Academia Mexicana de Ciencias
Boletín AMC/260/15
México, D.F., 2 de noviembre de 2015
- Doctora Sara Gordon Rapoport, investigadora del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM e integrante de la Academia Mexicana de Ciencias.
Foto: Tomada del sitio elplaneta.ws.
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Este año el Premio Nobel de la Paz se concedió al Cuarteto del Diálogo Nacional Tunecino integrado por cuatro asociaciones civiles, “por su contribución decisiva a la construcción de una democracia pluralista en Túnez”, destacó el Comité Noruego del Nobel al dar a conocer el motivo por el que se reconoció a dicha agrupación. Las razones de la distinción pueden analizarse, en opinión de la investigadora Sara Gordon Rapoport, desde por lo menos dos ángulos relacionados entre sí.
El primero de ellos se refiere a las condiciones que favorecen, o no, la posibilidad de llevar a las fuerzas en pugna a acuerdos, en términos de apoyo a hallar una determinada salida, y el otro, al reconocimiento social de las organizaciones.
“El reconocimiento social se refiere a la capacidad de generar la confianza de los grupos enfrentados y que implica poder proponer salidas que constituyan puntos de encuentro. En síntesis, construir una visión y llevarla adelante”, subrayó la especialista en Actores y Procesos Sociales, una de las áreas de investigación del Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Además del reconocimiento que el Comité Noruego del Nobel hizo hacia la labor conjunta de organizaciones pertenecientes a sectores distintos de la sociedad tunecina a favor de la construcción de la democracia en su país, es importante el hecho de que las agrupaciones, que representan a sectores de ocupación diferentes, hayan sumado esfuerzos con una organización de defensa de derechos humanos.
El valor de la acción del Cuarteto del Diálogo Nacional Tunecino (integrado por la Unión General Tunecina del Trabajo [UGTT], la Confederación Tunecina de Industria, Comercio y Artesanía [UTICA], la Liga Tunecina de Derechos Humanos [LTDH] y la Orden de Abogados de Túnez), aseguró Sara Gordon, radica en haber desarrollado una enérgica labor común para contener y revertir la polarización social y política; propiciar una negociación nacional entre grupos enfrentados y haber impulsado un acuerdo que dio inicio a un régimen democrático:
“Si bien el régimen democrático aún no está afianzado, sí está en marcha y cuenta con apoyo de la población. Me parece que el otorgar el premio a estas organizaciones es un mensaje claro del Comité del Nobel a favor de la labor de acercamiento de posiciones y de la negociación para dirimir contiendas político ideológicas y darles una salida institucional”, destacó la integrante de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC).
En este contexto, consideró que alrededor de determinados objetivos, las organizaciones civiles “participan en la esfera pública, contribuyen a colocar temas en la agenda pública y en ocasiones coadyuvan a elaborar leyes y medidas de política para atenderlos”.
Sostuvo que además de las organizaciones que trabajan en torno a causas de grupos desfavorecidos y en pro de derechos, no se debe desconocer la importancia de aquellas que responden a la asociación de determinados grupos en defensa de sus propios intereses, como es el caso de los sindicatos, las organizaciones profesionales, las asociaciones gremiales que, cada vez con mayor frecuencia, actúan en asuntos de interés público, como la educación.
México y la organización civil
El impulso para la formación de organizaciones civiles en el nuestro país empezó a mediados de los años setenta del siglo pasado, con el surgimiento de asociaciones que luchaban por reclamos de grupos sociales desfavorecidos, ya sea por causas salariales, mejora de las condiciones de vida, servicios, acceso a la vivienda, pero también por demandas democráticas generales, como el derecho a la organización, libertades políticas, y por la ampliación de la participación política a nuevas fuerzas, lo cual abarcó objetivos de construcción de instituciones democráticas.
Gordon Rapoport indicó que en este proceso también surgieron organizaciones que se proponían objetivos de carácter cultural – como la reivindicación de los derechos de las mujeres -, y cuya actuación ha confluido en la formación de nuevos partidos y contribuido, y sigue haciéndolo, a la construcción de reglas que rigen la vida democrática.
Conviene tener presente, aseguró, que a partir de la alternancia política se han incrementado los espacios de participación, tanto en la práctica, como en términos de reglas que de manera tácita o explícita incorporan la participación organizada, y ha aumentado el número de organizaciones, así como los temas en los que inciden.
Sin embargo, la investigadora consideró importante resaltar que las organizaciones civiles no constituyen un todo homogéneo, no sólo porque los objetivos que las animan son distintos, sino también por la manera en que conciben su tarea y las formas en que llevan a cabo su acción. Muchas se preocupan, por ejemplo, por su autonomía respecto de fuerzas políticas o de otras instituciones; otras tratan de lograr objetivos específicos delimitados y dejan de actuar si no los consiguen, incluso si los logran. Por ello, no todas las organizaciones han tenido la misma permanencia en el tiempo.
Una característica del cambio político en México ha sido su gradualidad, con momentos de gran tensión social y política, como el movimiento estudiantil de 1968, el movimiento contra el resultado de las elecciones de 1988, el levantamiento zapatista de 1994, las protestas por los resultados de las elecciones presidenciales de 2006; recientemente, los reclamos por la desaparición de los jóvenes de la Escuela Normal de Ayotzinapa, pero sin alcanzar los niveles de polarización social y política con componentes religiosos como lo que se presenciaron en Túnez, apuntó.
El cambio político en México inició en la segunda mitad de los años setenta, cobró mayor impulso en los ochenta y noventa, ligado a objetivos de equidad electoral que fueron lográndose de manera gradual, aunque no irreversible, y a propósitos de mejora de las condiciones de vida de la población.
En dicho proceso se dio la conformación de un sistema de partidos, y varios movimientos cívicos y culturales plantearon la lucha por derechos políticos, democracia y el estado de Derecho.
También en ese curso varias organizaciones de la sociedad civil desempeñaron -y continúan haciéndolo-, un papel importante, tanto en el apoyo a movimientos por demandas laborales, sociales, y por el ejercicio efectivo de derechos, como en las tareas de observación electoral y en el uso de instrumentos ciudadanos de control del gobierno, reconoció Sara Gordon.
También han procurado acuerdos políticos de carácter nacional con miras a elaborar un programa para la transformación económica, política y social del país, aunque dados los intereses y prioridades tan heterogéneos, no lo hayan conseguido hasta ahora. Pero “la gradualidad del cambio político en el que se ha ampliado la participación de fuerzas políticas excluidas, ha influido en que no se plantee una situación aguda de polarización social”, indicó la investigadora.
Elizabeth Ruiz Jaimes.