Por Guillermo Haro, México puede presumir a grandes astrónomos

La Jornada
8 de marzo de 2014
Emir Olivares Alonso

La escritora Elena Poniatowska presentó El universo o nada: biografía de un estrello

Se ocupó de que sus alumnos estudiaran en Europa y EU; les advertía de su deber de regresar para beneficiar al país, recordó la autora

La biografía muestra su impacto en la vida y desarrollo profesional y científico de los hoy expertos, consideró Carlos Arámburo, de la UNAM

Siendo un niño, Guillermo Haro (21 de marzo de 1913-26 de abril de 1988) le dijo a su madre Leonor: Un día voy a descubrir cómo nace una estrella. La observación de las noches de la ciudad de México en las primeras décadas del siglo XX fueron trascendentes para que aquel pequeño se convirtiera, al paso de los años, en uno de los astrónomos más reconocidos de México y el mundo.

Descubridor de varios objetos extraterrestres, que incluso llevan su nombre, como los Herbig-Haro, hombre de convicciones políticas y científicas, maestro estricto y cariñoso, padre y esposo ejemplar, científico preocupado por el desarrollo de la ciencia en su país. Esas fueron sólo algunas de las características del investigador mencionadas por los presentadores del libro El universo o nada: biografía de un estrello, de la escritora Elena Poniatowska, que se realizó la noche del pasado jueves en el Museo de las Ciencias Universum, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Se dice que un hombre es genial en la ciencia, si tiene tres buenas ideas. Si tiene más de cuatro podría comparársele a (Isaac) Newton. En el caso de Guillermo Haro, según el doctor Emmanuel Méndez Palma, tuvo más de cuatro ideas fantásticas desde el momento en que exploró con la cámara Schmidt (del Observatorio Nacional de Astrofísica, en Tonanzintla, Puebla) el cielo del norte, aseveró Poniatowska.

La ganadora del Premio Cervantes de Literatura 2013 recordó que el estrello, como solía llamarlo, “fue un hombre que primero retó a sus maestros y posteriormente desafió a sus estudiantes. Gran promotor para que sus alumnos pudieran ser enviados a las mejores universidades de Europa y Estados Unidos. Pero antes les advertía de su deber de regresar a México, para que beneficiaran al país con sus conocimientos. Hoy, gracias a él, México puede presumir de grandes investigadores en esta disciplina, como Silvia Torres, Manuel Peimbert, Luis Felipe Rodríguez o Arcadio Poveda, por citar sólo algunos.

“Desde muy jóvenes, sus discípulos se acostumbraron a preguntar por qué y para qué estamos en la Tierra. Hacer preguntas es señal de inteligencia. Quisieron servir a su país con su cerebro, sus ojos, su lengua, sus manos y sus pies de exploradores. Conocieron a los habitantes de otros países que hablaban otros idiomas y tenían otras costumbres, y su vida se hizo fascinante. Alimentaron su cerebro como pedían los Beatles, se enriquecieron a sí mismos, enriquecieron a su país y se crearon otra vida, a diferencia de la que ahora tenemos y que muchas veces, y para nuestra gran desilusión, se alimenta de la tele y de los celulares, los juegos y las voraces maquinitas traga monedas, que en vez de hacer crecer la imaginación, la inhiben, y en muchos casos hasta la asfixian”, subrayó la escritora.

Gracias a Haro, destacó Poniatowska, de tan sólo cinco astrónomos (en la década de los 50) pasaron a 240 en la actualidad.

Hizo investigación de vanguardia con los medios de un país de tercer mundo, en suma, Haro dedicó su vida a la curiosidad de sus semejantes, planteó la autora.

Silvia Torres Castilleja, quien fuera una de las alumnas de Haro y que hoy es una de las investigadoras más reconocidas en esta disciplina a escala mundial, sostuvo que la astronomía moderna en México empieza con Guillermo Haro.

Torres conoció a su maestro en 1958. Era un apasionado de la investigación en astronomía, hizo investigación avanzada con tecnología limitada, poniendo a México en el mapa astronómico de los años 50 y 60; consiguió recursos siempre escasos para enviar a sus estudiantes al extranjero, en esa época no existían programas de becas ni el Consejo Nacional de Ciencia y Teconología. Él nunca dio clases, pero fue uno de mis mejores maestros, con su ejemplo.

El coordinador de la investigación científica de la UNAM, Carlos Arámburo de la Hoz, agradeció a Elena Poniatowska por darse a la tarea de escribir esta biografía, ya que muestra el impacto que Haro tuvo, tiene y seguirá teniendo en la vida y desarrollo profesional y científico de los hoy expertos en esa disciplina.

Un impulso de primavera con su obra

Este libro, escrito con la maestría con la que Elena sabe hacerlo, es una magnífica oportunidad para que los jóvenes y el resto de la sociedad conozcan cómo se genera una vocación científica, planteó.

José Franco, presidente de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC), señaló que Haro fue uno de los arquitectos no sólo de la astronomía, sino de toda la ciencia en México. Apuntó que México no sólo tiene un Nobel en ciencias (Mario Molina), pues Haro fue merecedor en 1986 de la Medalla Lomonósov de la Academia de Ciencias de la Unión Soviética, equivalente al premio Nobel.

El libro describe con mucha precisión la vida de Guillermo Haro, quien nació en 1913 para celebrar la primavera. Gracias a él, la ciencia en México recibió un impulso de primavera con su obra.

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