¿Hasta dónde llega la visión en CyT?

Investigación y Desarrollo
25 de febrero de 2010

La consolidación de instancias dedicadas a atender la ciencia y tecnología en cada una de los entidades del país, el establecimiento de comisiones y leyes ex profeso por parte de congresos locales, así como las recientes reformas a la Ley federal que ostenta a esas materias, junto con la innovación, como parte primordial del desarrollo nacional, hacen pensar que en México existe el ambiente idóneo para consolidar la sociedad y economía basada en conocimiento. En la práctica la realidad es otra: los presupuestos locales y el federal son insuficientes, existe un reducido interés del sector productivo por invertir en el tema y una incipiente cultura de vinculación por parte de los elementos que integran el sistema.

Ante ese panorama cabe la pregunta: ¿Cuál es el rumbo que el sistema nacional de ciencia, tecnología e innovación debe tomar para los próximos años? Una aproximación a su respuesta es el estudio prospectivo realizado por el Foro Consultivo Científico y Tecnológico (FCCyT), que en próximas fechas se dará a conocer y del que su coordinador, el doctor Antonio Alonso Concheiro, explicó en entrevista los motivos y las metodologías empleadas en la obra.

Por otro lado, en este espacio coinciden opiniones de distinguidos especialistas sobre el propio sistema y sus principales desafíos en el futuro mediato, además de la pertinencia de dos recomendaciones hechas por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE): la primera sobre la creación de una secretaría del rubro, y la otra en torno a la federalización del quehacer científico y tecnológico.

El análisis de futuro

El doctor Antonio Alonso Concherio, coordinador del libro Futuros del Sistema Nacional de Ciencia y Tecnología (FCCyT, 2010) comentó que a partir de la Segunda Guerra Mundial, alrededor de una o dos terceras partes de la riqueza global generada se debió al factor tecnológico, y actualmente al agregar esa capacidad a las materias primas hace a las naciones más competitivas. “Ello no parece reconocerse en México, pues hasta ahora nuestro país carece de reconocimiento, salvo excepciones, por su tecnología e innovación, y tampoco se percibe la iniciativa de que forme parte de las prioridades de la política pública nacional”.

El especialista en estudios prospectivos dijo que otra característica del país es la falta de visión, pues no cuenta con análisis ni propuestas sobre cuáles podrían ser sus futuros a largo plazo, y más bien los planes propuestos parecen “buenos deseos” y no estrategias concretas. “Debemos de considerar que si nosotros no pensamos en nuestro porvenir otros lo determinarán, y eso es una acción peligrosa”, refirió.

Alonso Concheiro aseveró que la importancia de hacer un ejercicio como el propuesto por el FCCyT, el cual contó con la participación y apoyo del Conacyt, conlleva consecuencias positivas, al plantear alternativas y modos de actuar frente a los retos ulteriores. “Esos análisis nos permiten comprender mejor el presente y las consecuencias futuras de actuar o no de cierta manera”.

En el caso específico de la obra Futuros del Sistema Nacional de Ciencia y Tecnología, se trata de un ejercicio de análisis sobre la oferta y demanda de ciencia y tecnología que puede servir como un marco de referencia para la definición de eventuales políticas públicas, planes y/o programas en la materia. En él se tomaron en cuenta las posibles necesidades futuras de diversos sectores de la vida nacional, tales como transportes, comunicación, educación, alimentos, ambiente y energía, entre otras; además de las áreas consideradas críticas para el porvenir, por ejemplo: tecnologías de la información, biotecnología y genética, nanotecnología y materiales avanzados, por mencionar algunas.

De la misma forma, el documento cuenta con un análisis de la propia evolución del sistema nacional de ciencia y tecnología en las últimas tres décadas, a fin de reflexionar sobre su estructura, las inversiones y recursos humanos que requerirá eventualmente, además de los productos que ha de generar en los próximos años. Ese marco de referencia histórico concluye con la advertencia de que, si no hay una aceleración en las acciones necesarias, en el año 2030 el sistema continuará con severas deficiencias y limitando las posibilidades de crecimiento económico y bienestar de la población mexicana.

De acuerdo con el coordinador del ejercicio prospectivo, se seleccionó a un grupo de expertos en temas de ciencia y tecnología de distintas ideologías, a fin de recoger tantas ideas sobre el futuro como fue posible, lo que sirvió para plantear los futuros deseables de distintas corrientes. La obra también representa un indicador sobre el grado de optimismo y pesimismo que existe en la comunidad científica.

