KARINA AVILES
LA JORNADA
Lunes 7 de febrero de 2005.- Al referirse a la iniciativa de ley de bioseguridad, de la que se abrirá una consulta pública esta semana para escuchar las inconformidades de quienes advierten que esa norma permite el uso de los transgénicos, el presidente de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC), Octavio Paredes, expresó que es mejor tener una norma a no tener nada, porque «así como estamos es la ley de la selva», y consideró necesario «luchar porque los transgénicos se utilicen de manera inteligente y no con toda la libertad del mundo, porque entonces sí habría riesgos».
El científico expresó que existe particular atención a esos productos; sin embargo, hay otros que también requieren «cuidado», como son los materiales que se modifican genéticamente por métodos tradicionales. En ese sentido, lamentó que no se preste interés a la preservación de materiales silvestres y criollos, como el maíz, el frijol y las plantas medicinales.
En entrevista, Paredes se refirió a la minuta de ley de bioseguridad de organismos genéticamente modificados, la cual ha sido cuestionada por diversas organizaciones y expertos en la materia, al considerar que alienta el uso de los transgénicos. Ante ello, el próximo día 10 la Comisión de Medio Ambiente del Senado abrirá una consulta para escuchar diversos puntos de vista.
Expresó que la postura de la AMC es en favor de la aprobación de esta norma, porque es preferible «tener una ley a no tenerla» y, por otro lado, así como hoy está el país, en esta materia «puede ocurrir todo lo que se quiera».
Además, añadió, las «imperfecciones» de una norma se pueden corregir. Por ello consideró positivo que la discusión se abra «a todas las opiniones», porque «todas son muy respetables». Lo importante, dijo, es que la ley en la materia abra el diálogo.
Sostuvo que los transgénicos «no son el demonio ni son la panacea; representan posibles alternativas a algunos problemas en México», aunque también existen otras opciones, reconoció.
Octavio Paredes señaló que esta ley «permite, bajo condiciones particularmente definidas, el uso de los transgénicos». Por ello será importante estudiar «caso por caso» y, en especial, los materiales de este tipo, como el maíz y el frijol, aunque también se debe ser cuidadoso con los materiales que se modifican genéticamente por métodos tradicionales.
A su vez, puso especial énfasis en la preservación de productos nacionales. En ese sentido advirtió que todavía hace una década en la sierra de Sinaloa se sembraba un tipo de frijol blanco que hoy día ya desapareció. En Chiapas varios tipos de frijol ya no existen. «Estamos perdiendo decenas por año de materiales genéticos silvestres», alertó.
El investigador expresó que el jueves pasado, en la reunión con las comisiones de Medio Ambiente, de Ciencia y Tecnología y de Estudios Legislativos, los miembros de la AMC y los legisladores coincidieron en que es preferible contar con una norma en la materia, y la opinión «por unanimidad» fue someterla a la aprobación del Senado en los próximos días.
Insistió en que no hay ninguna demostración científica de que los materiales transgénicos representen un peligro para la salud, aunque sí hay «dudas» de sus efectos en el medio ambiente. Por tal motivo, añadió, es necesario hacer estudios sobre los impactos ecológicos y en la salud para «estar plenamente seguros».
Dicha iniciativa fue aprobada en el Senado en abril de 2003; posteriormente fue modificada por la Cámara de Diputados a finales del año pasado y hoy día está a la consideración de los senadores.
Por otro lado, Octavio Paredes afirmó que la política mexicana en el sector agrícola induce la llegada de empresas trasnacionales, al desaparecer los centros de investigación de mayor relevancia en el sector y debilitar, mediante esta vía, los conocimientos que se producen en el país.
«Es una tragedia que el país permita la participación de empresas internacionales sin hacer nada, como también lo es que no exista ningún plan sobre el apoyo que la ciencia y la tecnología pueden dar al campo», finalizó.