Inversión en Ciencia y Tecnología

Mural.com
20 de mayo de 2009
Tonatiuh Bravo Padilla

Después de la vuelta a las labores cotidianas, ahora que la primera fase de la emergencia sanitaria al parecer está en declive, es indispensable mirar atrás para evitar errores y prever situaciones similares o más graves. En este sentido, destaca que la inversión en ciencia y tecnología en México sufre de un rezago considerable que quedó de manifiesto con la aparición del virus de la Influenza A H1N1.

México ha tenido que importar tecnología y recurrir a la del extranjero para realizar las pruebas sobre la enfermedad. Depender de otras naciones para diagnosticar a las personas con síntomas, ya no digamos para curar, revela una falla notable en el orden de prioridades de las políticas públicas. Lo anterior se agudiza si tomamos en cuenta que aún faltan los repliques del esparcimiento del virus y el invierno.

Comúnmente se justifica la falta de inversión en ciencia y tecnología con argumentos como que hay necesidades que apremian y que significan mayores ganancias para la población. Nada más falso. El virus desquició las actividades sociales y económicas y dejó pérdidas multimillonarias.

El costo de los errores humanos, sumado al descuido de la inversión en ciencia y tecnología en los últimos años, asciende a unos 55 mil millones de pesos de acuerdo a estimaciones del Banco de México, el equivalente a 0.5 por ciento del PIB.

Queda demostrado que dejar de invertir en educación, ciencia y tecnología en el presente es más costoso en el mediano plazo que los ahorros que pueda generar en el Presupuesto. Máxime cuando se mide en términos de las personas que perdieron su empleo y en la precaria situación de la economía turística.

Aún cuando la Ley de Ciencia y Tecnología es muy clara al mandatar una inversión de al menos un punto porcentual del PIB, actualmente sólo hemos llegado a un 0.33 por ciento del mismo, apenas una tercera parte. La cifra sería menor si no fuera por las gestiones de la Cámara de Diputados de la 60 Legislatura para aprobar recursos adicionales a lo proyectado por las Iniciativas de Presupuesto del Ejecutivo por 3 mil 795 millones de pesos.

Un buen número de países han adoptado la inversión en ciencia como una política pública, misma que además es altamente racional y genera eficiencias. Estos países no dudan en asignar recursos a la innovación tecnológica, porque tienen claro que los principales beneficiados son sus ciudadanos.

Según datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico entre los países que tienen una meta específica de inversión en este ramo están Portugal (1 por ciento), Irlanda y China (2.5 por ciento), España y Reino Unido (2 por ciento) y Alemania (3 por ciento).

La misma OCDE publica que la inversión total en ciencia y tecnología en Estados Unidos alcanzó el 35 por ciento del PIB, en los 27 países europeos llegó a 25 por ciento del PIB, en China casi al 8 por ciento y en la India supera el 1.5 por ciento.

Los cambios en el indicador, a pesar de las persistentes restricciones presupuestarias y reducciones generales del financiamiento gubernamental, son importantes, tan sólo China aumentó ente 1996 y 2005 de 2 a casi 8 por ciento, mientras que los cambios en México apenas son marginales. La OCDE recomienda un nivel de inversión en ciencia de al menos el 2.5 por ciento del PIB.

Un tema que relaciona directamente la inversión en ciencia y tecnología y la salud son los avances en el campo de la Medicina. El número de laboratorios establecidos aquí no es menor, pero en su mayoría corresponden a firmas extranjeras. Según la Academia Mexicana de Ciencias, mientras que en 2004 EU promediaba 125 mil patentes por año, nuestro país sólo promediaba 6 mil.

Esto demuestra de paso que no carecemos de los recursos humanos capaces para emprender la investigación de nuevas vacunas y tecnología que nos permitan eliminar la dependencia del extranjero.

Entre las reflexiones más importantes que nos deja la contingencia por el virus A H1N1 no se debe perder de vista la necesidad de que México replantee el lugar que tienen la ciencia y la tecnología en las prioridades del sector público. Un medio importante para lograrlo es la consolidación de una política de Estado que garantice una inversión suficiente y eficiente que sea compartida por el Poder Ejecutivo y Legislativo a través de un acuerdo nacional.

Seguir por el camino actual, sin sacar del estancamiento a las universidades públicas, principal fuente de investigación y desarrollo, sólo resultará en que las futuras pérdidas sociales y económicas serán incalculables.


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