El trabajo nocturno, factor de riesgo de síndrome metabólico y obesidad

La Jornada
20 de abril de 2014
Redacción

El desvelo promueve la sobreingestión de alimentos, explica Carolina Escobar, de la UNAM

Cambiar las horas de comida hacia la noche desincroniza el ritmo de los genes reloj y los genes metabólicos del hígado, revela estudio realizado en colaboración con la UASL

Realizar actividad y comer durante el periodo natural de reposo podría contribuir a desarrollar el síndrome metabólico y la obesidad debido a que se altera el funcionamiento de los genes reloj y metabólicos en el hígado, según un estudio realizado por investigadores de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí (UASL).

Quisimos trabajar en este tema porque se ha visto que las personas que trabajan de noche tienen varios problemas de salud, comentó Carolina Escobar Briones, encargada del Laboratorio de Ritmos Biológicos y Metabolismo de la UNAM y una de las autoras del estudio.

El trabajo nocturno está asociado a un mayor riesgo de padecer trastornos del sueño y digestivos, obesidad y enfermedades del corazón. Es muy probable que esto se deba a que las personas que laboran en ese turno tienen que estar activas cuando su cuerpo más bien se prepara para descansar y repararse, lo cual representaría un conflicto entre la actividad del individuo y las funciones que naturalmente ocurren en su organismo en ese momento, explicó.

Lo que estamos reportando es que ya sea estar despierto y trabajando o simplemente cambiar las horas de comida hacia la noche es suficiente para provocar una alteración de tipo circadiano, pues desincroniza el ritmo de los genes reloj y los genes metabólicos, en este caso, del hígado, dijo.

Debido a que los humanos somos animales diurnos, pues estamos activos en el día y dormimos por la noche, gran parte de las funciones orgánicas siguen un ritmo circadiano, es decir, se repiten cada 24 horas.

Los ritmos circadianos son cambios que sufre el cuerpo para adaptarse a las necesidades del día y la noche. Hay cambios, por ejemplo, en la función de las hormonas, de la piel, en cómo respiramos. El hecho de que nuestros órganos cambien de manera conjunta hacia una fase de actividad y luego hacia una de reposo, permite tener un funcionamiento adecuado, explicó la también integrante de la Academia Mexicana de Ciencias.

El sistema circadiano, igual que en todos los mamíferos, está compuesto por múltiples estructuras en el cerebro y los órganos periféricos, con mecanismos para medir el paso del tiempo y ajustarse a los ritmos ambientales, como el de la luz del día.

Este sistema multioscilatorio tiene vías para llevar la señal de temporalidad de los estímulos externos a nuestro reloj maestro interno encargado de regular los ritmos circadianos: el núcleo supraquiasmático (NSQ), estructura cerebral que está en el hipotálamo. Éste, a su vez, transmite ritmo a otras partes del cuerpo mediante la secreción cíclica de hormonas y la actividad del sistema nervioso autónomo.

Escobar Briones y sus colegas estudian desde hace tiempo los efectos sobre la salud del trabajo nocturno, pero recientemente comenzaron a explorar qué pasa a un nivel molecular, en particular, con la actividad de los genes reloj en el hígado, los cuales tienen ciclos de 24 horas. Las proteínas asociadas a estos genes interactúan con otros genes de la célula encargados, por ejemplo, de regular su reproducción, muerte y metabolismo, en otras palabras, la manera en que realizan los procesos de transformación de energía.

La entrada luminosa es la principal señal de tiempo que ingresa al NSQ, pero el horario de las comidas (ingesta/ayuno) y el ejercicio programado (actividad/reposo) son estímulos que pueden reajustar las manecillas del reloj interno.

Para estudiar los efectos del estilo de vida moderno, los investigadores formaron cinco grupos de ratas macho a las que midieron principalmente la acumulación de grasa abdominal, la tolerancia a la glucosa (capacidad del cuerpo para degradar el azúcar, parámetro que sirve para diagnosticar diabetes) y la actividad de los genes reloj y metabólicos del hígado, órgano central en el procesamiento de la energía.

Efectos

Un primer hallazgo fue que las ratas que comían en su fase de descanso tenían más peso, acumularon más grasa abdominal y su cuerpo no era tan eficiente para degradar la glucosa.

También estudiaron los cambios en los patrones de alimentación. Se observó que las ratas comenzaban a comer de manera espontánea mientras estaban en actividad, algo parecido a lo que pasa con los trabajadores nocturnos o la gente que se desvela. El desvelo promueve la sobreingestión de alimentos.

Asimismo, encontraron que en las ratas con actividad y alimentación durante la fase de reposo se invirtió el ciclo de ciertos genes reloj en el hígado y se perdió el ritmo de otros; en las que sólo comían a deshoras se invirtieron todos los patrones.

Los científicos exploran si estas alteraciones son exclusivas en el hígado o si también se presentan en otros órganos, como el corazón, páncreas y glándula suprarrenal.

Un hallazgo muy importante es que sólo cuando la actividad en la fase de descanso se combina con alimentación conduce a alteraciones en el metabolismo.

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