Octavio Paredes

Reforma
04 de mayo de 2006
Carlos Payan Figueroa*

1. El viernes pasado concluyó una etapa fundamental de su trayectoria profesional. Ese dí­a entregó las riendas de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC), organización que presidió durante dos años. Deja un legado de realizaciones, posicionando a dicha organización como la agencia colaboradora indispensable en el diseño de polí­ticas publicas en materia de ciencia y tecnologí­a. En el tiempo de su presidencia, el doctor Octavio Paredes impulsó los trabajos de un amplio grupo de cientí­ficos mexicanos que pusieron al dí­a dichas polí­ticas marcándoles rumbos para los tiempos venideros.

2. Octavio Paredes es una muestra de las potencialidades de la educación pública nacional. Realizó sus estudios en dichos establecimientos hasta la maestrí­a. En el IPN obtuvo su licenciatura (Ingenierí­a Bioquí­mica) y maestrí­a (Ciencias Alimentarias). Luego otra maestrí­a en la antigua Checoslovaquia y un doctorado en la Universidad de Manitoba, Canadá. Sus trabajos de investigación lo han llevado a diversos paí­ses: Estados Unidos, Francia, Inglaterra y Suiza. Una gran variedad de influjos y vivencias para alguien que frisa la cincuentena de edad.

Lo conocí­ y traté a partir de una visita al Civestav-Irapuato, institución que él dirigí­a a mediados de la década pasada. Me sorprendió gratamente que, a diferencia de muchos centros y universidades, incluyendo la mí­a, la costosa infraestructura y equipo de laboratorio era compartida por la planta de investigadores y no ¡controlada! por un lí­der o grupo reducido. Desde ahí­, el doctor Paredes demostraba la congruencia básica entre la exigencia de racionalidad a las polí­ticas públicas y su propio desempeño, rara avis para otros lí­deres cientí­ficos.

Su paso por la AMC tuvo, a mi parecer, dos grandes cualidades: continuidad y perspectiva. Aprovechó el muy valioso trabajo acumulado por presidencias anteriores y puso especial énfasis en algunos de los aspectos ahí­ contenidos. La academia fue, a un tiempo, implacable crí­tica de las polí­ticas y acciones públicas en la materia e impulsora creativa de algunas iniciativas. La más reciente, el documento Por un nuevo Paradigma de polí­tica pública para el conocimiento y la innovación en México, sintetiza el trabajo colegiado de dos años, fijando una agenda que se propondrá al gobierno federal que tome posesión en diciembre de 2006.

Parte central de dicha agenda es la idea de que el conocimiento y la innovación sean considerados bienes públicos. Ambos serí­an instrumentos que permitirán, simultáneamente, combatir la pobreza y la desigualdad, mejorar la competitividad, afirmar las libertades democráticas e incrementar la participación social en la construcción de una sociedad del conocimiento en el paí­s.

3. Sus últimos dos dí­as de gestión resumen el ritmo institucional y personal que Paredes le imprimió siempre a su cargo en la AMC. El jueves 28 publicó en varios diarios un desplegado y, por la noche, presentó un libro de su autorí­a en su rol de investigador.

En el desplegado, dirigido a los candidatos a la Presidencia de la República, pone el dedo en la llaga de los asuntos que condicionan el desarrollo de la ciencia y la tecnologí­a. Así­ afirma que el bajo crecimiento económico no ha permitido la generación de empleos ¡que demanda una población creciente de jóvenes, incluyendo los nuevos cientí­ficos!. Eso ha propiciado que el paí­s haya perdido ¡dinamismo y rumbo y, quizá lo más grave, un verdadero interés en la generación de conocimiento e innovación!. Frente a lo anterior, su propuesta, que es la de la AMC, es que se implante un nuevo paradigma donde el conocimiento y la innovación sean elevados a la categorí­a de bienes públicos que deben ser protegidos, auspiciados y financiados, tanto por el Estado como por el sector privado.

Horas después del mismo jueves presentó el libro Los alimentos mágicos de las culturas indí­genas mesoamericanas. En éste caso se contiene una excitativa para que se valores debidamente la riqueza nutricional, curativa y preventiva que tienen las plantas mexicanas. Igualmente, se incluye un llamamiento para un uso más inteligente de la biodiversidad nacional. Pero además, el libro constituye una rotunda prueba de que ambas actividades eran compatibles y que es absurda la pretensión de que solicitara una licencia durante ese lapso, tal y como lo pretendí­an los directivos de su institución. ¡Cosas veredes, querido Sancho!; lo que debiera ser motivo de orgullo y distinción tení­a (quién sabe por qué razones- su nimiedad burocrática.

*Profesor investigador de la División de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Azcapotzalco.
capafi2@hotmail.com

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