jueves 6 de mayo, la bióloga marina Regan Nelson, de la NRCD, recorrió en lancha parte del área afectada por el derrame. Un grupo de delfines nadaba en medio de las aguas contaminadas por el hidrocarburo y por los químicos dispersantes que se están utilizando para “aminorar” el impacto. “Nosotros, que estábamos en la lancha, comenzamos a sentirnos enfermos. En la zona es muy fuerte el olor a químicos, es sofocante. Ahora, imagina cómo afectará a los animales marinos y al ecosistema”.
Dispersantes, otro contaminante
La empresa British Petroleum utiliza dispersantes para contener la mancha del petróleo. Hasta el momento ha vertido alrededor de un millón de litros de estos químicos. Adriana Quintero, directora de La Onda Verde (rama latina de la NRDC), explica que los dispersantes tienen compuestos volátiles, por lo que pueden afectar a las personas que trabajan en las labores de limpieza de la zona. Además, tienen efectos tóxicos en las plantas y animales que viven en las capas más profundas del mar, como los pastos marinos y arrecifes de coral. “No existen estudios sobre cuál es su impacto cuando se aplican en esta cantidad”.
Los dispersantes no hacen que el petróleo desaparezca, sólo provocan que se rompan las partículas del crudo, se formen pequeños grumos y sean más fáciles de digerir por microorganismos.
El científico español Manuel Ferrer descifró el genoma de una bacteria que se caracteriza por “comer” petróleo. Se le pregunta si estos microorganismos serían útiles para esta emergencia. “En las profundidades donde emerge el derrame, no. Pero en la superficie marina sí. Sabemos que cuando hay derrames algunas bacterias se multiplican… Aunque muchos de los compuestos presentes en el petróleo son muy difíciles de degradar por las bacterias”.
El investigador español explica que la ciencia aún está trabajando para crear tecnología que permita “diseñar nuevos microorganismos que crezcan más rápido y sean capaces de asimilar más rápido los hidrocarburos”.
Hábitat, amenazado
Un reciente estudio, publicado en el libro Gulf of Mexico Origin, Waters and Biota Volumen 2, asegura que el golfo de México tiene un valor productivo de 124 mil millones de dólares anuales, tanto para Estados Unidos como para México, por actividades como la extracción de petróleo, turismo y pesca. Esta riqueza peligra, asegura Alejandro Yáñez-Arancibia, uno de los autores de la investigación.
“La productividad de las costas, las pesquerías, el turismo y la integridad ecológica del paisaje dependen de la calidad y cantidad de los valiosos hábitat críticos que hoy están severamente amenazados por la contaminación que ambos países inducen hacia el mar, a través de los ríos o por derrames petroleros como lo fue el Ixtoc-1 y ahora el de British Petroleum”, asegura el estudio.
Cualquier derrame de petróleo en el golfo de México, comenta Yáñez-Arancibia, afecta directamente los bosques de manglar y de cipreses de los humedales costeros, las desembocaduras de los ríos y los arrecifes de coral. “Todos estos ecosistemas de aguas poco profundas están interconectados, funcionan integradamente y son muy vulnerables al impacto ambiental del petróleo”.
Evidencia incapacidad del gobierno
Organizaciones ecologistas coinciden en que esta emergencia ecológica ha puesto a flote la incapacidad del gobierno de Estados Unidos y de las principales empresas petroleras para realizar extracción de hidrocarburos en aguas profundas del golfo de México.
“Durante años hemos advertido que esto podía ocurrir. Decíamos que no era seguro realizar extracción petrolera en aguas profundas, pero parece que la única forma de que la gente y los políticos entiendan es mirando cómo este monstruo está dañando nuestras costas”, dice Javier Sierra, de Sierra Club, organización que en su página de internet ya tiene inscritos a cerca de 2 mil 500 personas dispuestas a participar como voluntarios en las labores de limpieza y recuperación del golfo de México.
Sierra Club, NRDC y Greenpeace son algunas de las organizaciones que ya impulsan campañas para solicitar al presidente de Estados Unidos y al congreso de EU que establezca una moratoria a las perforaciones petroleras en el golfo de México. Además de que se apruebe una reforma energética para impulsar el uso de energía limpia.
Los estadounidenses —asegura Adriana Quintero de la NRDC— están empezando a entender algo que los ecologistas ya sabíamos. Están viendo las grandes conexiones que existen entre las petroleras y el gobierno. Están viendo que estas empresas están comprando permisos para contaminar sin límites.
Esa contaminación tiene ahora en vilo a los pescadores y habitantes de Venice, en el estado de Louisiana. El futuro de esta comunidad, de otras poblaciones costeras, de los humedales, manglares de la región y de cientos de especies depende ahora del tiempo que tarde la empresa British Petroleum en contener la fuga de petróleo que está pintando de negro el golfo de México.