LA REVOLUCIÓN MEXICANA Y EL COSTO DEMOGRÁFICO

Academia Mexicana de Ciencias
Boletín AMC/247/16
Ciudad de México, 21 de octubre de 2016

  • La Revolución Mexicana ocupa el octavo lugar en letalidad de todas las guerras del siglo X.
En la mesa  “La muerte en nuestras historias del siglo XX” del encuentro Pensar la muerte, organizado por el El Colegio Nacional, participaron los historiadores Manuel Ordorica, Javier Garciadiego, Pablo Yankelevich y Fernando Serrano.
En la mesa “La muerte en nuestras historias del siglo XX” del encuentro Pensar la muerte, organizado por el El Colegio Nacional, participaron los historiadores Manuel Ordorica, Javier Garciadiego, Pablo Yankelevich y Fernando Serrano.
Foto: COLNAL.
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La Revolución Mexicana (1910-1920) representó la mayor pérdida y retroceso demográfico en el territorio americano del siglo XX. En la historia del país podría ubicarse detrás del impacto que causó la conquista española, cuando la población originaria pasó de alrededor 20 millones a 4 millones de habitantes.

Suele ser una “frase pagajosa y popular” decir que hubo un millón de muertos en la revolución, pero en realidad hubo muchos más debido a una serie de factores que contribuyeron a la complejidad de la historia, y las muertes no obedecieron precisamente al movimiento armado, sostuvo Javier Garciadiego, miembro de El Colegio Nacional (COLNAL), durante su participación en la mesa “La muerte en nuestras historias del siglo XX”, la cual coordinó y en la que impartió la conferencia “La Revolución Mexicana y su millón de muertos”.

Los muertos
Durante la revolución hubo poca tecnología militar y también malos servicios médicos, “es probable que muchos de los heridos terminaran muriendo por la falta de atención”, señaló el también integrante de la Academia Mexicana de Ciencias, en la charla que formó parte del encuentro Pensar la muerte del COLNAL.

Garciadiego abundó que es muy común encontrar en la literatura que la práctica del fusilamiento tuvo mucha presencia durante el movimiento armado, sin embargo, la Revolución Mexicana se caracterizó por haber tenido pocas ejecuciones masivas. “Se fusilaba a los oficiales, pero no a los soldados, a ellos se les ofrecía la libertad o la oportunidad de incorporarse al ejército que les concedía seguir con vida en ese momento”.

No así con los traidores, a los orozquistas –los seguidores del general Pascual Orozco– se les fusilaba y lo mismo pasaba con los simpatizantes de Emiliano Zapata que se pasaban al bando de Venustiano Carranza. “El resto, zapatistas y adeptos de Francisco Villa, invitaban a los soldados que tenían un estatus social similar al suyo a que se integraran a sus fuerzas. Tampoco hubo campos de prisioneros como se acostumbró en otras guerras”.

La Revolución Mexicana no tuvo tantos muertos como uno pudiera pensar en los campos de batalla, salvo en algunos meses de 1914 y 1915, pero sí tuvo muchos decesos indirectos, no naturales, causados por hambre, destrucción de cultivos, de ganados, hombres que abandonaron los cultivos para incorporarse a algún ejército, así como uso militarizado de los ferrocarriles, lo que provocó hambruna en muchas partes del país al dejar de utilizarse para la distribución de los alimentos, describió el experto cuya especialidad es la historia de la Revolución Mexicana.

Epidemias mortales
Javier Garciadiego refirió que el tema de la letalidad en la revolución sigue siendo muy discutido por las diferencias en las cifras estadísticas, pues mientras algunos autores consideran que no fue tan mortífera, otros dicen que sí. El más reciente de los análisis estadísticos realizado por el profesor Robert Mc Caa, de la Universidad de Minnesota, señala que hubo un millón 400 mil muertos durante esta etapa, derivados no exclusivamente de la violencia, por lo que la pregunta entonces de cuántos muertos causó la Revolución Mexicana sigue vigente.

