Por un debate nacionalista en materia petrolera

La Crónica de Hoy
16 de abril de 2008
Francisco J. Sánchez-Sesma*

Es bien sabido que el mejor negocio del mundo es una empresa petrolera bien administrada. Lo que no es tan conocido es que el segundo mejor negocio del mundo es una empresa petrolera mal administrada. Propongo, como hipótesis de trabajo, que Pemex se clasifique en una escala entre las dos categorías que he mencionado. El intervalo es amplísimo, pero no hay que perder de vista que estamos hablando de los dos mejores negocios del mundo.

Sin duda, los resultados son espléndidos, pues para Pemex los costos de extracción de un barril de crudo andan en algo menos de 6 dólares y el precio de la mezcla mexicana es de unos 90 dólares. Aquí habría que desglosar esta cantidad para ver qué incluye; por eso adopté la cifra más conservadora, de acuerdo con datos del Banco Mundial. De cualquier manera, la diferencia es 84 dólares por barril. Eso es más de 1,400% del costo. Parecería razonable que una empresa así de rentable, reservada por la Constitución al Estado, pagara impuestos, por llamarle de alguna manera a las aportaciones a la hacienda pública. Sí, esos impuestos provendrían de las utilidades que pueden estimarse, de manera sencilla, como los precios de venta menos los costos, menos la inversión en exploración y desarrollo tecnológico, además de los diversos gastos de mantenimiento. Es conveniente y prudente que todo esto se haga de acuerdo con estándares bien estudiados y aplicados por otras grandes empresas del mundo: ni más ni menos que las llamadas “mejores prácticas”; no hay que descubrir el hilo negro. Esos impuestos podrían ser de 100% y nadie protestaría: se consideraría que el negocio nacional está funcionando y que florece en bien del país.

Sin embargo, el hecho es que los impuestos han sido mayores que eso y Pemex adquiere ficticiamente deuda que en realidad es una deuda del país, pues las aportaciones al erario son excesivas. De acuerdo con la información disponible públicamente, en los últimos dos años se han recibido ingresos extras a los presupuestales por más de veinte mil millones de dólares. Estos excedentes aparentemente han ido a parar a los estados de la Federación, han financiado el gasto corriente de la administración y han generado un pequeño fondo petrolero.

Lo razonable es que se acepte que esa deuda es de la nación. Es irresponsable y carente de lógica en la administración de los recursos petroleros que la deuda se asigne al ente proveedor de estos fondos. Lo razonable es que el Consejo de Administración decida, con base en criterios técnicos, la reinversión de los excedentes y que las ganancias fiscales sean mucho menores. Lo razonable es que con los excedentes se compre tecnología para hacer eficiente la infraestructura que ya tenemos. Por ejemplo, podríamos bajar costos de 6 a 4 dólares por barril. Lo razonable es que usemos los excedentes para desarrollar la tecnología necesaria, para dentro de cinco y diez años, por ejemplo, en el excelente pero menospreciado aparato de investigación con que ya contamos. Esto implicaría un sistema de sustitución de importaciones tecnológicas con decisiones estratégicas inteligentes a partir de negociaciones en las que los negociadores realmente busquen el bien de la nación. Lo razonable es que se convoque a nuestros industriales y académicos para que conozcan los problemas que hay que resolver. La capacidad instalada todavía existe en universidades e institutos tecnológicos del país, con una cuantiosa inversión marginal poco usada, sobreviviendo sin estímulos reales y retos. Por supuesto, ahora mismo esa capacidad está atrofiada y debe activarse. Hace 20 años Brasil tomó la decisión de construir su base tecnológica. Nunca es tarde, pero hay que aceptarlo: en las condiciones actuales no podemos explorar ni explotar en aguas profundas, pero sí podremos en 10 o 15 años. El asunto que quedaría por discutir es qué tanta prisa tenemos.

Se dice que esas ganancias se aplican al gasto social y que necesariamente se requiere inversión privada, nacional y extranjera, para reactivar al sector energético. Lo que se requiere es que el Estado aumente su recaudación fiscal, que es de las más bajas del mundo, y no necesariamente cargándole la mano a los causantes cautivos. No tenemos por ahora las reglas para aceptar inversión privada en la industria. Las propuestas deben discutirse abiertamente con la participación de los especialistas, con la contribución de los mexicanos que han sabido hacer funcionar la industria petrolera. Numerosas son las voces que se manifiestan en este sentido.

Lo que parece apropiado es tomar los riesgos y creer en México. Y los riesgos no son muchos: es más eficaz y con mayores efectos multiplicadores un peso invertido aquí, que en Houston o Londres. De hecho, algunos indicadores sugieren efectividades de entre 5 y 7 veces. En la práctica se multiplicaría el gasto social pues la derrama en la sociedad es más efectiva a través de la reactivación del mercado interno. Es un círculo virtuoso. Se estimularía la industria y la tecnología en México, lo que generaría empleos bien remunerados para los científicos, ingenieros y técnicos mexicanos.

