Academia Mexicana de Ciencias
Boletín AMC/028/17
Ciudad de México, 3 de febrero de 2017
- Los mexicanos no tenemos una cultura jurídica ni una cultura constitucional: José Ramón Cossío.
- Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos 1917. Facsímil que forma parte del acervo de la Biblioteca «Silvestre Moreno Cora», perteneciente a la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Foto: AMC/Elizabeth Ruiz Jaimes.
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Con motivo de la conmemoración del centenario de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, el doctor José Ramón Cossío Díaz, ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), compartió algunas reflexiones y comentarios sobre este aniversario, el cual “tiene significado en varios sentidos” y trata de una ley fundamental “en la que se ha negociado y trabajado mucho”.
Además, señaló, la Constitución ha tenido en este trayecto un ritmo razonablemente cercano a las grandes teorías del constitucionalismo, incluso “para bien o para mal” ha estado a la vanguardia, aunque el experto en derecho constitucional infiere que las vanguardias suelen ser, en muchos casos, extravagancias. “Pero ahí vamos a un ritmo bastante próximo de esta gran manera de ver a nuestra carta magna”.
La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, que incluye nueve Títulos, que contienen 136 Artículos y 19 transitorios, y que reformó a la de 1857, se promulgó el 5 de febrero de 1917, por lo que el próximo domingo llegará a su primer siglo de vida y con poco más de 600 reformas en su haber.
Sobre estos cien años de la Constitución, el miembro de la Academia Mexicana de Ciencias sostuvo que la efeméride invita a pensar en varias vías. En primer lugar, apuntó, se debe considerar que nuestro país ha tenido todo tipo de dificultades, conflictos sociales, rupturas, cambios, transiciones, cierta estabilidad; también recordó que las constituciones suelen aparecer como resultado de un proceso de pacificación posterior a uno de violencia, es lo normal, con algunas excepciones.
“En segundo lugar también significa que tenemos una Constitución que ha ido tratando de ajustarse a las cosas que han ido cambiando en nuestra propia sociedad. El texto del 17 y el actual tienen muy pocas coincidencias: hay una estructura general de los derechos humanos, de los derechos civiles y políticos, el sistema federal, la división de poderes, etcétera; es decir, la estructura se conserva, pero ya no se mantienen los contenidos, y esto es un efecto importante”.
Como tercer punto y en opinión del especialista el más interesante, es el reto que le implica al país y al mundo estar viviendo fuertes procesos de transformación, de incertidumbre, enojo, tristeza, asombro “y lo que se hace es tratar de canalizar esa diversidad de procesos en la Constitución, un reto para lo que viene…”.
Sin duda, entre los aspectos a resaltar sobre este aniversario, el ministro mencionó que representa un largo proceso evolutivo y se verá si el texto es capaz de resistir institucionalmente “y ojalá pueda, podamos, resistir toda la incertidumbre y los cambios que se avecinan, eso es lo que significa para mí hoy en día la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, una tradición importante y un reto extraordinario”.
Para comprender este proceso evolutivo, Cossío Díaz indicó que quienes trabajan con la Constitución distinguen dos factores: el constitucionalismo y la Constitución. El primero es un conjunto de ideas, una cultura, una forma de ver la vida social, política y jurídica de un país, en específico de lo que debe estar en el texto.
Describió que el constitucionalismo mexicano ha evolucionado, empezó muy liberal y ha cambiado en un sentido no solo liberal sino democrático con un sentido social, con mayores derechos humanos y mayores funciones públicas.
“Cuando en el constitucionalismo mundial se empezó a hablar de derechos sociales, los tuvimos en nuestra Constitución; cuando se comenzó a hablar de la necesidad de contar con mejores formas de representaciones políticas, las tuvimos; cuando se empezó a hablar de derechos humanos, se incorporaron (…) Entonces tenemos una Constitución que ha tenido un proceso de transformación y ha avanzado con un ritmo cercano, no perfecto, pero sí próximo a las grandes teorías, grandes hipótesis del constitucionalismo”, expuso.
Su función
Y sobre cuál o cuáles son las funciones que tiene la Constitución, el también investigador apuntó que busca cumplir dos. La primera es ser regulatoria de la vida diaria y la segunda es una función aspiracional. Al no ser la Constitución una fotografía de la realidad, ya que si así lo fuera tendría que reconocer la pobreza, la marginación, por ejemplo, ésta se adecua a la realidad en algunos elementos y en otros no, y esta separación la hace aspiracional:
“Tenemos un sistema democrático dibujado en la Constitución muy razonable, un sistema de partidos muy razonable, ¿los partidos políticos y el sistema democrático así funcionan?, sería lo deseable. Tenemos un catálogo de derechos humanos muy complejo, redondo y articulado, ¿así estamos tratando a nuestras poblaciones? pues no, de ninguna manera, por eso mantenemos esta idea aspiracional”.
