Sobre los inventarios de manglar en México

A Ciencia cierta
17 de enero de 2006
Arturo Ruiz Luna*

Con fecha del 05/12/2005, La Jornada publicó un artí­culo firmado por Angélica Enciso, que alude a una entrevista con el Dr. Exequiel Ezcurra, académico de gran prestigio, hasta hace poco director del Instituto Nacional de Ecologí­a. Me llamó la atención su declaración en el sentido de que ¡el manglar es el ecosistema que más rápido desaparece en México! y también que ¡en el Golfo de California hay lagunas costeras con 90 por ciento de pérdidas!.

Ese tipo de afirmaciones me preocupa, sobre todo considerando su origen, pues desde hace más de cinco años estudiamos los manglares del noroeste de México a través de imágenes de satélite y no hemos detectado esos alarmantes niveles de deforestación, por lo menos para los últimos 30 años.

De igual manera, en diversos foros se ha señalado que el manglar se está perdiendo a tasas elevadas, que queda menos del 50 por ciento de la cobertura original y que la camaronicultura está deforestando estos sistemas.

Al solicitar datos o evidencias al respecto, solo he obtenido información anecdótica, indicaciones puntuales (San Blas, Nayarit) e inclusive he constatado que algunos de los que hacen este tipo de anuncios no necesariamente se dedican al estudio del manglar. Pero ¿como afirmar que a nivel nacional el manglar ha perdido gran parte de su cobertura original si no tenemos el dato fiable de su extensión hace 50, 30 ó 10 años atrás? Los inventarios forestales publicados en México indican que la cobertura de manglar lejos de disminuir de aproximadamente 700 mil hectáreas calculadas en 1973, habrí­a crecido hasta alcanzar cerca de ¡un millón de hectáreas!

Existen discrepancias entre las cifras oficiales recientes, por lo que ¿como podemos decir entonces que se ha perdido una proporción determinada si no sabemos cuanto tenemos? Por ello expreso mi inquietud, no por el deterioro de los manglares, que de hecho existe, sino por la repetición de tópicos ambientales que son admitidos sin cuestionamiento y que depende del prestigio de la fuente o de la cantidad de veces que se repita, para que sean tomados por ciertos.

En el caso de la ciencia, tenemos la obligación de ser crí­ticos y evitar las aseveraciones que no estén sustentadas en evidencias.

Esencialmente por esas contradicciones y ante la necesidad de información precisa para generar estrategias de manejo de los recursos, se están enfocando esfuerzos desde diversas instituciones de gobierno, incluido el Instituto Nacional de Ecologí­a, centros de investigación y universidades, para organizar inventarios de recursos y evaluar la biodiversidad en el paí­s, lo cual se aplaude.

Nuestra aportación se limita al noroeste del paí­s, donde hemos determinado que aunque hay deforestación de manglar, no es de la magnitud mencionada y que donde hay pérdida ésta no necesariamente está ligada a la camaronicultura, sino también a otros impactos de origen natural y antrópico.

Con relación a los sistemas lagunares la pérdida puede resultar importante, pero sin llegar a los niveles que se señalan, en tanto que lo que es evidente en general es un empobrecimiento en la calidad y vigor de esta vegetación.

Creo que es importante la denuncia y la prevención sobre riesgos ambientales, pero sin proponer visiones catastróficas gratuitas. Mejor apoyemos la generación de inventarios confiables. En ese sentido, es seguro que nuestro trabajo tenga deficiencias y errores, pero estamos interesados en discutirlo y en avanzar metodo-lógicamente para corregirlos.

* Miembro de la Academia Mexicana de Ciencias e investigador del Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo.
amcpress@servidor.unam.mx

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