Más sombras que luces en el panorama del desarrollo en Michoacán

Cambio de Michoacán
7 de febrero de 2010
Ivonne Monreal

Políticos van a vienen dice el economista David Barkin Rappapor, y así sucede dejando un legado pesimista y trágico

Morelia, Michoacán.- David Barkin Rappaport, reconocido economista a nivel nacional e internacional, habla para Cambio de Michoacán sobre cómo en cinco décadas -las mismas que tiene radicando en el estado- ha visto cómo políticos van políticos vienen y uno a otro se suceden dejando un legado pesimista y trágico, donde por encima de su enorme riqueza, con una población diversa en conocimientos y habilidades, «los gobiernos han hecho lo necesario para crear una dinámica de construcción social que los niega y con particular esmero margina a la población de la posibilidad de participar en la construcción estatal».

Nacido en la ciudad de Nueva York y mexicano por naturalización, David Barkin advierte que la visión política de las últimas décadas en el estado ha sido de abuso de su población y de sus recursos naturales, con un constante proceso de marginación y maltrato de las comunidades indígenas y campesinas, que ha llevado a la entidad a una situación de empobrecimiento y destrucción progresiva, al no existir «una política concertada con sus habitantes, sino una de compra de votos, de clientelismo y de caciquismos que margina a las autoridades socialmente representativas para remplazarlos por grupos autoritarios subsirvientes o subrogados a la estructura de los gobernadores en turno».

El investigador, quien estudió economía en la Universidad de Columbia e hizo su doctorado en la Universidad de Yale, actualmente es profesor titular de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) en la Ciudad de México, además de ser miembro de la Academia Mexicana de Ciencias y profesor investigador del más alto rango en el Sistema Nacional de Investigadores, resumió que «en todos los procesos de decisión en el estado, hay siempre una decisión que pone en segundo plano a la gente y al medio ambiente».

El mensaje, reiteró quien en 1979 se convirtió en el primer extranjero en recibir el Premio Nacional de Economía Política por su análisis de la inflación en México, es que «son pocas las iniciativas atinadas que atienden a la estructura de la población y de su patrimonio natural de una forma respetuosa», Michoacán, aseveró, «es un estado en el cual sus gobiernos han hecho lo necesario para marginar las potencialidades de sus recursos humanos y naturales, un estado en el cual la clase política, con absoluta malignidad, premeditación, alevosía y ventaja, ha destruido la esperanza colectiva».

Autor de centenares de artículos en ocho idiomas y de una docena de libros, entre los cuales se encuentran Un desarrollo distorsionado: México en la economía mundial (en inglés, japonés y español) y, Monarcas y campesinos: Una estrategia para el desarrollo sustentable en el Oriente de Michoacán (con Gonzalo Chapela), comenta que ya no necesitamos a Gabriel García Márquez para escribir una crónica de una muerte anunciada, «yo la podría escribir, de hecho la última vez que vi a Gabo le platiqué de todo esto y me dijo, ‘ya no es interesante, ya son demasiadas muertes anunciadas’».

Equívocos en contexto

Especialista en economía ambiental, desarrollo ecológico y desarrollo regional, autor de Reconsiderando las alternativas sociales en México rural: Estrategias campesinas e indígenas (2006), relata que tuvo la suerte en estos 50 años que tiene como «renacido en Michoacán», de conocer la herencia del General Lázaro Cárdenas del Río y «el profundo arraigo del pueblo, los cuadros políticos más honestos y más comprometidos con otra visión del desarrollo y una extraordinaria herencia de gente» que han y siguen siendo colaboradores del trabajo de David Barkin.

