Polémica: Protesta Florescano por presiones a la AMC

La Jornada
25 de mayo de 2005

Los medios de comunicación dieron a conocer un alarmante acto de represión contra las instituciones académicas mexicanas. El pasado 23 de mayo el periódico La Jornada informó que funcionarios del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnologí­a (Conacyt) habí­an intentado censurar el discurso que el presidente de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC) habrí­a de pronunciar ese 23 de mayo en Los Pinos, en la entrega de los premios de investigación que otorga anualmente esta institución, en una ceremonia presidida por el presidente de la República, los funcionarios de Conacyt, los miembros de la Academia Mexicana de Ciencias, los premiados y la comunidad cientí­fica.

Al dí­a siguiente, 24 de mayo, el periódico Reforma denunció el mismo intento de censura por parte de funcionarios de Conacyt. Para apoyar la protesta que expreso aquí­ contra esos procedimientos inaceptables, quiero recordar datos indispensables para situar ese acto irresponsable.

El Consejo Nacional de Ciencia y Tecnologí­a, institución a la que yo mismo contribuí­ a formar, de manera modesta, en el área de ciencias sociales, se estableció (1972) para fomentar el diálogo, la interrelación y la comunicación entre las instituciones y la comunidad cientí­fica de nuestro paí­s, que en la década de 1960 se encontraban en una situación de aislamiento e incapacitadas para crear polí­ticas o estrategias nacionales.

Si recordamos la naturaleza de esos orí­genes, el acto de censura de los funcionarios de Conacyt contra la Academia Mexicana de Investigación señala un retroceso funesto. Es decir, en lugar de dar voz a las instituciones de ciencia y a los investigadores, los funcionarios de Conacyt se erigen en censores de sus representantes y tratan de acallar sus crí­ticas.

Debe recordarse que la entrega anual de premios de la Academia Mexicana de Ciencias, como la entrega de los premios nacionales y otras ceremonias semejantes de reconocimientos, han estado presididas en nuestro paí­s por dos principios, no escritos, pero recí­procamente respetados. Primer principio: los premiados, en representación de su área o de la comunidad cientí­fica, expresan ante las autoridades más altas de la nación, los atrasos y requerimientos de su área y demandan remedios y recursos. Segundo principio: el Presidente o el secretario de Educación oyen esas demandas y expresan su intención de apoyarlas o informan de nuevas disposiciones y polí­ticas gubernamentales en esos campos. El intento de censura puesto en acto por los actuales funcionarios de Conacyt cancela en los hechos ese diálogo acordado, que por una vez al año daba voz nacional a los cientí­ficos y a sus instituciones.

Es muy grave que en la época de afianzamiento de las instituciones democráticas el más alto organismo cientí­fico creado por los mexicanos se instituya en órgano represor de las instituciones cientí­ficas y los investigadores. Las instituciones cientí­ficas mexicanas, y los investigadores, debemos manifestar nuestra oposición a todos los actos de esta naturaleza y condenar su aparición en el seno de las instituciones nacionales.

Enrique Florescano, historiador y ex director del INAH

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