Tenemos la biodiversidad y la ciencia para lograr la seguridad alimentaria

La Crónica de Hoy
24 de noviembre de 2013
Isaac Torres Cruz

Academia

Alfonso Larqué Saavedra es uno de los científicos más importantes de las agrociencias mexicanas. El experto en fisiología vegetal ha desarrollado importantes tecnologías para el mejoramiento en el cultivo de maíz, hongos comestibles, henequén y semilla del árbol de ramón. El investigador del Centro de Investigación Científica de Yucatán (CICY) y Premio Nacional de Ciencias y Artes, es además pionero mundial en muchas de estas investigaciones.

Desde temprana edad, el científico se interesó por la ciencia, a través de sus profesores de preparatoria, quienes “tenían cierta mística para transmitir la ciencia”, pero además contaban con la cualidad de mostrar cómo existía la necesidad en nuestro país de que más jóvenes se dedicaran a la ciencia, relata en entrevista.

Más tarde desarrolló sus estudios en la Facultad de Ciencias de la UNAM, el Colegio de Postgraduados (Colpos) de Chapingo y la Universidad de Londres, Inglaterra. Posteriormente realizó estancias de investigación en las universidades de Stanford, Austin, Cambridge, Lancaster y Essex.

Entre las investigaciones que realizó en el Colpos, destaca el estudio del efecto de la aspirina en las plantas y el mejoramiento de su producción que propiciaba en éstas. En la década de los setentas, este trabajo tuvo una gran resonancia mundial. “Si las moléculas contenidas en la aspirina que tomamos proviene de una planta, ¿qué efecto tendría en otras?”, se preguntaba.

A lo largo de 40 años el estudio de los salicilatos en las plantas derivó en diferentes aplicaciones, de las cuales muchas se utilizan comercialmente a nivel mundial.

Con el impacto de ese trabajo, Laqué Saavedra se dio cuenta de la importancia de realizar contribuciones que estuvieran en contacto con la sociedad y aprendió que debía hacer ciencia con este impacto y aún más, difundirla.

“Es urgente que haya espacios en los medios de comunicación para difundir la ciencia mexicana, porque hay mucha que se concreta y tiene aplicaciones. Es algo que a veces las instituciones e investigadores no tienen cuidado de hacer y compartir”.

El también miembro de la Academia Mexicana de Ciencias y del Sistema Nacional de Investigadores, refiere que esta difusión es más urgente aun en las agrociencias, frente a una cruzada contra el hambre y la seguridad alimentaria, para que la población conozca lo que se hace en el país, pero también para que los que toman decisiones las empleen.

“Hay que acercarse a los investigadores e instituciones para que compartan las aplicaciones que pueden aplicarse de manera inmediata, porque la dependencia de alimentos del exterior cada vez es mayor”.

Bien podríamos integrar lo que hacen nuestras instituciones en un manojo de opciones, añade, para que se capitalice desde la producción de miel de abeja hasta la pesca, ganadería y la producción de maíz o frijol.

“Es el momento para que el científico proyecte una nueva imagen y multiplique sus esfuerzos por trasmitir lo que ha descubierto en beneficio de las necesidades sociales”. Y eso es lo que ha hecho el investigador a lo largo de las últimas décadas, incansable lo sigue y seguirá haciendo.

SUS RESULTADOS. Además del trabajo en aspirina y plantas, el científico ha participado en el desarrollo de valor agregado en el henequén, planta que históricamente hizo muy rico al estado de Yucatán, al obtener una bebida alcohólica.

También participó en el impulso de la producción de hongos (mediante un cultivo intensivo) comestibles en biofábricas, lo que posicionó a México en primer lugar en Latinoamérica, y de la cual partió la creación de numerosas industrias.

Otro trabajo destacado fue su investigación en el incremento de la eficiencia en el uso de agua para cultivo de maíz, a través de la trasplantación de la planta, de manera similar a la producción de arroz en Asia, o como se hacía en la época precolombina en México. El sistema ha permitido incrementar la producción hasta en 14 toneladas por hectárea en un año, a diferencia de los 900 kilos que se producen comúnmente en condiciones de temporal.

Ahora, el científico trabaja en otro proyecto para incorporar al árbol de ramón al sistema forestal para producir, compensar y reducir la importación de granos. “Importamos muchos granos a nuestro país, la alternativa no es sólo lo tradicional, y el árbol de ramón, con mucha historia entre los mayas, tiene una semilla con una calidad nutritiva extraordinaria”.

UTILIZAR LA BIODIVERSIDAD. No obstante estos resultados, el científico lamenta que no ha habido el mejor acercamiento entre gobierno y ciencia para aplicar estos y otros conocimientos de la mejor forma para beneficio del país.

“Hay una distancia, y no entiendo por qué, entre los programas asistenciales de las secretarias de estado y lo que nuestra ciencia y tecnología ha demostrado en el área agrícola”.

Ese acercamiento entre “operadores de los programas” con la ciencia y tecnología es urgente, enfatiza, porque si, por ejemplo, “seguimos produciendo maíz en Yucatán donde ya no hay suelo, no importa el dinero que metamos, será complicado incrementar a más de una o dos toneladas la producción. Pero si empleamos un sistema de producción continua y de trasplante podríamos alcanzar las 14 toneladas”.

Al menos es el tipo de alternativas que se deberían de considerar y discutir, innovar es progresar en una sociedad del conocimiento. “¿Qué es lo que debemos hacer? No creo que más de lo mismo, sino innovar con la tecnología y ciencia que se hace en el país y se ha hecho durante muchos años”.

Hay que producir más maíz de manera inteligente o emplear el árbol de ramón, así como el grueso de nuestra biodiversidad, de la que podemos sacar muchas ventajas, dice. “De nada nos sirve un país megadiverso si no lo aprovechamos en beneficio de las urgentes necesidades que tenemos”.

México ha tenido dos recursos importantes que han generado riqueza: minería y petróleo. Ahora, hay que emplear nuestra biodiversidad, y no sólo verla como una característica cualitativa que distingue al país, “sino utilizarla con el objetivo de apoyar el desarrollo del país”.

Por ello, Alfonso Larqué se mantiene en la trinchera para convencer a “los operadores” a que mantengan un contacto más estrecho con los científicos. “Porque hay cosas que permitirían innovar lo que se hace hasta el momento, porque la situación es urgente y todos tenemos que sumarnos para dar solución a las limitantes que nos afectan. Las agrociencias mexicanas deben ser consideradas para contribuir a nuestro bienestar social”.

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