En 1964, recuerda, fue a la Escuela Técnica Agrícola de Antúnez, en Tierra Caliente, que «era un proyecto cardenista para capacitar cuadros campesinos indígenas y lograr la gestión local, el desarrollo apropiado de los recursos en toda esta zona y la región Costa y, era increíble al viajar municipio por municipio -durante los 30 años posteriores, y ver los cuadros locales como presidentes municipales, jefes de tenencia, presidentes de bienes comunales que gestionaban recursos a beneficio de cada uno de sus ciudadanos y, era predecible, que cuando le preguntabas a quienes lo hacían bien ¿en dónde fuiste a la escuela?, te respondieran que en Antúnez».

Pero ahora, dice con suma pesadumbre, «¿te puedes imaginar todos esos pueblos ahora en los encabezados por narcocrímenes?, yo visitaba y conozco todas estas comunidades y las generaciones anteriores fueron cuadros salidos de escuelas como esa, da tristeza de ver».

Un caso muy específico, cuenta Barkin Rappaport, es el del pueblo náhuatl de Pómaro que todavía «conserva de los reyes católicos los documentos originales (siglo XVI) de la dotación de su tierra, su pequeña parcela que les da una dotación desde Zihuatanejo hasta Puerto Vallarta y, es un pueblo muerto de hambre», para el cual intentó colaborar en 1992 en la construcción de una red de electrificación que ellos controlarían, un sistema microhidroeléctrico para electrificar la montaña y crear fuentes de agroindustria y empleo, además del consumo doméstico.

Se trataba, detalla el economista, «de un aprovechamiento sustentable de los recursos del Río Coalcomán como alternativa al cultivo de la mariguana, porque en aquel entonces ya existían plantíos, pero el presidente en turno se enojó conmigo en específico -él era antes estudiante mío- (en referencia a Carlos Salinas de Gortari), dijo no, este proyecto no se hace y mandó helicópteros para poner línea y traer electricidad de Colima para que no se construyera una base de desarrollo propio de la zona y, por supuesto, su ministración de electricidad es bastante incierta si viene de Colima».

Y hasta el momento, sigue sin aprovecharse la capacidad hidroeléctrica del Río Coalcomán, «nosotros teníamos la tecnología sin daño ecológico y la posibilidad de un manejo campesino e indígena de todo este sistema de electricidad, pero fue bloqueado a los niveles más altos de la República porque implicaría mayor control local y no central, hubiera quitado el control político que ejercían los gobiernos de la Revolución”.

Este caso como uno de muchos otros, «he visto 50 años de destrucción, de cerrar oportunidades y una estrategia casi deliberada de crear las condiciones para que los michoacanos sigan migrando a gringolandia”, acota el autor de Fortaleciendo la tradición, innovando. Aportaciones campesinas en la orientación de la innovación tecnológica para forjar sustentabilidad (2009), y en otro ejemplo de esto y en su experiencia en Tierra Caliente a principios de los años 60, cuando se iniciaba el proceso de transición de campos algodoneros a cultivos de melón y sandía, cuenta:

«Traían trabajadores de fuera, porque -como diría un antropólogo- los michoacanos se sabían respetar demasiado y no se dejaban maltratar tanto, se podía explotar mucho peor a trabajadores de otras partes», además que los michoacanos de Tierra Caliente explica que tenían un fuerte compromiso con la Reforma Agraria y el General Lázaro Cárdenas, «de hacer producir y florecer las tierras, pero la cosecha de algodón y después de melón era un trabajo endemoniado, empezando con una empresa del norte que se llama Longoria, que no se responsabilizaba para nada de las condiciones de trabajo de la gente», perjudicada junto con sus hijas e hijos que eran envenenados por los agroquímicos que aplicaban.

En aquel entonces también, comenta que se había terminado la construcción del vaso del Infiernillo, «otra parte de la explicación de la pobreza y la falta de visión de este estado, porque se construyó exclusivamente para enviar electricidad al Valle de México, para la industrialización, para la visión centralista» y en aquel entonces, recuerda que un grupo de investigadores, entre ellos él, «nos reuníamos con Comisión Federal de Electricidad y con el General -vocal ejecutivo de la comisión del Río Balsas- y argüíamos que lo primero que debía hacerse era proteger y aprovechar las tierras michoacanas alrededor del vaso y crear con su agua y su infraestructura un emporio de desarrollo local autogestionado por las comunidades que estaban y están en extrema pobreza», pero como en el primer caso el proyecto se frenó por instrucciones federales.

