Polí­tica y mercado de drogas, en el origen de la violencia

La Jornada
05 de febero de 2006
José Galán/Enviado

Luis Astorga Almazán, investigador de la UNAM

Culiacan, Sin., 4 de febrero. La violencia desatada por las bandas de narcotraficantes en diversos puntos de la geografí­a nacional es reflejo de los «cortocircuitos» causados por el fin del sistema de partido de Estado y la descomposición de la estructura piramidal de control y contención. «Lo que estamos atestiguando es una lucha por la hegemoní­a del mercado de drogas, que actualmente no existe, a lo que se suma el crecimiento del mercado interno.»

Luis Astorga Almazán, del Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México y coordinador de la cátedra UNESCO Transformaciones económicas y sociales relacionadas con el problema internacional de las drogas, afirmó lo anterior en entrevista, y añadió que, por ello es necesario cuanto antes que las distintas fuerzas polí­ticas lleguen a acuerdos básicos, porque son corresponsables en la lucha contra el tráfico de estupefacientes.

Descarta que los hechos de violencia en Michoacán y Guerrero constituyan una provocación polí­tica; los ubica como parte de la lucha por el control de las rutas de entrada y salida de la cocaí­na en México.

-¿En qué contexto se ubica la violencia inédita en estados como Michoacán y Guerrero?

-Hay un antecedente, que es el primer gobierno estatal de un partido distinto al del gobierno federal. En 1989, el PAN llegó a la gubernatura de Baja California con Ernesto Rufo. Posteriormente, otras gubernaturas quedaron en manos de oposición al PRI, es decir, PAN y PRD en otras partes. Lo que observamos a partir de ese momento, y que tiene que ver también con algo mucho más estructural como la reconfiguración del mapa polí­tico en México, son nuevas reglas del juego que empiezan a operar entre el campo del tráfico de drogas y el de la polí­tica.

«Antes, con el sistema de partido de Estado, el poder polí­tico tení­a un control relativo del mercado interno y de los grupos de traficantes. Es decir, habí­a una protección, pero también una contención sobre ellos. Además, no habí­a un crecimiento del mercado interno. Se habí­a mantenido en niveles mí­nimos, relativamente estables.

«Cuando se da la reconfiguración del mapa polí­tico, que tiene que ver con los cambios cualitativos del sistema polí­tico, lo que empezamos a ver es que aumentan los niveles de violencia, asociados con el tráfico de drogas y el mercado interno, justamente allí­ donde se empiezan a dar los cambios de partido en las gubernaturas, es decir, PAN y PRD. Lo vimos en Baja California, lo vimos en Chihuahua y en el Distrito Federal.

«Â¿Qué sucede allí­? Esa estructura vertical, en la cual el sistema de partido de Estado tení­a esos controles, y tení­a a las corporaciones policiacas que obedecí­an al mando de arriba, en una estructura completamente piramidal, dejan de funcionar. Entonces, hay cortocircuitos por todos lados, que tienen que ver con la reconfiguración polí­tica, porque cada gobernante de un partido distinto al PRI crea sus microestructuras de seguridad, porque no se coordinan con las estructuras de la seguridad federal.

«Eso indica una falta de acuerdos básicos respecto de la seguridad y la gobernabilidad entre las principales fuerzas polí­ticas en el paí­s. Ahora será muy fácil para ellos echarle la culpa del narcotráfico y la violencia al adversario polí­tico, es decir, el del PRI acusará al del PAN y éste al PRD. Pero ninguno aceptará que hay corresponsabilidad entre las principales fuerzas polí­ticas y que, independientemente de quién llegue al poder a cualquiera de los tres niveles de gobierno, a todos les sucederá lo mismo, porque se trata de problemas estructurales, y porque el tráfico de drogas no esta circunscrito a un solo paí­s. Es una cadena internacional en la producción, distribución y consumo. Por tanto, no hay un solo paí­s que pueda controlar todas las fases del negocio.»

-Pero, lo que pasa en Guerrero y Michoacán, donde hay gobiernos perredistas, ¿se trata de una provocación o por el rompimiento de estas cadenas de mando?

-Descarto el aspecto de la provocación polí­tica, porque históricamente los traficantes de drogas han sido marginados del poder polí­tico, y lo que les interesa no es quién pueda llegar a ser gobierno, sino quién es gobierno. En los estados mencionados hay un gobernador que decide a quién pondrá como secretario de Gobierno; de Finanzas; jefe de la policí­a. Entonces, no se puede decir que el jefe policiaco, en el cual delega la autoridad para controlar la estructura policiaca, le esté jugando rudo al gobernador. Y si es así­, o el gobernador es un inepto y, francamente, tiene que renunciar por su incapacidad para gobernar.

«Por otro lado, en el campo del tráfico de drogas, lo que estamos viendo es una lucha por la hegemoní­a, que por ahora no hay. ¿Por qué? Porque en el esquema de partido de Estado, éste era el árbitro de las disputas entre los traficantes, ya que los controlaba, los contení­a, los protegí­a simultáneamente.

«Cuando ese sistema desaparece hay mayor probabilidad de que los traficantes busquen dominar el campo del tráfico de drogas, ya sin mirar hacia la polí­tica, porque el Estado no es capaz, y porque esa estructura autoritaria, vertical, desapareció. Y las fuerzas polí­ticas que se distribuyen el poder en México no han logrado ningún acuerdo sobre seguridad y gobernabilidad.

«Y ante esta falta de acuerdos, los traficantes tienen mayores probabilidades de sacudirse la tutela del Estado. Buscan la hegemoní­a dentro de su propio campo, mediante enfrentamientos ahora tan frecuentes, por ejemplo en Michoacán y Guerrero.

«Además, estos enfrentamientos se dan con mayor intensidad en los lugares por donde ingresa la mayor parte de la cocaí­na al paí­s, particularmente por mar: la pení­nsula de Yucatán y las costas del Pací­fico, principalmente Sinaloa, Michoacán y Guerrero. Por ejemplo, tenemos al puerto michoacano de Lázaro Cárdenas como corredor de ingreso de las grandes cantidades, toneladas, de cocaí­na. Y, desde allí­, hay una serie de ví­as terrestres para llegar al mercado estadunidense. Son corredores de la droga sumamente importantes para el tráfico de cocaí­na. Entonces, ¿por qué la frecuencia de enfrentamientos allí­? Precisamente por el control de esas rutas. Si se da la frecuencia de enfrentamientos con violencia extrema, como los que hemos observado, y una multiplicación de estos enfrentamientos en el territorio nacional, se puede observar que se dan en lugares de ingreso de la droga que viene de Sudamérica y en los lugares de salida. No tanto en las rutas de tránsito, porque las comparten. Cuando digo compartir significa que las fuerzas policiacas, y muy probablemente polí­ticas, les dan protección en esas rutas.»

-¿Eso explica, de alguna manera, la violencia contra ciertos cuerpos policiacos estatales?

-Anteriormente, en el sistema de partido hegemónico, las corporaciones policiacas serví­an simultáneamente para proteger y para contener. Pero cuando desaparece, y se fragmenta el poder polí­tico, ya no existe ese control vertical y, entonces, hay mayor autonomí­a de las corporaciones policiacas respecto del poder polí­tico. Los cabos de la madeja están sueltos. E insisto en la necesidad, por tanto, de acuerdos básicos entre las fuerzas polí­ticas, que no pueden desligarse fácilmente de que los hechos actuales tienen que ver, precisamente, con esa falta de acuerdos polí­ticos.

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