Para que quede más claro qué hay que hacer, esbozaré algunas ideas que pueden servir como elementos para un debate nacionalista y generar el corpus de conocimiento que permita arropar decisiones óptimas.
Dados los tamaños del país y de nuestra industria petrolera, deberíamos tener unos tres institutos del petróleo y las instituciones de educación superior deberían producir varias veces el número de ingenieros y científicos que ahora gradúan tan sólo en los temas del petróleo y su utilización. El SNI debería duplicarse sólo en especialidades ligadas a la energía. Es cierto que debido al descuido fenomenal a lo largo de muchos años, nos falta la masa crítica de jóvenes capacitados, pero todavía podemos formarlos; estamos a tiempo para impulsar programas ambiciosos de educación y rescate de talentos. Desde la Academia Mexicana de Ciencias, Alejandro Frank y otros están poniendo a punto PAUTA (Programa Adopte un Talento).

La disyuntiva es falsa: aguas profundas precisamente ahora que los precios de la mezcla mexicana rebasan los 90 dólares, y solamente con asociaciones y alianzas con compañías extranjeras o la miseria del país. Las aguas profundas son un reto que podemos resolver los mexicanos en mediano y largo plazo si se emprende una profunda reforma educativa. Ciertamente deberemos evaluar con cuidado cuánto tiempo nos llevaría desarrollar solos la tecnología que necesitamos y en qué momento. En el mundo globalizado de hoy se deben explorar con ánimo integrador y nacionalista las alternativas de vinculación considerando costos y beneficios esperados.

Por ejemplo, Petrobras y Statoil, las empresas estatales brasileña y noruega, respectivamente, han hecho alianzas que les han permitido perforar y explotar en aguas profundas más rápido de lo que hubieran hecho solas. Estas empresas estatales no han perdido soberanía con sus alianzas. Aliarse no es regalar el petróleo. La verdadera disyuntiva no es si aliarse o no, sino establecer alianzas inteligentes, que protejan la soberanía, o alianzas estúpidas. Es irracional rechazar de entrada las alianzas sin saber en qué términos se dan.

Los datos publicados por Adrián Lajous, ex director de Pemex (15 de marzo de 2008, La Jornada) en el sentido que ya se ha decidido la renta por cinco años a partir de 2010 de plataformas semi-sumergibles que se han empezado a construir, sugieren cautela y precisión en el debate; demandan acciones claras y concertadas de frente a la sociedad; requieren que la clase política muestre que de verdad sirve a la nación. Además la reforma educativa es urgente.

Doña Josefina Vázquez Mota: esa reforma educativa debe abarcar todos los niveles. Deberán mejorarse los salarios de los maestros y deberá exigírseles compromiso. Es inaceptable que seamos los últimos de la OCDE en la mayoría de las asignaturas. Recuperemos el gusto por el lenguaje escrito y hablado y por la geometría y la biología; y por pensar. Hagamos que las televisoras difundan programación de calidad y con equilibrio. Con notables excepciones, lo que se difunde es deleznable.

En los niveles superiores aprovechemos la planta instalada, y abramos plazas para investigadores y técnicos que hagan atractivo el trabajo en estas áreas. No escatimemos esfuerzos y multipliquemos los apoyos en serio. Los ejemplos de que es posible trabajar y tener un salario digno siendo ingeniero petrolero o sismólogo o matemático estimularán a los jóvenes que hoy se alejan de disciplinas fundamentales para esta industria nacional.

Insisto, la capacidad instalada todavía es muy importante, tanto en la industria como en la academia. Hay que vigorizarla, echarla a andar y estimular la formación de expertos. En las reuniones internacionales de muchas disciplinas, los mexicanos brillan por su ausencia. En las mismas reuniones hay brasileños y venezolanos jóvenes que presentan trabajos y hacen estancias posdoctorales, que publican en las revistas especializadas, que desarrollan y adaptan las tecnologías. En el mundo de hoy hasta para comprar se requiere preparación.

Pero eso cuesta mucho, dirán algunos. Para tener presente los montos necesarios, veamos un ejemplo: crear una plaza de investigador en una institución de investigación requiere recursos de un millón de pesos considerando salarios, becas para estudiantes y otros apoyos. Si consideramos los excedentes petroleros de un año, podríamos crear sólo por este concepto 100,000 plazas. Usemos sólo el 1% y generemos mil nuevas plazas. Otro ejemplo: en vez de rentar equipo de perforación, o lo que es peor contratar compañías que perforen los pozos, deberíamos apoyar el desarrollo de las capacidades para fabricar los equipos aquí y usarlos. Dado el tamaño de nuestra industria se justifica intentarlo. Nos cuesta más no hacerlo.

Ahora mismo se requiere un debate nacionalista para afinar las decisiones. Las propuestas deben exponerse abiertamente y la voz de los que saben deberá pesar. Ese debate deberá darse sin excesos retóricos y con datos duros. Esto ya no es un asunto de ideología: es un asunto de interés nacional. Se trata de garantizar el bien general. El petróleo es de todos los mexicanos y en negocios la regla de oro es que el que tiene el oro (negro) pone la regla.

*Miembro del Consejo Consultivo de Ciencias de la Presidencia de la República (CCC)
*Investigador Titular del Instituto de Ingeniería, UNAM *Expresidente de la Academia de Ingeniería

consejo_consultivo_de_ciencias@ccc.gob.mx

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