“Los ejercicios prospectivos no anticipan el futuro, de modo que es difícil hablar de certidumbre en este ejercicio, si a eso agregamos que los datos con los que contamos en México sobre ciencia y tecnología son poco robustos, entonces es difícil identificar tendencias claras del porvenir. En realidad, podemos conocer muy poco de lo que acontecerá en el largo plazo, pero lo que conozcamos es valioso; aunque sean constructos mentales, esas narrativas nos pueden conducir a cambiar nuestro modo de actuar”, acotó el doctor Alonso Concheiro.

Puntos a considerar

En fechas recientes, la OCDE presentó su Estudio sobre Políticas de Innovación, capítulo México, del que se destaca un par recomendaciones para la consolidación del sistema nacional de ciencia, tecnología e innovación. La primera de ellas, y quizá las más controvertida entre la comunidad científica es la creación de una secretaría de ciencia, tecnología y educación superior.

Ese planteamiento del organismo multilateral se basa en que “dada la estructura de las instituciones y del gobierno de México, no hay una medida todopoderosa para mejorar la dirección del sistema de ciencia, tecnología e innovación”.

La instancia de gobierno estaría a cargo del diseño de políticas y tendría el poder de coordinar todo el presupuesto de ciencia y tecnología, acciones a las que “legítimamente aspiraba el Conacyt, pero (…) no ha estado en posición institucional para hacerlo”.

El propio documento de la OCDE reconoce que la creación de esa nueva secretaría parece “irrealista” en el corto plazo, pero reitera que su institución continúa siendo una “opción válida” para considerar en el futuro.

Al respecto, algunos expertos dan su punto de vista entorno a si la creación, en el largo plazo, de una secretaría en ciencia y tecnología tendría la utilidad referida por el estudio de la OCDE.

Una de las voces a favor es la de Rosaura Ruiz Gutiérrez, titular de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC), al señalar que la conformación de la secretaría representaría un instrumento que coadyuve a elevar la competitividad y productividad del país, toda vez que no existe un sistema científico y tecnológico nacional eficiente, lo que representa cierta desorganización y falta de coordinación entre los actores.

Como lo ha expresado en diferentes foros, la titular de la AMC sostiene que las ventajas de una secretaría se han comprobado en muchos países de diferentes latitudes, donde el crecimiento en la inversión de la ciencia y tecnología es una constante, y las políticas públicas coordinadas y establecidas por esa instancia han dado resultado en el desarrollo social.

Sin embargo, otras figuras consideran que el establecimiento de la secretaria de ciencia y tecnología no cambiaría mucho el desempeño nacional en la materia. Tal es el caso del doctor José Antonio de la Peña Mena, director adjunto de Investigación Científica del Conacyt, quien estimó que lo realmente importante es que la temática sea prioritaria en la agenda presidencial y del Congreso. “No creo que sea un asunto imprescindible (el de la creación de la secretaría); si va a ver un impulso político que se refleje en su creación, entonces me parece que es necesario discutir hasta qué punto significa una diferencia o no; algunas personas creen que habría mayor burocracia, y no se pretende eso”, puntualizó.

Por su parte, el director del Consejo de Ciencia y Tecnología del Estado de Tabasco (Ccytet), Miguel Chávez Lomelí, sostuvo que la figura de secretaría no garantiza el correcto funcionamiento del sistema de ciencia, tecnología e innovación. “La estructura no garantiza la función, además debemos considerar que el tema del conocimiento es transversal; es decir, requiere de la participación de muchos sectores, y al crear una secretaría es posible sectorizar la ciencia, con los riesgos que ello implica. De modo que antes de pensar en ese punto, me parece más importante ordenar qué queremos del sistema”, formuló.

En el punto referente a la federalización de la ciencia, el estudio realizado por la OCDE considera indispensable para consolidar el sistema nacional de ciencia, tecnología e innovación el hecho de que las distintas regiones del territorio mexicano identifiquen temas prioritarios en los que pueden desarrollarse. Un enfoque en que la gran mayoría de los actores está de acuerdo.

A decir del titular del Consejo Tamaulipeco de Ciencia y Tecnología (Cotacyt), Julio Martínez Burnes, definir las fortalezas y debilidades de investigadores e instituciones de una región es de mucha utilidad, aunque señaló que el problema es implementar acciones al respecto. “Para hacerlo, es necesario que los actores (empresarios, investigadores y gobierno) se involucren como debiera, por más que el gobierno haga el esfuerzo, si no se llega con información e involucra a los actores no va a funcionar”, aseveró.

