El zorro en el gallinero: Monsanto en Manantlán

La Jornada
29 de agosto de 2005
Silvia Ribeiro

Desde hace más de dos años, la multinacional Monsanto tiene acceso directo y privilegiado al conocimiento y al germoplasma (semillas) de teocintle -pariente silvestre del maí­z-, gracias a investigadores públicos mexicanos que se lo brindan directamente desde un lugar único: la sierra de Manantlán, Jalisco, donde los cientí­ficos encontraron, a finales de la década de 1970, una especie de teocintle, el Zea diploperennis, que es endémica del lugar, lo que por su importancia fue argumento para declarar en 1987 a esta zona como reserva de la biosfera.

Si bien los cientí­ficos lo «encontraron» y catalogaron en 1979, los campesinos indí­genas sabí­an de su existencia algunos miles de años antes y gracias a su trabajo colectivo de adaptación y cuidado del teocintle crearon un cultivo con la enorme riqueza y versatilidad del maí­z.

México se considera «centro de origen del maí­z» precisamente porque aquí­ convive el maí­z con sus parientes silvestres, los diferentes tipos de teocintle, situación que sólo se da en Mesoamérica, que incluye a nuestro paí­s. Se han realizado muchas investigaciones cientí­ficas sobre la relación fundamental entre maí­z y teocintle y, más recientemente, sobre las amenazas que representa la introducción de maí­z transgénico para estas especies. Uno de los riesgos que se mencionan es que, a diferencia del maí­z, el teocintle es capaz de reproducirse sin intervención humana, por lo que al cruzarse con el maí­z podrí­a adquirir caracterí­sticas transgénicas, por ejemplo insecticidas, y afectar a más elementos de la biodiversidad.

En este contexto sorprende que investigadores del Centro Universitario de la Costa Sur (CUCSur) de la Universidad de Guadalajara hayan aceptado que Monsanto, principal trasnacional de los transgénicos en el mundo, «financie» en este centro universitario estudios sobre el teocintle, entregándole en forma sistematizada información única en el mundo sobre el maí­z y el teocintle.

El encargado de este proyecto es Roberto Miranda Medrano, jefe del Departamento de Producción Agrí­cola de la mencionada institución. Junto con otros investigadores, como José de Jesús Sánchez González y Francisco Javier Cárdenas Flores, ha recogido muestras de maí­z y teocintle para estudiar su hibridación (cruza de maí­z y teocintle) en otras zonas de Jalisco, como por ejemplo El Grullo, Ejutla, San Miguel y San Lorenzo.

Existe además otro proyecto de recolección de muestras de maí­z y teocintle de todo México, donde participan, además de los mencionados, Manuel Ruiz Corral y Juan Manuel Hernández Casillas, investigadores del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrí­colas y Pecuarias.

Según los proyectos que presentaron estos investigadores en la Semana de la Investigación Cientí­fica del CUCSur, en noviembre de 2004, se recolectan semillas en Chihuahua, Colima, Durango, Guanajuato, Guerrero, Jalisco, estado de México, Michoacán, Morelos, Nayarit, Oaxaca, Puebla y Chiapas.

Los resultados que se esperan del proyecto incluyen «formar un grupo de trabajo con experiencia en recursos genéticos del género Zea» (denominación que incluye al teocintle y al maí­z), «para estudiar y proteger el teocintle mexicano», así­ como «brindar a la comunidad cientí­fica una base de datos… de información geográfica, tipos de teocintle y tipos de maí­z, con sus localidades de colecta, requerimientos climáticos, áreas potenciales para inventarios de semillas».

Sin embargo, los auténticos cuidadores y conocedores del teocintle, las comunidades nahuas, habitantes originarios del lugar y creadores del maí­z, rechazan esta clase de proyectos como biopiraterí­a, y así­ lo asentaron en la declaración del Congreso Nacional Indí­gena-Región Centro Pací­fico, reunido en Ayotitlán, Jalisco, a fines de 2003.

Gaudencio Mancilla Roblada, representante general del Consejo de Mayores de la comunidad indí­gena de Ayotitlán en la sierra de Manantlán, declaró que «las investigaciones que se están haciendo tienen alarmada a la propia comunidad. Queremos seguir protegiendo nuestras semillas» (Christian Chávez, Semanario Costeño, Autlán, 14/5/04).

¿A qué ética responde dar la espalda a los indí­genas y entregar el conocimiento y la creación campesina, junto a la investigación pública, a Monsanto, voraz multinacional que junto a un par más de su estilo es la principal responsable de la contaminación transgénica del maí­z campesino en México?

Octavio Paredes López, presidente de la Academia Mexicana de Ciencias, que defendió a nombre de la institución que preside la ley Monsanto (mal llamada de bioseguridad), declaró en las conclusiones del Foro Regional sobre Ciencia y Tecnologí­a, realizado en San Luis Potosí­ recientemente, que «México puede destacar en el desarrollo de ciencia y tecnologí­a y es necesario inclusive buscar acuerdos internacionales para la formación de investigadores y apoyo a las investigaciones conjuntas»… Y para más claridad agregó: «con Estados Unidos podemos alcanzar acuerdos no sólo de libre comercio, sino también cientí­ficos y tecnológicos» (José Galán, La Jornada, 25/8/05).

O sea, México puede no solamente arruinar a sus propios productores de maí­z con el TLCAN, sino también brindar a las multinacionales el conocimiento académico financiado por todos, entregando en bandeja de plata los conocimientos de sus ancestros sobre el cultivo, junto a muchos otros recursos naturales y culturales. Paradójicamente el mismo foro declara que «la ciencia y tecnologí­a son temas de seguridad nacional». ¿Será que el maí­z no es elemento central de la soberaní­a de México?

* Investigadora del Grupo ETC

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