En este sentido, ¿a qué se enfrenta la SCJN al momento de interpretar la Constitución?, se le preguntó al doctor Cossío Díaz, quien respondió: “Lo primero que hay que entender es que la Constitución es la norma suprema del orden jurídico; los tribunales constitucionales y la SCJN son órganos que generan interpretaciones constitucionales de conflictos concretos que se le presentan, esto significa que el gran articulador es la Corte por la posición jerárquica de la Constitución y por la posición jerárquica de la Corte, a nosotros nadie nos revisa las sentencias, nadie las revoca, lo que nosotros decimos es lo que es”.
Por tal razón, expuso que la interpretación constitucional es un trámite difícil, está planteada a partir de un conflicto, y aunque la Corte tiene la ventaja de que la mayor parte de los procesos que llegan ya están armados, la parte difícil es que a veces son normas antiguas, ambiguas y, en ocasiones, conflictos muy serios. “Hay veces que humanamente uno observaría un problema, pero sabe que eso que humanamente ve no puede tener un recogimiento en la norma jurídica y no se le puede dar la razón; es decir, aquí hay una enorme cantidad de temas importantes y la gestión es compleja”.
¿Una nueva Constitución?
Sobre la posibilidad de elaborar una nueva Constitución para México, el ministro mencionó que si en los hechos se pudiera contar con un texto nuevo y un articulado más inteligente, no tendría inconveniente, pero su principal preocupación radica, más allá de los temas jurídicos, en las condiciones políticas en las que se convocaría al constituyente para obtener una nueva ley fundamental.
“Imaginemos que se convoca a un congreso y lo que va a pasar es que vamos a entrar en larguísimas negociaciones, cada partido político de izquierda, centro o de derecha querrá poner en la ley sus disposiciones ¿vamos a querer inventar el agua tibia desde el comienzo con estas pretensiones que luego son las vanidades de cada generación?, al final va a quedar una constitución de 500 artículos, inconexos, sin relación competencial ni funcional, sin determinación orgánica y estas son las cosas que luego lastiman mucho en lo social”.
Tampoco se mostró a favor de pasar de una actual Constitución remendada, ajustada, “que más o menos funciona” a una que tuviese un catálogo de buenos deseos, frases famosas o importantes, pero sin ninguna función. “No hay que olvidar que el derecho ordena vidas humanas, ordena sociedad, entonces las normas jurídicas deben estar bien pensadas, bien construidas y bien redactadas, con un sentido de eficacia y una prospección; poner catálogos de derechos o de cualquier otra cosa suponiendo que eso tiene un sentido transformador de la realidad pues es de una ingenuidad increíble”.
La Constitución, añadió, tampoco necesita de un trabajo estético, “no soy partidario de eso”. En cambio, propuso que siendo la nuestra una Constitución en la que se ha negociado y trabajado mucho, lo que procede, en su opinión, es la revisión de temas concretos.
“Por ejemplo, veo problemas serios en el sistema federal, los veo en la división de poderes, en algunos aspectos de la jurisdicción. El sistema federal no tiene ni pies ni cabeza, la división de poderes está llena de órganos, comisiones, institutos, centros, comités ¿es funcional una administración cuya función general es resolver necesidades y problemas y satisfacer necesidades con tantos órganos que tienen autonomía técnica y de gestión?, me parece muy difícil así ir transformando la realidad”.
Además, esta revisión de temas específicos, “con la actual crisis política que estamos viviendo en el país, creo que nadie las va a proponer, porque son de muy baja rentabilidad política, los cambios que se dan son los que dan rentabilidad política, pensar en una reestructuración del sistema federal, en una disminución de órganos del ejercicio del poder que tengan funcionalidad garantizando condiciones de legitimidad democrática, creo va a venir de una academia mucho más ilustrada o de ciertos sectores de la sociedad civil, o de reflexiones que desafortunadamente vamos a hacer cuando estemos en una crisis mayor, cuando las cosas dejen de funcionar”.
Los mexicanos sin cultura constitucional
¿Los mexicanos cuidamos nuestra Constitución? No, respondió a pregunta expresa el doctor Cossío Díaz. “Los mexicanos no cuidamos el orden jurídico en general ni la Constitución en lo particular. Voy a usar una expresión fuerte, pero creo que da el sentido de lo que quiero decir: depredamos el orden jurídico, lo utilizamos como podemos utilizar un bosque para obtener todo de él con independencia de las consecuencias que pueda tener para la humanidad”.
Para el experto en derecho constitucional una de las formas más tristes de la actual convivencia es esta depredación del orden jurídico: es hacer todo lo contrario a la ley y no tener consecuencias, “esta es la tónica general de los tiempos y tiene una afectación igual para la Constitución, es un tema de corrupción, es una falta de civilidad, hay gente que no es corrupta, pero es incivil y esa incivilidad acaba afectando a la Constitución”.
Sobre este punto, sostuvo que la sociedad mexicana no ha sabido apropiarse de sus derechos y ejercerlos, “es una sociedad en ese sentido, como describió Ortega y Gasset para otro tema, muy desvertebrada”.
Fabiola Trelles Ramírez.