A la par del proyecto propuesto para el vaso de Infiernillo, recapitula Barkin que querían crear un desarrollo tropical en lo que ahora se conoce como el Puerto de Lázaro Cárdenas, «otro ejemplo de hacer las cosas equivocadamente, porque en vez de ofrecer trabajos a gente que sabía y que podía ser capacitada, trajeron obreros del norte, viviendo en condiciones otra vez infrahumanas, muriendo de todas las enfermedades tropicales y con una situación de disolución social terrible, porque venían sin sus familias y, lo que predecimos y pasó, es que se pobló de villas miserables de prostitución y de una falta de infraestructura urbana, de manejo adecuado de los ecosistemas y una ausencia de gobernabilidad que sentó las bases para la destrucción de esta zona, que prevalece hasta hoy».

Tiempo después instalaron en la región la termoeléctrica en Petacalco, «que son las carboeléctricas más contaminantes en el mundo y la idea era traer carbón mexicano, pero primero se trajo de Australia y ahora se trae de Colombia. Una locura de planeación, una locura ambiental y una absoluta falta de respeto de los recursos humanos y naturales de la zona, que es la tónica del desarrollo del estado desde aquel entonces».

El modelo de desarrollo que todo esto implica, abrevia el autor de Reconsiderando las alternativas sociales en el México rural: Estrategias campesinas e indígenas (2006), «es traer inversión de fuera del estado, crear pocos empleos -relativamente porque las inversiones son intensivas en uso de capital- que usan y reclutan gente de fuera del estado y abusan de la gente local para los peores trabajos y, hasta hoy en día».

Una de las nuevas locuras por implementarse en esa región, dijo, es «una planta de biodiesel con base en la plantación de jatrofa -un árbol que produce biodiesel de su semilla- pero con un costo que los ciudadanos estamos pagando, un subsidio a los dueños de éste para destruir una monoplantación que no tiene sentido para una planta que económicamente no tiene mucha justificación».

Esta visión de abuso de la gente y de los recursos naturales, prosiguió quien en 1974 fue miembro fundador del Centro de Ecodesarrollo creado en el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) -para promover la integración de consideraciones ambientales y ecológicas en las ciencias sociales- «es constante y podríamos regresar a la Meseta Central y podríamos ir al Bajío y después al Oriente, porque el patrón se repite en cada región, con sus notables diferencias».

En la Meseta, «tú das privilegios para que la gente de centavos -en contra de todas las reglas del juego- cree una industria aguacatera que es el orgullo de la burguesía de allá, pero que ha traído costos ambientales y una polarización terrible que inicialmente era hecha por la burguesía local, pero que ahora está controlado por norteamericanos e israelíes. Y la conexión con los extranjeros es muy notable y es un ejemplo de la forma en que se hace todo esto: antes de la inversión norteamericana estaba prohibida la exportación de aguacate mexicano a Estados Unidos por una supuesta plaga y, después de una serie de maniobras esta plaga se controló de manera milagrosa en el momento en que Mission y Calavo controlaron la exportación, los primeros grandes inversionistas y, después, llegó capital de Medio Oriente. Todo con un proceso de marginación y maltrato a las comunidades indígenas de la zona que tenían y tienen enormes zonas boscosas con variedades de aguacate, pero que están hasta hoy relegados a partes marginales del mercado».

