Academia Mexicana de Ciencias
Boletín AMC/335/13
México, D.F., 24 de septiembre de 2013
- Para el análisis de las partes metálicas se desarrolló un equipo portátil de fluorescencia de rayos X creado en el Instituto de Física de la UNAM bajo la dirección de José Luis Ruvalcaba
- Los estudios sobre la composición de sus elementos servirán para tomar las medidas preventivas de conservación adecuadas de esta y otras piezas.
Foto: Cortesía doctor José Luis Ruvalcaba.
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Luego de años de permanecer fuera de la mirada pública, la pieza conocida como “El Penacho de Moctezuma” volvió recientemente a ser foco de atención. Primero por su reaparición en las vitrinas del Museo Etnológico de Viena -ahora Museo del Mundo- en diciembre del año pasado tras un minucioso proceso de restauración que duró ocho años; así como por una conferencia sobre los estudios a los que se le sometió entre 2010 y 2011, charla ofrecida por la especialista en arte plumario María Olvido Moreno en el Antiguo Colegio de San Ildefonso.
Aunque poco se ha hablado de ella en los medios, la réplica del penacho -que a la fecha se exhibe en la sala mexica del Museo Nacional de Antropología de la Ciudad de México- ha sido analizada paralelamente a la pieza original. Uno de esos estudios es el que realizó el doctor José Luis Ruvalcaba, investigador del Instituto de Física de la Universidad Nacional Autónoma de México (IFUNAM), sobre la composición de sus elementos metálicos y que servirá para tomar las medidas preventivas de conservación adecuadas de esa y otras piezas.
Una réplica con valor histórico
La copia del “Penacho de Moctezuma” se elaboró en 1940 por iniciativa y patrocinio del ex presidente de México Abelardo Rodríguez. De acuerdo con la información contenida en el libro El Penacho del México Antiguo, publicado a finales del año pasado y en el que participó María Olvido como coordinadora, la copia ha pasado por una serie de cambios a lo largo de su historia: desde montajes en sitios diferentes, hasta modificaciones a la pieza misma con fines de restauración, tales como sustituciones, añadidos, retoques y repintes.
La última de las restauraciones fue en 1958, cuando se le agregaron nuevas plumas y se le sustituyeron partes de metal dorado que la adornaban en un primer momento –y que hasta la fecha no han podido ser identificadas- por auténticos tejuelos de oro (torrecillas, discos, medias lunas y pequeños cuadrados), se lee en el libro.
“El reemplazo de las decoraciones metálicas por oro surgió de una iniciativa legislativa muy probablemente para darle mayor valor a la réplica y hacerla lo más parecida a la pieza original; no tanto pensando en cuestiones de conservación”, agregó José Luis Ruvalcaba, quien es miembro de la Academia Mexicana de Ciencias.
El análisis de las partes metálicas se realizó mediante un equipo portátil de fluorescencia de rayos X desarrollado en el IFUNAM bajo el liderazgo del especialista universitario. Esta investigación fue parte de un trabajo más amplio que realizó Ruvalcaba con piezas del Museo del Templo Mayor y cuando se exhibió la copia en la exposición “Moctezuma II. Tiempo y destino de un gobernante” durante 2010.
El dispositivo portátil permite hacer estudios in situ (en el mismo lugar donde se ubique el objeto de interés) y de manera no destructiva, lo cual fue fundamental pues se trataba de una pieza muy delicada, comentó el especialista.
“El equipo se aproxima a las zonas de interés y produce un haz de rayos X, el cual excita a los átomos del material y hace que emita un señal –la cual es diferente dependiendo del elemento químico que se esté analizando. Las señales que salen de las partes metálicas son captadas por un sensor y enviadas a una computadora que las procesa y presenta en forma de gráfica. Así se puede saber la composición y concentración de los materiales con los cuales se elaboró el objeto”.
Todos esos elementos analizados fueron prácticamente oro puro, aseguró el especialista. Lo cual fue una buena noticia en principio porque confirmó que los recursos dados en aquella época para su reemplazo sí se utilizaron para dicho propósito, y porque el oro es un material prácticamente inmutable que no se deteriora fácilmente, lo cual es benéfico para su conservación, agregó.
La réplica también tiene hilos metálicos que sostienen las plumas en su lugar de los cuales se desconocía su composición, pero gracias al estudio que dirigió Ruvalcaba se supo que están hechos de cobre.
“Esta información es importante para la tomar medidas de conservación preventiva adecuadas. Dado que son materiales que se pueden corroer con el tiempo y deteriorar la pieza en el futuro, se tiene que estar vigilando que los alambres estén en buen estado; si la pieza se mantiene estable, durarán mucho tiempo, pero si hubiera cambios importantes, como de humedad, entonces su condición actual se podría alterar”, concluyó.
Alejandra Monsiváis Molina