Academia Mexicana de Ciencias
Boletín AMC/393/13
México, D.F., 6 de noviembre de 2013
- A partir de mañana y hasta el 9 de noviembre, se llevará a cabo el Coloquio Nacional de Agua Subterránea en México en las instalaciones del Instituto Mexicano de Tecnología del Agua
- El doctor José Joel Carrillo Rivera investigador del Instituto de Geografía de la UNAM y miembro de la Academia Mexicana de Ciencias.
Foto: Arturo Orta/AMC.
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La cuenca es la unidad de manejo del agua en el país, pero este concepto contempla esencialmente la parte superficial y no toma en cuenta al agua subterránea a pesar de que ésta representa 70% del volumen anual utilizado para el abastecimiento público, de la agricultura y la industria.
Si bien, la unidad de manejo del agua es la cuenca, modelo que se importó de otros países, en México no se adapta del todo porque no considera la existencia de los flujos de agua subterránea intercuenca, que no respetan límites administrativos establecidos para dividir un acuífero de otro; además las características hidrogeológicas, las condiciones climáticas, edafológicas, sociales y culturales, son diferentes en cada región del mundo.
A lo anterior, comentó el doctor José Joel Carrillo Rivera, del Instituto de Geografía de la Universidad Nacional Autónoma de México, se suma la falta de hidrogeólogos en el país, que es un indicador de la limitada atención que se le ha dado al tema, sobre todo, cuando el 90% del agua que se maneja en una cuenca proviene del subsuelo, y una cantidad mayoritaria ha viajado desde fuera de sus límites hacia la cuenca de interés.
En este sentido, lo relevante es entender que el agua subterránea no necesariamente se generó en determinado sitio, sino que se infiltró en un lugar y después de cierto tiempo llegó a un río, a un manantial, a un lago, al mar, o al pozo de extracción y por ende conserva las características físicas de su recorrido.
Con el propósito de tener un panorama de la situación del agua subterránea, se llevará a cabo el Coloquio Nacional de Agua Subterránea en México, del 7 al 9 de noviembre, en las instalaciones del Instituto Mexicano de Tecnología del Agua (IMTA).
Algunos de los objetivos de este evento son identificar con qué información se cuenta en materia de agua subterránea para poder establecer las acciones necesarias que permitan cubrir las carencias al respecto. “Es probable que una de las conclusiones del Coloquio sea la necesidad de tener una base de datos, a nivel nacional, de algunos parámetros del agua subterránea, tal es el caso de la calidad y la evolución de los niveles de la misma”, señaló el también miembro de la Academia Mexicana de Ciencias.
Más allá del balance hídrico
Desde 1966 se ha utilizado el modelo denominado “balance hídrico” como la base del manejo del agua, aún cuando en esas fechas ya se conocían los sistemas de flujo del agua subterránea, que constan de tres zonas: la de recarga, donde el movimiento natural del agua es hacia abajo; la de tránsito, cuyo flujo es lateral horizontal; y la de descarga, que se caracteriza por el flujo del agua hacia arriba. Cada una posee condiciones físicas, químicas y biológicas en las cuales el agua se manifiesta de diferente manera.
En los años 60, con la idea de conocer la cantidad de agua asequible y cómo debía utilizarse de forma eficiente, se implementó el balance hídrico, constituido por diversas variables como precipitación, evapotranspiración, escorrentía, extracción, recarga, y cambio del volumen del agua almacenada.
El balance hídrico se basa, principalmente, en la relación entre la recarga y la extracción en una cuenca, y nos sugiere cuánta agua puede extraerse al año, pero no dice dónde ni cómo es conveniente hacerlo, con el fin de evitar hundimientos o se sequen manantiales y otros cuerpos de agua. El “balance” se limita a evaluar el agua subterránea a una profundidad equivalente a la de los pozos de extracción (300-400 metros), aunque el sistema continúa hasta los tres mil o cuatro mil metros.
Además, si se quiere volver a medir o corroborar la información de alguna de las variables incluidas en el cálculo del balance hídrico, por ejemplo la precipitación de hace dos años, no es posible; lo mismo sucede con los valores de escorrentía o evapotranspiración. “Esta técnica básica no permite tener información con la precisión necesaria, y evita entender el funcionamiento del agua subterránea”, finalizó el doctor Carrillo Rivera.
Noemí Rodríguez González