Otro ejemplo de todo esto, añade, fue la creación del primer desarrollo geotérmico del país, «el Parque Nacional en Los Azufres, con tecnologías mexicanas a nivel internacional, pero es una explotación donde CFE negó y niega la participación de las comunidades locales. La idea era que la geotermia fuera aprovechada para crear pequeñas agroindustrias e industrias artesanales y un centro de turismo en base al conocimiento que la población local tiene para el aprovechamiento de la geotermia, sin interferir con el desarrollo de la CFE, pero fue rechazado porque sus ingenieros no querían inmiscuirse en una interacción con comunidades campesinas, porque había la idea de que eran anacrónicos, obsoletos, gente que tenía que ser socialmente destruida, porque la comunidad campesina era un obstáculo para la modernización del país, y parte de los académicos -en la cual no me incluyo- decían que había que promover una política que se llamaba descampesinización pero nadie me pudo decir qué iban hacer con los ex campesinos».

Un caso más del menosprecio a los pobladores originales de las regiones, comenta que es lo que ha derivado con las reservas de la mariposa monarca, “con una política del desarrollo y el ecoturismo en las regiones que ha sido la de sistemáticamente hostigar, empobrecer, marginar y desalojar a los campesinos de sus tierras cuando, para ellos -ahora que las reservas son la zona de mayor densidad de turismo en el país en los cuatro meses que están-, la mariposa se ha constituido en una plaga y esa política de conservación es de destrucción forestal y de genocidio campesino, adjetivos que he utilizado en foros mundiales, porque tienen nombre y apellido los criminales, de gobernadores de este estado, del Estado de México y de famosos académicos y funcionarios de la burocracia».

Y podría seguir, advierte, paso a paso, región por región, como el proyecto de desarrollo costero, «el asentamiento de la clase política en Ostula, en San Juan de Alima, comprado ilegalmente por los grupos poderosos que podríamos describir como los poderes fácticos del estado de Jalisco, asociados al poder político de Guanajuato junto con, y esa es la vergüenza, la clase política de Michoacán, en un desarrollo costero que robó tierras legalmente indígenas y comunales, y que provocó la violencia que vimos el año pasado y, este proyecto, tendrá un costo social, ambiental y político que, yo me atrevería a decir, va a ser a la larga mayor que la destrucción de Lázaro Cárdenas, porque es un proyecto equivocado».

Proyectos que resultan en conspiraciones que se convierten en desastres previsibles y ahí está, agrega, el caso de la «privatización del ferrocarril, que no es una decisión estatal pero en la cual imponen a la ciudadanía el costo, está el proyecto del Libramiento Poniente en manos de uno de los más grandes consorcios del país».

Morelia, de patrimonio a propiedad

Galardonado en tres ocasiones con el Premio al Área de Investigación en los años 90, David Barkin habla del caso de la ciudad capital, de Morelia, como un «centro cultural, histórico y muy choteado de patrimonio de la humanidad, con una administración que desdeña y repudia esta historia, y una clase dominante que realmente menosprecia esta herencia y podríamos mostrarlo a través de muchísimos ejemplos” y para la cual, también se han presentado proyectos de desarrollo sostenible que han sido rechazados.

En los años 80, conversa Barkin, propusieron “convertirla en una ciudad de la ciencia, cultura y conocimiento tradicional para el desarrollo y que hubiera generado -de acuerdo a estimaciones de esa época- unos 250 mil empleos autogestionados y dignos, pero no podían creer que las comunidades indígenas de esta región y los jóvenes salidos del Instituto Tecnológico de Morelia, de escuelas locales y de talleres con los que hemos colaborado en muchas partes, pudieran ser capaces de crear esto sin un costo enorme de capital ni destrucción ambiental. Otra visión de cómo es esa política discriminatoria».

Por el contrario y como uno de los muchos ejemplos están los proyectos de “ciudades bardeadas -como se les conoce en la literatura- y la visión metropolitana empobrecedora a la larga, que sólo han logrado desatar la violencia e intensificar la lucha de clases” y una pequeña muestra es la confrontación “por apropiarse de la Loma”.

