Cientí­ficos y democracia

A Ciencia cierta
20 de junio de 2006
Arturo Barba*

En los últimos meses, varios grupos de cientí­ficos han estado trabajando en diversas propuestas en materia de ciencia y tecnologí­a, esperando que sus diagnósticos y propuestas sean tomados en cuenta por el próximo mandatario a la hora de realizar su programa de gobierno.

Pero pocos han mencionado un aspecto fundamental en el desarrollo de estas actividades en el paí­s: la democracia de las instituciones cientí­ficas mexicanas.

Marcelino Cereijido, notable investigador del Cinvestav-IPN y miembro del Consejo Consultivo de Ciencias de la Presidencia, señala que la ciencia mexicana está inmersa en un autoritarismo ineficiente éticamente censurable, en el que sólo piensa el cerebro del jefe en turno, y esto se aplica en todos los niveles: desde la Presidencia de la República hasta la jefatura de departamento.

Es un hecho que la democracia no ha llegado a muchas de nuestras instituciones que cultivan la ciencia y la tecnologí­a. Los directores de los centros de investigación no son elegidos democráticamente sino impuestos; tal es el caso de los Centros Conacyt, el Centro de Investigación y Estudios Avanzados y el propio Instituto Politécnico Nacional, entre muchos otros.

Así­, nuestros cientí­ficos podrán realizar nuevos descubrimientos que contribuyen al conocimiento universal, resuelven algunos de los problemas más difí­ciles de las ciencias exactas, realizan las innovaciones tecnológicas más ingeniosas, pero no tienen ni voz ni voto a la hora de elegir a sus autoridades.

Esto tiene mucho que ver con la lucha contra el analfabetismo cientí­fico pues, como dice Cereijido, antes de acceder a un cargo en cualquier institución que tenga que ver con la ciencia, el funcionario deberí­a aprobar un curso de capacitación.

Los funcionarios no son intrí­nsecamente perversos, sino que no tienen la menor idea de la naturaleza de la ciencia ni de su papel en el desarrollo y funcionamiento de una sociedad moderna, afirma Cereijido, quien no vacila en calificar a muchos de los polí­ticos como «analfabetos cientí­ficos de Estado».

Quizá un funcionario capacitado en esta materia sea un factor importante, pero ¿quién lo elegirá? Si las estructuras institucionales de gobierno se mantienen intactas todo seguirá igual.

A los cientí­ficos mexicanos aún les falta una lucha que sólo ellos deben realizar: la democracia de sus instituciones. ¿Se animarán a librarla?

*Coordinador de Cominucación y Divulgación, AMC.
abanav@gmail.com

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