Requieren los estudios del manejo del agua una visión humanística y social

Academia Mexicana de Ciencias
Boletín AMC/201/17
Ciudad de México, 25 de septiembre de 2017

  • Diana Birrichaga Gardida, de la Universidad Autónoma del Estado de México, considera que los estudios acerca de los usos del agua se ubican en un contexto de inequidad del abasto y en los conflictos sociales entre diversos actores por acceder al líquido.
Uno de los trabajos de Diana Birrichaga es “La cartografía hidráulica del Estado de México” que se desprende del proyecto Cartografía Hidráulica de México, y que tiene como principal objetivo fomentar el conocimiento multidisciplinario e interinstitucional de los usos del agua en las diversas entidades federativas.
Uno de los trabajos de Diana Birrichaga es “La cartografía hidráulica del Estado de México” que se desprende del proyecto Cartografía Hidráulica de México, y que tiene como principal objetivo fomentar el conocimiento multidisciplinario e interinstitucional de los usos del agua en las diversas entidades federativas.
Imagen: Croquis del manantial El Jazmín. Archivo Histórico del Agua, Aguas Nacionales, exp. 17178.
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Hasta hace unos 30 años los temas relacionados con el agua habían quedado al margen de las prioridades de investigación en las ciencias sociales y las humanidades. Sin embargo, desde mediados de la década de 1970 el panorama empezó a cambiar, en gran medida por la preocupación ambiental, debido en parte al aumento del consumo social del recurso y también al aumento de la contaminación de las diversas clases de aguas (subterráneas, superficiales, cuerpos lacustres, aguas marítimas) en México y a nivel mundial.

Diana Birrichaga Gardida, de la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma del Estado de México, que tiene como una de sus líneas de investigación los usos del agua, se ha enfocado en caracterizar las formas que han desarrollado los diversos grupos sociales para utilizar el agua como insumo y recurso económico: “Cómo se organizan, qué aparato tecnológico emplean, quiénes regulan el acceso, cuáles son las autoridades, cuáles las sanciones, cuáles las concepciones y percepciones sobre el recurso”, son algunas de las preguntas de su interés.

La doctora en Historia por El Colegio de México e integrante de la Academia Mexicana de Ciencias considera que en México resulta prioritario revalorizar el agua como un recurso finito. Hasta hace pocos años persistía la visión de abordar el manejo y gestión de los recursos hídricos como un problema de tipo biofísico o de ingeniería hidráulica. No obstante, subraya que la importancia capital del agua radica en que su disponibilidad está relacionada con cambios climatológicos; además, como factor económico tiene usos diferentes como insumo o servicio y, por último, el agua tiene una importancia política fundamental para la supervivencia de la población, explicó.

Así, “en los estudios de los diversos tipos de usos del agua (urbanos, rurales, industriales, lacustres, navegación), se debe considerar la geografía (la diversidad climática y topográfica), así como la hidrografía (tipo de aguas disponibles) y la diversidad social de los actores involucrados, especialmente su condición étnica y de género”.

Un poco de historia acerca del manejo del agua en México
El fenómeno de la migración rural-urbana, que inició desde los años del desarrollo estabilizador, en 1952, y aumentó a partir de la década de 1970, hizo más evidentes las carencias del servicio de agua potable en las ciudades.

Las aglomeraciones urbanas construidas en pocas décadas produjeron un nuevo problema hidráulico, vinculado no solo al consumo doméstico sino también industrial, y expresado no solo en la fragilidad del abasto, sino en otros aspectos como el impacto que la contaminación del agua desalojada por las ciudades tiene en la salud pública.

“La evidencia histórica que he revisado muestra que la crisis no solo tiene que ver con la creciente demanda de agua en las ciudades, sino también con el desabasto de las pequeñas localidades rurales, incluyendo a las que se localizan en zonas húmedas del país, en donde se mantienen o han resurgido las enfermedades vinculadas a la mala calidad del agua”.

A estos fenómenos se sumó, dijo la historiadora, un cambio en la política gubernamental, iniciada en 1976 con la desaparición de la Secretaría de Recursos Hidráulicos y más adelante con la supresión de las comisiones de cuenca, que buscaba establecer una nueva relación entre el poder político y la sociedad en torno a los aprovechamientos hidráulicos. Ese cambio se consolidó en 1989 con la creación de la Comisión Nacional del Agua (CNA) y con la expedición de la nueva ley de aguas nacionales en 1992.

“En síntesis, esa política buscaba desmantelar el modelo de intervencionismo gubernamental y sustituirlo por un modelo centrado en la regulación de los aprovechamientos a cargo de diversos grupos sociales e instituciones públicas. Como parte de ese nuevo modelo, un asunto primordial resultó ser el esfuerzo por aclarar y perfeccionar los derechos al agua”, apuntó la especialista.

Algunas investigaciones
Para Birrichaga Gardida la investigación de los usos del agua se ubica en un contexto de inequidad del abasto, tanto en el medio rural como en las ciudades, y en los conflictos sociales que se generan entre diversos actores por la competencia para acceder al líquido, lo cual obliga a las instituciones de investigación social y humanística a potenciar su capacidad de generar conocimiento original y crítico sobre las contradicciones, retos, deficiencias y limitaciones en el país acerca del tema.

Entre los trabajos que Diana Birrichaga ha realizado, está la investigación sobre las empresas privadas de agua potable como parte de la historia de los usos del agua en México. En el artículo “La regulación de las empresas de abasto de agua en México, 1855-1930” se concluye que estas empresas se desarrollaron, sobre todo, en el periodo porfiriano y son expresión del crecimiento económico nacional ocurrido en esos años.

Pero más que relacionar estas empresas con los estudios sobre grupos empresariales, señaló la investigadora, en dicho trabajo se muestra la estrecha relación que guardaban esas compañías con un conjunto de innovaciones tecnológicas relativas a la higiene pública, a los sistemas de distribución de agua y a la calidad y cantidad del líquido suministrado. “Todo ello significaba en los hechos una transformación de los sistemas de abasto”.

Otro trabajo es “La cartografía hidráulica del Estado de México”, que se desprende del proyecto Cartografía Hidráulica de México, y que tiene como principal objetivo fomentar el conocimiento multidisciplinario e interinstitucional de los usos del agua en las diversas entidades federativas.

La cartografía hidráulica del Estado de México, en la que participaron El Colegio de Michoacán, El Colegio Mexiquense, A.C. y el Consejo Editorial del Gobierno del Estado de México, tuvo como objetivo crear un instrumento de consulta para la generación de nuevos conocimientos científicos y poder integrar una fuente de información para el diseño de políticas públicas de planeación y conservación de infraestructura hidráulica en la entidad.

Noemí Rodríguez González.


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