«En los 80 en Morelia, hubo una lucha concertada para defender y crear la única reserva que existe aquí en el valle, que es la Loma, creada por decreto -de cierta forma- en 1936 y, desde aquel entonces mal vista por la gente de centavos como un desperdicio de potencial de valorización, con una visión de apropiación porque está siendo subaprovechada y, aunque dicen que se hace porque se hace, lo dudo mucho porque tendría que ser sobre los cuerpos muertos de decenas de michoacanos».

Proyecto que defienden declara, «en nombre de un señor que ha ganado su premio a través de sobornos, de manejo ilegal o amistades políticas y de engaños contra los campesinos desde Jesús del Monte y toda esa zona, Francisco Medina, que no es más ni menos corrupto -quizá no tiene tanto poder- que los Ramírez, quienes al igual tienen un proyecto de Tres Marías que es un fracaso económico y una destrucción ambiental terrible con una visión social depredadora».

Entre estos dos grupos, señaló Barkin Rappaport, «lo que hacen es matar la vida del Centro Histórico de Morelia, haciendo una fuerza centrífuga para crear una visión californiana de suburbanización o exurbanización, con centros comerciales para la gente con dinero y un centro para los rotos», y desde la perspectiva privada y de mercadotecnia calificó como “inteligente la estrategia de Altozano, ya que no sólo regala terrenos para un campus del Tec de Monterrey -universidad privada de mayor aprecio entre la clase dominante del país-, sino que se asocia con el dueño del mayor centro comercial de Los Ángeles, California, Costa Mesa y el grupo SIC, SA, de Carlos Slim”.

Sin embargo, dice que además de que el campus creado es de tercera calidad y no ha podido despegar con la calidad prometida, en términos de la vida regional implica “destruir la clase comercial, porque la gente con mayor poder de compra ha vendido casas en Nueva Chapultepec, Chapultepec Sur y en las colonias de los viejos desarrollos de tiempos de los Ramírez, para irse a estas ciudades donde vemos una nueva forma de segmentación social y económica, porque no es solamente que se separa la gente decente de los michoacanos, sino a un costo de la calidad de vida de la mayor parte y un disfrute de ambientes de ensueño de muy limitado tiempo, porque esta visión depredadora genera más gases de invernadero y las necesidades de un modelo de manejo ambiental que es destructivo».

Se trata en suma -continúa- «del aprovechamiento de los recursos públicos, su privatización y su transferencia -como especie de franquicias a los grupos privados- y, si fuera para crear nuevas oportunidades, riqueza y calidad de vida, uno podría discutirlo, pero no lo es, sino para crear ciudades cerradas, con sistemas leoninos de impuestos de diversos tipos, que implican usar recursos del erario público para inversión privada y, sobre todo, desde mi perspectiva, el mal uso de los recursos naturales que deja una huella y una deuda ecológica que nosotros vamos a pagar con el continuado deterioro de esa calidad de vida de la población».

Por ejemplo, puso el caso de la infraestructura utilizada para la construcción de esas dos ciudades, «todas esas calles pavimentadas indican que habrá menos infiltración de agua a los acuíferos de recarga de la región, pero no solamente eso, si el agua de lluvia no se recarga y no se infiltra en las tierras, se crean nuevos ríos y avenidas de devastación hidráulica y, me parece particularmente irónico, que la avenida de su santidad Juan Pablo II va a ser una avenida y fuente de muerte, porque va a provocar destrucción en su camino y cuando llegue a la parte superior del pueblo de Santa María, su llegada no va a ser feliz, ya lo hemos visto en Tres Marías en años pasados, pero no se habla de esto, aunque ahí está».

Mientras tanto, dijo, la visión de la alcaldía es invertir recursos “en el elefante blanco de la antigua central para crear estacionamientos disque públicos, que están en manos privadas» y, con una visión de poner más luces en el Centro Histórico que está muy bonito, pero me pregunto si la solución a los problemas de Morelia es generar problemas de calentamiento global al usar más electricidad y gastar más en su pago sin atender las necesidades más básicas de la población”.

