Reforma
07 de septiembre de 2006
María Eugenia Sevilla
En la historia de la ciencia, afirma el historiador John Hodge, cualquier cambio es paulatino
Ciudad de México.- Aunque el concepto de «revolución» domina aún la historia científica, el historiador inglés Jonathan Hodge propone que el término deje de ser utilizado por considerarlo inadecuado, ya que tanto en la ciencia como en la política los cambios se dan en forma gradual.
De visita en México, el historiador de la ciencia, autor del ensayo Contra la «revolución» y la «evolución» (2005), explicó ayer que el término «revolución», tomado de la historia política, designa los cambios «repentinos, totales e irreversibles» de paradigma.
Pero tales revoluciones, sostuvo, como la que en el siglo 16 propició el astrónomo Nicolás Copérnico (1473-1543) al afirmar que la Tierra orbita alrededor del Sol, o el planteamiento de la teoría evolucionista de Charles Darwin (1809-1882), quien puso en tela de juicio la explicación divina de la creación, nunca se han dado de forma abrupta.
«Por el contrario, estos cambios siempre obedecen a procesos largos y paulatinos», señaló el catedrático en Historia y Filosofía de la Ciencia de la Universidad de Leeds, Inglaterra.
«Muchos especialistas creen que realmente no hay ejemplos de estos saltos en la historia de la ciencia. Su ejemplo favorito es la revolución copernicana: tomó 200 años y no parece una revolución».
Hodge reconoció que su tesis de alguna manera se contrapone con las ideas de su colega Thomas S. Kuhn, autor del famoso libro La estructura de las revoluciones científicas, donde plantea la existencia de paradigmas en el pensamiento científico que periódicamente son renovados.
«Yo diría que algunos cambios en la historia son demasiado importantes como para ser llamados una revolución; puede sonar paradójico, pero los cambios fundamentales no pueden darse rápido (…) Es un concepto excitante, pero quizá sólo es apropiado para propósitos de dramatización».
Pero la postura de Hodge puede cambiar; en entrevista admitió que «tal vez» la primera verdadera revolución en la historia científica podría estar en el campo de la ingeniería genética, que ha permitido alterar el proceso evolutivo de las especies de forma abrupta, por lo que consideró que la pertinencia del rechazado término es en este caso «debatible».
Hodge admitió que, dado que el término evolución se refiere a los cambios «naturales» que se dan en las especies, no es el más adecuado para referirse a las modificaciones que los seres humanos provocan en las estructuras genéticas.
Advirtió que los biólogos no están discutiendo la necesidad de establecer un término distinto para referirse a esos procesos. «Tal vez deberían hacerlo».
Invitado por la Academia Mexicana de Ciencias (AMC) y la UNAM, Hodge tiene programado impartir cuatro conferencias en torno a las discusiones más recientes sobre la teoría de la evolución en distintos recintos universitarios.
En su obra, el historiador ha propuesto revalorar las aportaciones que otros científicos, antes y después de Darwin, han hecho para fundamentar la teoría de la evolución, pues existen otros mecanismos de selección natural como las mutaciones que el naturalista inglés no consideró, debido a que en su época no estaba desarrollada la genética.
Hodge aceptó que para los científicos puede resultar difícil asimilar la idea de replantear los términos «evolución» y «revolución» aplicados al darwinismo.
«Siempre hay tensión entre quienes hacen algo y quienes construyen la historia; hay un conflicto entre los intereses de los científicos y los de los historiadores de la ciencia.
«Mi trabajo es una pequeña e indirecta contribución para entender la forma en que se han mezclado la ideología y la ciencia. Mientras más tiempo estén con nosotros ciertas actitudes, más firmemente quedarán arraigadas. Los historiadores podemos arrojar luz sobre estas cuestiones».
La vicepresidenta de la AMC, Rosaura Ruiz, destacó la necesidad de reforzar la enseñanza de la teoría de la evolución en las escuelas mexicanas, tema incluido en el bachillerato y en algunas licenciaturas de la UNAM que motivó la invitación de Hodge a México.