Lo que se conoce es que buena parte de la mortandad producida en ese decenio de la primera parte del siglo XX fue causada por las epidemias y el hambre. Hubo enfermedades endémicas, algunas que ya venían desde antes de la revolución como el tifo. “Sabemos que en 1911 aumentó el número de personas con esta enfermedad, la explicación es que el presupuesto federal se tuvo que ir al gasto militar desatendiendo la higiene y salubridad, así, hubo un aumento de tifo entre 1911 y 1914, pero la epidemia más fuerte fue de noviembre de 1915 a marzo de 1916, los meses de seca, la falta de agua y la ausencia de Estado en ese periodo empeoró la situación. Se estima que se moría el 10% de los que adquirían la enfermedad”.

La gran epidemia que cobró la vida de medio millón de personas se dio entre septiembre y diciembre de 1918, causada por la influenza española, una denominación que corresponde más a otros factores, ya que España no fue el lugar de origen ni tampoco el país más golpeado por esta enfermedad. “Sus efectos fueron devastadores: México tenía una población de 15 millones de habitantes y Estados Unidos contaba con 103 millones, pero en nuestro país las muertes respecto al número de habitantes fue seis veces más grande y la cifra de muertos muy parecida entre estas naciones, en México 460 mil y 550 mil en Estados Unidos”.

El investigador explicó que la enfermedad golpeó más fuerte a nuestro país porque los mexicanos presentaban hambre crónica y contaban con un deficiente sistema hospitalario, no comparable con el norteamericano. La cresta de esta epidemia se dio a finales de octubre, principios de noviembre cuando ya se había extendido a todo el territorio mexicano, luego llegó a Guatemala y al resto del continente. A diferencia del hambre, la influenza española no estuvo correlacionada con la revolución, no se dio en las regiones donde hubo más violencia como Celaya, Torreón y Zacatecas, fue un factor externo que abarcó a prácticamente todo el país.

“La influenza tuvo la misma letalidad que el resto de los factores de la revolución, pero en lugar de hacerlo en diez años lo hizo en tres meses. Por cierto, las fuentes y testimonios hablan de que no solo hacían falta hospitales, medicinas y médicos, también panteones por lo que muchos cadáveres fueron quemados en las calles o semienterrados de manera clandestina”, destacó.

Estableció que el costo de la Revolución Mexicana fue en promedio de un millón de muertos y un millón de no nacidos; fue un decenio de mortandad excepcional porque hubo muertos extras, no fueron decesos naturales, ni por enfermedades naturales ni vejez. Fueron diez años de poca fertilidad, por lo que también se habla del costo de los no nacidos. Además, bajó el promedio de vida, en 1910 era de 32 años y para el 1915-1916 de 20 años. Igualmente muchos niños muertos que no llegaban al año de vida, pero también aumentó el número de fallecidos en la población joven adulta, que fue los que resintieron la violencia de la revolución.

Javier Garciadiego, investigador de El Colegio de México, retomó las estadísticas del profesor Mc Caa para redondear el tema de su charla: el costo social de la Revolución Mexicana fue de 2.1 millones de personas fallecidas, 1.4 millones por muertes extras (violencia y epidemias -500 mil fue por causas de la influenza española-), de las cuales 900 mil fueron hombres por estar más cercanos al movimiento armado y 500 mil mujeres; además 550 mil no nacidos y 200 mil personas emigraron.

La Revolución Mexicana se coloca en el octavo lugar en el rubro de letalidad de todas las guerras del siglo XX, compartiendo lugar con la Guerra Civil Española que también hablan del millón de muertos.

Le anteceden la Primera Guerra Mundial, la más letal, seguida por la Segunda Guerra Mundial, la Revolución Soviética y las guerras de Corea, Vietnam, chino-japonesa e Unión Soviética-Afganistán.

Elizabeth Ruiz Jaimes.


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