Nuestras plantas, tesoro ignorado

Milenio Diario
27 de abril de 2006
Antimio Cruz

Biotecnólogo presenta libro sobre alimentos mágicos de los indí­genas

Fueron los pueblos mesoamericanos los que dieron su valor a la flora mexicana. Maí­z, frijol, nopales, amaranto, jitomate, cacao y huitlacoche: supernutracéuticos.

México.- La ciencia ha demostrado que la molécula que da el color rojo al jitomate tiene propiedades anticancerí­genas; que la semilla que se usa en el agua de chí­a contiene un polí­mero que dosifica la absorción de lí­quidos, y que los granos de amaranto son superiores a otros cereales como fuente de energí­a.

Pero aun sabiendo esto gracias al trabajo de nuestros cientí­ficos, en México no valoramos aún correctamente la riqueza nutricional, curativa y de medicina preventiva que tienen plantas nacidas aquí­.

Para llamar la atención sobre este problema y promover un uso inteligente de la biodiversidad mexicana, Octavio Paredes López, investigador del Cinvestav-Irapuato y actual presidente de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC), escribió el libro Los alimentos mágicos de las culturas indí­genasmesoamericanas, que hoy se presenta en la librerí­a Octavio Paz, del Fondo de Cultura Económica.

El volumen es un estudio sobre la riqueza ¡nutracéutica! de vegetales nuestros como el chile, los nopales, el maí­z, el frijol y el huitlacoche.

En coautorí­a con Fidel Guevara Lara y Luis Arturo Bello Pérez, también biotecnólogos del Cinvestav-Irapuato, Paredes revisa estudios hechos en los últimos 20 años y concluye que, a través de las plantas, las culturas mesoamericanas nos legaron un mensaje de salud que no ha sido comprendido lo bastante.

¡Lo triste es que estamos perdiendo esa biodiversidad antes de conocerla!, dice el investigador, y recuerda que en los años 80 se puso de moda consumir huitlacoche en los restaurantes de Nueva York, luego de que él publicara, en la revista Critical Review in Food Science, un artí­culo en el que citó la creencia de campesinos mexicanos de que ese hongo del maí­z reforzaba el vigor sexual en hombres.

¡Aunque ese era un señalamiento tangencial a mi investigación, el desconocimiento que habí­a del huitlacoche hizo que incluso me citaran en Playboy!, rí­e el cientí­fico que acaba de recibir el doctorado Honoris Causa por la Universidad de Manitoba.

Paredes López piensa que si los mexicanos hemos empezado a engordar es porque, por razones culturales y económicas, dimos la espalda a nuestros vegetales.

¡Hemos desperdiciado una riqueza identificada a lo largo de muchos años. Un ejemplo es lo que ha ocurrido con el maí­z; poco a poco se ha dejado de usar el maí­z pigmentado para conseguir que las tortillas salgan más blancas, pero ahora sabemos que las tortillas con maí­z pigmentado tienen mayor valor nutrimental!, dice.

También cree correctas las denuncias de grupos ambientalistas de que a México le están saqueando su germoplasma cientí­ficos de otros paí­ses.

¡Es verdad que México ha firmado y ratificado tratados para controlar el tráfico de material genético, pero en la práctica ese control es muy tenue; prácticamente ni existe!, lamenta.

Se sabe que en China se hacen productos a base de chile; que en Japón y Europa elaboran una bebida con el agave azul del tequila, y que un agricultor texano registró como suya una variedad mejorada de frijol mexicano; el ¡saqueo! de la riqueza biológica tal vez sea mayor en plantas medicinales.

¡El problema en esta área es que ni siquiera sabemos lo que tenemos». Hay que estudiarlo y usarlo con inteligencia… o lo perderemos para siempre.

Pequeña atención
Aunque en México se han identificado cinco mil materiales genéticos o tipos diferentes de maí­z (Zea mays), apenas se cultivan extensivamente 20.

Sólo 5 por ciento de los 60 mil tipos de frijol (Phaseolus vulgaris) conocidos en México forma parte de los bancos de germoplasma del paí­s, lugares destinados a preservar la información genética de especies vegetales.

A pesar de que el amaranto es de origen mexicano, el único banco de germoplasma de este cereal está en Pennsylvania, Estados Unidos.

Las riquezas genéticas de nuestras especies parecen ser más conocidas por los grandes laboratorios farmacéuticos, en opinión de Paredes López.

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