Además de lo que traen consigo esas nuevas ciudades, dijo que está el “hecho de contar con un servicio de transporte vergonzoso -por decir lo menos-, el de tener uno de los sistemas de agua potable más caros de la República con una calidad del servicio que deja mucho que desear, además de un canal abierto de aguas negras que cruza la ciudad y, uno se pregunta, qué población que se respete a sí misma tendría una cloaca abierta así mientras invierte a doce kilómetros en una planta de tratamiento -parte de la cual se va a utilizar para regar un club de golf- en vez de permitir a los usuarios tradicionales, como los del Distrito de Riego de Álvaro Obregón, que prosperen con una modernización y transformación sanitaria para que la fruta y verdura sea de primera calidad y que no tengamos que preguntarnos si su leche es producto animal o de cloaca».

Los gobernantes en tanto, termina, avalan “directamente proyectos como el de la Loma, lo cual es innecesario porque deberían dejar que sus súbditos lo hagan, pero incluso salen a la defensa del proyecto y se ofrecen a pagarlo», una visión de la administración pública puntualizó, «equivocada, una apuesta sobre grupos económicos y sociales que tendrían primero que resolver el problema que históricamente y, actualmente, no han podido, el de probar su capacidad de hacer realidad sus promesas».

Gobiernos van y vienen

David Barkin Rappaport, quien realiza trabajos en colaboración interdisciplinaria con comunidades locales y organizaciones civiles regionales, tras compartirnos su visión sobre la situación en el estado, dice que sería imposible calificar gobiernos, “porque hay demasiada competencia, cada uno logra superar el anterior”.

Pero respecto al anterior, y al considerar que significó la entrada del primer gobierno de izquierda a la entidad y uno encabezado por descendencia directa del General, comentó que para empezar el hijo, Cuauhtémoc Cárdenas, “no es su heredero intelectual y político y, en el caso de Lazarito, él fue una gran decepción”.

El sexenio de Cárdenas Batel, señaló el autor de Las nuevas ruralidades: Forjando alternativas viables frente a la globalización (2005), “fue trágico, su herencia fue trágica. Uno de muchos quizá, pero cuando había tanta esperanza -porque él ganó por la mercadotecnia del apellido- él no tomó decisiones, a fin de cuentas no fue un gobernador, lo dejó a distinta gente y escogió un equipo extraordinariamente desafortunado, no solamente desde mi perspectiva, sino desde la perspectiva del estado, porque no importa de qué clase política hablemos, ningún grupo realmente ganó con su sexenio”.

Incluso la clase empresarial, aseguró, no salió ganando en su mandato, “les dio oportunidad a empresarios individuales, pero la perspectiva empresarial de esta región no es muy alentadora. Yo no veo que hay mucha posibilidad a nivel de clase, de grupo social estatal, que salgan ganando, hay individuos ganones, pero no como representantes de un interés de su clase. La mejor metáfora es lo que está pasando en La Palma, es realmente la privatización de unas oportunidades en beneficio de un grupo de intermediarios de bienes raíces y políticos que deben estar enriqueciéndose por montones y, un grupo extranjero -lo están tratando de implementar, hay ciertos escollos-”.

Eso es lo que está pasando en el estado, advierte, “la privatización pero no a nombre de una clase ni de un proyecto de la burguesía michoacana -porque ya no existe-, hay los Ramírez, hay los Medina, podríamos hablar de lo que pasa en Sahuayo, en Uruapan, la tragedia de Zitácuaro, pero le podemos poner nombre y apellido a esos cotos, no de un proyecto de integración. Si hubiera una visión empresarial grandiosa -a lo mejor no es mi visión de cómo debería ser el estado-, por lo menos habría una dinámica estatal que en este momento no la hay. Es decir, los buenos augurios para el futuro hablan del tres por ciento de crecimiento para este año en el estado, contra el seis a diez por ciento en negativo del año pasado, nos faltarán cuatro años para recuperar 2008 -y no fue un buen año-”.


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