Milenio Diario
22 de agosto de 2006
Arturo Barba
Hace 16 años, a Hugo Aréchiga, connotado científico mexicano, se le ocurrió una brillante idea: crear un programa para que estudiantes de los últimos semestres de licenciatura pasaran sus vacaciones veraniegas en un laboratorio de investigación.
Para muchos, la sola idea de estar sus dos meses de asueto junto a un científico podría sonar a broma o castigo, pero el programa Veranos de la Investigación Científica de la Academia Mexicana de Cien-cias (AMC) se ha convertido en la mejor herramienta a nivel nacional para estimular el gusto por la ciencia entre los jóvenes, ya que de él han surgido científicos de alta calidad.
Los alumnos conviven con un investigador, apoyan proyectos, realizan estudios y llevan a cabo experimentos en los laboratorios mejor equipados del país. Por su parte, el científico da la orientación y asesoría necesarias para introducirlos al mundo de la ciencia.
La AMC otorga una beca de cinco mil pesos a quienes realizan sus actividades en otro estado del país, más los gastos de transportación , y 2 mil 500 pesos para quienes lo hacen en su propio estado. A pesar de los pocos recursos de la AMC, este año apoyó a 770 estudiantes, y contó con la participaron 539 científicos de 83 instituciones.
¡Es una experiencia inolvidable!, ¡un parteaguas en la vida!, ¡un estímulo profesional y personal! y ¡una inspiración de vocación!, expresaron con vehemencia estudiantes participantes. No es fácil escuchar estas palabras en jóvenes, y menos aún en aquellos que pasaron sus vacaciones haciendo ciencia.
El Verano es un excelente promotor de vocaciones científicas en una nación que da escasas posibilidades para acceder a esta actividad; muchos de los participantes estudian su posgrado y algunos continúan esta fascinante profesión.
Además, se impulsa la cultura científica. Los jóvenes conocen lo que es la ciencia y cómo se hace; eliminan la imagen estereotipada del científico (loco, distraído y extravagante); se percatan de los problemas que aquejan a la sociedad, y analizan la mejor manera de resolverlos con los avances tecnológicos y el conocimiento.
El legado de Aréchiga (fallecido hace casi tres años( continúa con la formación de generaciones de jóvenes inquietos; difícilmente puede haber mejor herencia a la sociedad, lástima que pocos políticos y empresarios se interesen e impulsen este tipo de programas, que tanto necesita nuestro vapuleado país.
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