Retorno a una «nueva normalidad» escolar

La Crónica de Hoy
11 de mayo de 2009
Observador Global(Emilio Zebadúa)
emilio.zebadua@hotmail.com

Opinión

Este día retornan a clases los alumnos de educación básica de la mayoría de los estados (a excepción de ocho entidades que lo harán hasta la próxima semana), después de que el gobierno federal decidiera suspender las clases en todo el país para más de 33 millones de estudiantes desde preescolar hasta el nivel superior, como una disposición para proteger la salud de los niños y jóvenes ante la emergencia sanitaria por la epidemia de influenza humana. Las lecturas son tan amplias como diversas, pero ameritan una reflexión en cuanto al papel de la ciencia y la tecnología en el desarrollo del país.

El magisterio ha externado su disposición para reponer las clases ante la suspensión de las mismas por la contingencia sanitaria (nueve días de receso escolar en el Distrito Federal y el Estado de México, ocho en San Luis Potosí y siete en el resto del país) con el planteamiento, inclusive, de que se puedan ampliar los horarios escolares. Sin duda se encontrará el camino y la ruta a seguir para la recuperación de clases, pero será imprescindible que las autoridades educativas estatales y federales atiendan adecuadamente a las escuelas que no cumplen con los lineamientos básicos para cumplir con las recomendaciones sanitarias en este retorno a clases.

En este regreso a las aulas será vital que la autoridad educativa implemente programas de capacitación para que los más de un millón 400 mil maestros reciban cursos sobre cómo atender la contingencia generada por la emergencia epidemiológica y aspectos básicos de higiene. La Cartilla de Salud de los estudiantes, en ese sentido, tiene que dejar de ser una asignatura pendiente por parte de la autoridad educativa, porque en gran medida este documento se traduce como un garante de la salud.

INFRAESTRUCTURA

ESCOLAR Y PROMOCIÓN DE LA SALUD

Mejorar las condiciones de aprendizaje de millones de alumnos a través de la rehabilitación de la infraestructura, mobiliario y equipo para garantizar un ambiente escolar adecuado y sin riesgos, precisamente, es uno de los cinco ejes que conforman la Alianza por la Calidad de la Educación.

También lo son las acciones de promoción de la salud y prevención de enfermedades como parte de las actividades educativas. Y en ese sentido la Cartilla de Salud se constituirá en el instrumento a través del cual se podrá establecer programas y planes escolares, encaminados a la detección del estado de salud, o bien, detectar sus niveles de alimentación.

En cuanto a las escuelas que reflejan un grave déficit de infraestructura, las cifras son concluyentes: en el país hay más de 27 mil escuelas públicas de educación básica que se encuentran en muy mal estado (no tienen sanitarios y/o pisos de cemento, registran un deterioro muy avanzado en techos o sus ventanas y carecen de pizarrones). Atiende a más dos millones y medios de alumnos, de las cuales el 38 por ciento se localiza en regiones de alta y muy alta marginación. Por añadidura hay 155 mil aulas escolares —80 mil de ellas denominadas “gallinero” donde estudian un promedio de 3 millones 200 mil alumnos de educación básica pertenecientes a zonas rurales e indígenas—, que carecen de servicios elementales y equipos tecnológicos.

CIENCIA Y TECNOLOGÍA

¿Por qué es indispensable el fomento a la ciencia y la tecnología el país? Porque la emergencia sanitaria ha dejado al descubierto el grave rezago que padece la nación. Como se ha documentado la salud humana está cada vez más a merced del cambio climático que hoy por hoy incide en la transmisión de enfermedades. Más allá del impacto generado por la contingencia, cabe reflexionar para que en el círculo de toma de decisiones se implementen, a la brevedad, las políticas públicas necesarias que se anticipen a este tipo de fenómenos que afectan la salud humana.

Como bien señala la presidenta de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC), Rosaura Ruiz Gutiérrez, la carencia de recursos y el desmantelamiento de centros de investigación, sumados al creciente déficit de científicos, evidenció al país —durante la actual crisis epidemiológica— como nación sin política de Estado en materia de ciencia y tecnología.

No es, lo sabemos, un gasto lo que destine a ciencia e investigación sino una inversión. Se trata de fijar el rumbo ante los estragos que ha dejado la influenza en la economía del país, de tal suerte que sectores como el del turismo —que aporta más del ocho por ciento al Producto Interno Bruto (PIB) y contribuye con aproximadamente el nueve por ciento en empleos directos e indirectos—, el comercio y la industria se han visto afectados acentuando la desaceleración que venían arrastrando desde antes de la emergencia sanitaria. De acuerdo a las cifras del Banco de México, en el primer trimestre del año se registró una caída entre el 3.8 y 4.8 por ciento del PIB, mientras que la Secretaría de Hacienda espera una desplome del 0.3 al 0.5 por la epidemia.

La respuesta a las problemáticas de salud y alimentación, precisamente, están en el trabajo científico y tecnológico del país. Pero los recursos asignados a estos sectores equivalen al 0.4 por ciento del PIB que —según el informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) Regions at a glance 2009— ubica a nuestro país en el último lugar entre las naciones integrantes de este organismo.

Por donde se le quiera ver, los sistemas de salud tienen que ser apoyados decididamente en lo tocante a los ámbitos de ciencia y tecnología, lo que a su vez debe redundar en mejores instalaciones, laboratorios y un verdadero y eficaz sistema de estímulos y pagos para la planta de investigadores y científicos mexicanos. Ciertamente estamos muy rezagados en esta materia con respecto al mundo exterior, pero bien vale y servirá el esfuerzo que hagan las administraciones de gobierno para enfrentar positivamente situaciones como las que vivimos con la contingencia sanitaria, cuyos efectos o secuelas no han concluido del todo.


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