El Economista
31 de mayo de 2011
Manuel Lino
«Si al niño le truena el cuerito, es empacho –diría la abuela-. Si no… a lo mejor hay que llevarlo al médico para que le den penicilina».
Las recetas de la abuela, las del yerbero y la curandera; las terapias del huesero o la rezadora, la partera, las limpias, las curas de espanto, los temazcales… ¿funcionan? Y si sí, ¿para qué?
Tal vez quien nunca ha tenido un empacho o la necesidad de una cura espanto podría tranquilamente decir que esa medicina, de ondas raíces tradicionales, es pura superchería, y quienes la practican no pasarían ante sus ojos más que por charlatanes.
Pero lo cierto, es que no podría hacer esta afirmación con bases científicas sólidas, pues la medicina moderna, la académica, la que se hace en los laboratorios, no ha estudiado la inmensa mayoría de esos fenómenos.
Los científicos, hasta ahora, han desechado esa sabiduría también como si solo fueran supersticiones sin sentido, como si en los yerberos no estuviera el origen de los farmacéuticos y su estantería de remedios.
Pero, si todo sale más o menos bien, eso podría cambiar radicalmente en el futuro cercano.
A cambiar el mundo… o por lo menos a México
Hace apenas un par de años, arrancó el Proyecto Foncicyt 95255, y ahora que se encuentra en su última etapa se propone cambiar la forma en la que se hace ciencia y tecnología en México. Ni más ni menos.
Con el título de “Conservación, protección, aprovechamiento social y desarrollo de los conocimientos y recursos tradicionales en México”, este proyecto fue financiando con recursos de México y la Unión Europea y realizado por más de 60 investigadores de cuatro instituciones: las mexicanas UNAM y el Grupo Interdisciplinario de Tecnología Rural Apropiada (GIRA), y las europeas Groupe d’etudes el de services pour l’economie des resources (Geyser) y la Universidad Autónoma de Madrid.
La idea es ir tendiendo puentes de entendimiento y cooperación entre conocimientos tradicionales y las ciencias y tecnologías modernas en diversos campos, como la medicina, la alimentación y la conservación.
La última parte del proyecto se está llevando a cabo en estos momentos y es la realización del ciclo de mesas redondas Hacia las sociedades del conocimiento: conocimientos tradicionales ciencia y tecnología, de donde saldrán propuestas de políticas públicas que se harán llegar a “los tomadores de decisiones”.
Saberes en peligro de extinción
A decir del matemático y filósofo de la ciencia León Olivé, coordinador del proyecto, quien participó en la primera mesa (Sociedades del conocimiento y conocimiento tradicional) “al preguntarnos por el modelo adecuado que nos oriente hacia una sociedad del conocimiento debemos considerar la muy rica tradición de México, para proponer políticas públicas que promuevan igualdad y justicia social, que vayamos hacia una sociedad del conocimiento que podamos designar como justa y democrática”.
El físico Arturo Menchaca, presidente de la Academia Mexicana de las Ciencias y quien inauguró las mesas redondas, recalcó que si bien ya hay normas para cuidar el valioso “patrimonio biocultural” de México éste es “muy vulnerable y hay que protegerlo por medios jurídicos adecuados; garantizar que los beneficios sean para la sociedad en general pero en especial para los grupos que los han generado”.
El recorrido del desdén tradicional
Para Ambrosio Velasco, desde la conquista, la exclusión de los saberes tradicionales era una más de las formas “dramáticas e irracionales para justificar la explotación. Se hablaba del carácter bárbaro de los indígenas. Se suponía que sus conocimientos carecían de fundamento racional y que su salvación era adoptar la cultura europea.
“Esta idea sigue, se cree que la ciencia y la tecnología deben luchar contra la ignorancia popular. Es, en el fondo, el mismo criterio”, dijo Velasco
Sin embargo, durante la colonia hubo quienes “reconocieron la plena valía de las culturas tradicionales, quienes las reconocieron como formas distintas de concebir el mundo y resolver problemas. “Humanistas como fray Bartolomé de las Casas, Carlos de Sigüenza y Góngora, Sor Juana Inés de la Cruz, José Antonio Alzate, Fray Servando Teresa de Mier.
“Pero eso, que se hizo en la colonia se les olvidó a los independentistas. Negaron toda relevancia de los saberes indígenas.
“Carlos Montemayor afirma que en un siglo de México independiente destruyó más de las culturas indígenas que tres siglos de dominación colonial”.
Y el siglo siguiente no cambió las cosas. “Justo Sierra fue positivista y liberal, y un hombre muy valioso, pero nunca multicultural.
“Estamos conscientes, y no hay que confundirnos con lo que aquí se pretende, de que se da mucho el llamado ‘indigenismo histórico’: admiración al indio muerto y desprecio al vivo”.
Para Velasco, tiene que haber un principio de equidad, “que no significa la equivalencia de los conocimientos, sino que cada uno reconozca la existencia del otro”.
Un camino por trazar
Por su parte, el físico Omar Masera, quien puede contar entre sus reconocimientos Premio Nobel de la Paz pues forma parte del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático que en 2007 recibió el premio, comentó que “el mercado y las empresas, tal y como están ahora, no son el mejor camino para los desarrollos multicuturales”.
Pero tampoco la forma como se evalúa la ciencia resulta favorable: “Tenemos la presión de publicar en revistas internacionales de alto impacto y se demerita la aplicabilidad social”.
Y tampoco los científicos, en especial, dijo, los naturales, que “llegan a cualquier lugar diciendo ‘No sé cuál sea tu problema pero tengo la respuesta’ […] No van a aprender ni a compartir sino a enseñar”.
El médico Roberto Campos, quien habló de los encuentros (en su gran mayoría con malos resultados) entre la medicina tradicional y la académica, señaló que “los del problema somos nosotros los científicos, la gente no tiene problemas en la articulación y la vinculación de los saberes” (y dio ejemplos como el del empacho con que empieza esta nota).
Campos también señaló que no se trata de volver a un pasado prehispánico que ya ni se sabe cómo era, pues la sabiduría local es cambiante y va evolucionando.
Faltan por llevarse a cabo las mesas de Energía rural y medio ambiente, Medicina tradicional y salud, Maíz y alimentación y Recursos forestales y madera.
mlino@eleconomista.com.mx