La Crónica de Hoy
29 de julio de 2009
José Luis Morán López
Opinión
En un mundo con tantas culturas y creencias es siempre gratificante que se realicen eventos en los que bajo un interés común puedan convivir, aunque sea algunos días, personas con tan diferente educación y trabajar en pro de un proyecto común.
La física fue el elemento que convocó en Mérida, Yucatán, a delegaciones de 72 países, del 11 al 20 de julio pasados. El interés común fue el de reunir a los mejor estudiantes de nivel bachillerato de todo el mundo, para que mostraran sus destrezas y conocimientos en la física.
México fue la sede de la Olimpiada Internacional de Física en su edición número 40, después de Vietnam (2008) e Irán (2007). Para la realizada en nuestro país nos fue otorgada la sede en 1996, 13 años antes de su realización. Eso muestra el interés que tienen los países de diferentes regiones del mundo por tener tal distinción. Esta competencia inició en 1967 en Varsovia, Polonia. Entonces participaron sólo cinco países. Además de Polonia, estuvieron presentes Bulgaria, Checoslovaquia, Hungría y Rumania. Cada delegación consistió de tres estudiantes, así que únicamente compitieron 15 alumnos. Muy rápido se vislumbró esta actividad como una acción de suma importancia para promover la vocación de jóvenes hacia esta disciplina y sembrar las raíces de futuros científicos. Ahora se permite que cada delegación esté integrada por cinco estudiantes y, en nuestro caso, compitieron 316 jóvenes.
Durante 13 años trabajó un comité organizador formado por algunos ex presidentes de la Sociedad Mexicana de Física (SMF), el vocal de Olimpiadas y una secretaria ejecutiva. Cuando la solicitamos, poco sabíamos de la complejidad y magnitud de ese evento, pero era una de esas actividades académicas que inciden directamente en los objetivos de la SMF: mejorar la enseñaza de la física y atraer a más jóvenes a licenciaturas en ciencias duras para que eventualmente algunos de ellos se conviertan en científicos.
La tarea no fue fácil y se tuvo que trabajar en muchos frentes. La competencia, a diferencia de otras similares, fue más compleja, dado que contempló exámenes en física teórica y experimental. Se dice fácil, pero teníamos que ofrecer al pleno de los representantes de todos los países tres problemas teóricos y otro experimental. Todos ellos debieron ser originales y de un alto grado de dificultad. En la nota publicada en esta sección la semana pasada, el doctor Luis Felipe Rodríguez comentó sobre el nivel de los problemas teóricos y el grupo que los diseñó.
El problema experimental no fue menos difícil, debió de diseñarse de tal manera que se manifestara, además del conocimiento en física, la creatividad de los jóvenes. Un grupo grande de investigadores experimentales trabajó por más de un año en el diseño del experimento y de la fabricación de cada uno de sus componentes. No se trataba de comprar un kit en el mercado; era necesario diseñar uno específico para la competencia. Primero había que escoger el problema y luego se tenía que construir un kit por cada participante, ya que la prueba es individual.
Otro grupo, extremadamente importante, es el los profesores que tienen la tarea de corregir los problemas. Este grupo tiene que estar compuesto por profesores del país sede y deben de corregir en tiempo récord cientos de exámenes. En este caso se contó con aproximadamente 100 profesores de las más diversas instituciones de educación superior de todo el país, incluyendo a la UNAM, el IPN, la UAM e instituciones locales Cinvestav-Unidad Mérida y la Universidad Autónoma de Yucatán. Una vez corregidos los exámenes, los correctores tenían que argumentar y sustentar ante los responsables de las delegaciones la calificación otorgada, tarea nada fácil, ya que los delegados siempre encuentran pequeños errores o desarrollos en el examen que el corrector no identificó, dado que las respuestas están en idiomas de todo el mundo y los delegados buscan obtener la mejor calificación posible que los lleve o acerque a una medalla o mención honorífica.
A pesar de todas esas complicaciones, un grupo numeroso de físicos mexicanos, liderados por la Sociedad Mexicana de Física, realizó con gran éxito el evento, tanto académicamente como en organización en los múltiples eventos culturales y sociales que se realizaron para que los visitantes pudieran convivir con sus pares de todo el mundo, para que todos apreciaran aspectos importantes de nuestra cultura prehispánica, colonial y moderna, y para que escucharan conferencias que ampliaran su conocimiento en temas actuales de física. Este otro aspecto de actividad fue apreciado y agradecido por nuestros visitantes, y no tengo duda de que los estándares que se han fijado en nuestro país fueron muy altos.
Por otro lado, otro resultado que nos llena de orgullo es que el equipo mexicano, integrado por jóvenes de Oaxaca, Chihuahua, Tamaulipas y la ciudad de México (dos), logró la mejor actuación a lo largo de la historia de las olimpiadas. Dos de los jóvenes mexicanos, Édgar Andrés Sánchez García y David Eduardo Hernández Sánchez, de Chihuahua y Oaxaca, respectivamente, obtuvieron medalla de bronce, resultado obtenido por su capacidad intelectual y además por el apoyo de sus maestros, entrenadores y familiares.
Los mejores estudiantes de toda la competencia fueron los jóvenes chinos. Sus cinco alumnos obtuvieron medalla de oro; de entre ellos, quien obtuvo las mejores calificaciones en los dos exámenes fue una joven china. Esta es la primera vez en la historia de las olimpiadas que una mujer logra destacar como la mejor del mundo en las Olimpiadas de Física. Este es un mensaje interesante para nuestras estudiantes, que en ocasiones subestiman sus capacidades para las ciencias duras.
Los resultados generales en los que destacan los orientales hacen notar las diferencias en la educación en física de cada país; mientras ellos ven la física, las matemáticas, la biología y la química como esenciales para la formación de sus jóvenes, nosotros y otros países latinoamericanos les damos un menor valor a estas disciplinas y las horas de enseñanza que se le dedican son mínimas. Esta regla la rompe Brasil, que es ejemplo de Latinoamérica. Sus estudiantes lograron dos medallas de plata, dos de bronce y una mención honorífica. Esto es otra muestra de que la política científica y la inversión en educación, innovación tecnológica e investigación científica seguida por ese país desde hace algunas décadas está arrojando importantes frutos.
Finalmente, es importante hacer notar que el financiamiento para llevar a cabo este evento provino de muchas fuentes, principalmente de la Secretaría de Educación Pública, el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, de la Universidad Nacional Autónoma de México y de la Academia Mexicana de Ciencias. El Consejo Consultivo de Ciencias de la Presidencia de la República, por su parte, dio su respaldo a este evento. Mención particular merece la Fundación Carlos Slim, la cual en forma discreta pero constante ha venido apoyando este tipo de eventos y contribuye así a la formación de científicos desde hace varias décadas. Esperamos que pronto existan más fundaciones que complementen el esfuerzo que realiza el gobierno de México en la formación de capital mexicano científico y tecnológico.
Ahora más que nunca se ve con mayor claridad que la riqueza de un país se cifra en su número de científicos y en la inversión en actividades que redunden en el desarrollo de la ciencia y de sus aplicaciones.
*Miembro del Consejo Consultivo de Ciencias de la Presidencia de la República (CCC)
*Investigador de la Facultad de Ciencias, UNAM.
consejo_consultivo_de_ciencias@ccc.gob.mx