El director adjunto de Investigación Científica del Conacyt concordó con la propuesta de la OCDE, y añadió que al alinear prioridades regionales, también es necesario considerar a aquellos programas dedicados a la formación de recursos humanos, al desarrollo de empresas y centros de investigación orientados a las áreas identificadas, lo que sin duda requiere de mayor esfuerzo.

“El Sistema Nacional de Investigadores es otra muestra del fenómeno de federalización de la ciencia y tecnología, pues hace 25 años, cuando comenzó, la gran mayoría de sus integrantes laboraban en la ciudad de México, y actualmente esa cifra ha bajado a 42 por ciento. Eso es un avance importante, pero queda mucho por hacer en la ciencia nacional”, definió De la Peña Mena.

Referente la modelo de vocaciones locales, el doctor David Güemes Castorena, catedrático e investigador del Centro de Calidad y Manufactura del Tecnológico de Monterrey, expresó que recientemente esa casa de estudios realizó un análisis sobre el desarrollo regional, donde se señala la importancia de acompañar la generación de áreas prioritarias con el establecimiento de servicios básicos (agua, electricidad, drenaje, comunicaciones) en las localidades, a fin de garantizar su correcto funcionamiento. Asimismo, el estudio aporta la idea de que las diferentes regiones se aboquen a pocas áreas del conocimiento, con el objetivo de que las comunidades se conviertan en especialistas y referencia internacional en una o dos ramas.

Güemes Castorena comentó que el ejercicio del Tec. de Monterrey abordó la realidad actual y después visualizó un futuro en función de la capacidad de cada localidad, con lo que fue posible identificar a qué se podría dedicar cada región y pudiera generar una derrama económica a sus habitantes.

En ese sentido, el director del Ccytet se expresó en torno a que, si bien es conveniente identificar vocaciones regionales, esa determinación debe ser tomada por las mismas regiones y no desde instancias federales.

“El desarrollo científico, tecnológico e industrial surge de las regiones, las empresas compiten globalmente pero viven localmente. Entonces, si el desarrollo de la innovación científico se da en el interior, el financiamiento debe estar en los estados. Hay localidades que han tomado apuestas para un sector o para otro y se desarrollan independientemente de la Secretaría de Economía federal, pero en definitiva el desarrollo regional va de la mano del establecimiento de un proyecto nacional”, indicó Chávez Lomelí.

Aspectos actuales del sistema

Al referirse al sistema nacional de ciencia, tecnología e innovación, los comentarios expuestos por los entrevistados presentan un término común: la desvinculación entre sus elementos.

Matizado por el doctor José Antonio de la Peña, el sistema se encuentra en un “proceso de construcción”, y debe de trabajarse en la vinculación de sus elementos, por lo que el Conacyt promueve la creación de “redes temáticas” en busca de integrar participantes de un área común en diferentes instituciones y disciplinas.

Con menor discreción, los titulares del Cotacyt y el Ccytet coincidieron al mencionar que por momentos parece no existir un sistema nacional de ciencia, tecnología e innovación, pues existen eslabones rotos sin funcionar. Además, ambos hicieron referencia a las modificaciones a la Ley de ciencia y tecnología, que en vez de apuntalar el papel del Conacyt como administrador y operador de la política científica, genera un “adefesio jurídico” en el que incorpora a la Secretaría de Economía para administrar la parte de innovación.

Aún más contundente es el análisis realizado por el maestro Gerardo Ferrando Bravo, ex presidente de la Academia de Ingeniería y miembro del comité ejecutivo de la Asociación Mexicana de Directivos de la Investigación Aplicada y el Desarrollo Tecnológico (Adiat), al describir la falta directriz en que se encuentra el sistema nacional de ciencia, tecnología e innovación, y el trato “paternalista” que aún impera desde el centro hacia los estados en materia de decisiones en el ramo.

“Existen elementos para conformar un sistema que muestran bastante actividad en el tema de la ciencia, tecnología e innovación, pero cuando vemos los resultados como país podemos concluir que estamos mal, y me parece que al menos hasta el final de la actual administración no existirán grandes cambios en la materia”, consideró.

A partir de lo expresado por los especialistas y el estudio prospectivo del FCCyT es posible concluir que el sistema nacional de ciencia, tecnología e innovación, lejos de percibirse con un futuro catastrófico, manifiesta puntos específicos donde es necesario realizar a la brevedad mayores esfuerzos, a fin de transformar un porvenir con mejores índices de competitividad y productividad que impacten en el bienestar social y coloquen a México de vuelta en el mapa del liderazgo regional.


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