Pauta para la ciencia

La Crónica de Hoy
23 de mayo de 2007
Alejandro Frank Hoeflich

Un artí­culo de mi colega consejero Baltasar Mena, me ha motivado a escribir el presente escrito. Me refiero a su texto ¡El cientí­fico sexagenario en el paí­s del nunca jamás!, publicado con fecha 4 de abril en la sección Opinión de Crónica. í‰ste refleja la desesperanza que los cientí­ficos y tecnólogos mexicanos sentimos por la ausencia de una polí­tica educativa y cientí­fica que permita avanzar en el camino de nuestro paí­s hacia el desarrollo. La complacencia en que a veces caemos no sirve para paliar la dura realidad, ni el terco futuro de dependencia e inequidad que se hace ya presente. Los escasos cientí­ficos mexicanos inevitablemente nos hacemos más viejos, sin poder retirarnos y sin siquiera la esperanza de que los brillantes, pero insuficientes cuadros de cientí­ficos jóvenes que hemos logrado formar (incluyendo a aquellos que han partido hacia el extranjero por falta de oportunidades) puedan llegar a suplirnos y a incrementar y multiplicar el impacto de la ciencia en nuestro paí­s. En el año 2006 se invirtió el presupuesto más bajo en este rubro en una década, inferior al 0.36 % del PIB, comparado con el 0.4 % en el año 2000. Esta inversión relativa ha alcanzado ya niveles de desastre nacional, siendo ya inferior a la de paí­ses con menor desarrollo que el nuestro. La ausencia de una cultura cientí­fica se refleja en la falta de conciencia ciudadana sobre la vital importancia de este tema en el mundo actual. Parece difí­cil para nuestros lí­deres comprender que los logros de un paí­s no pueden medirse con criterios basados exclusivamente en estadí­sticas, puntajes, parámetros macroeconómicos o campañas de imagen. Tampoco por los recursos obtenidos a partir de la exportación de mano de obra barata o la sobreexplotación de nuestros recursos naturales. Se mide por las obras, la creatividad, la independencia, la equidad y la capacidad de generar un nivel de vida digno para sus habitantes. Investigar para crear, formar y transmitir. ¿Pero cómo podremos alcanzar estas metas?

Se ha señalado que existe una relación directa entre la inversión en ciencia y tecnologí­a y el crecimiento económico y social de una nación. Paí­ses con condiciones de desarrollo similares a las de México hace 30 años, exhiben hoy indicadores de desarrollo muy superiores. En el periodo 1970-2000 la inversión en ciencia y tecnologí­a, como porcentaje del PIB, se multiplicó en México por 2, en Brasil por 4.5, en España por 5 y en Corea por 9. En el mismo periodo, el ingreso per cápita, medido en dólares, creció en México 3.8 veces, en Brasil 6.3, en España 7.4 y en Corea 25.3 veces. Un dato aún más contundente es que mientras que Estados Unidos destina 960 dólares por habitante a la ciencia y tecnologí­a y España 400 dólares, en México la cifra es de apenas 20 dólares. Al principio del gobierno anterior el gasto era de 0.4 por ciento del PIB pero al final se ha llegado a algo que parecí­a imposible: reducirlo a 0.36 por ciento. Como ha señalado el reconocido investigador mexicano Marcelino Cereijido, un fantasma recorre México: es el fantasma del analfabetismo cientí­fico que invade su territorio, incluyendo, desgraciadamente, a muchos de nuestros gobernantes, diputados y senadores en las cámaras del Poder Legislativo, así­ como a lí­deres de la industria y de la iniciativa privada, al menos en cuanto a su falta de visión sobre el papel que la creación de conocimiento juega en la economí­a mundial hoy en dí­a. El conocimiento requiere cultivarse, con paciencia y con una perspectiva de largo plazo. Es sin duda el bien más valioso en los tiempos que corren. ¿Cómo motivar un cambio en la mentalidad de nuestra sociedad?

La investigación y la educación superior son las columnas en que se sustenta el crecimiento, identidad e independencia, aunque esto no sea evidente para la mayorí­a de nuestra población. La una no puede sobrevivir sin la otra, son los dos lados de la moneda del desarrollo. En particular, las universidades no pueden ser simples centros de instrucción o correas de transmisión de las ideas. Por definición, deben ser centros de saber universal donde los maestros y alumnos generan y cultivan el conocimiento en forma dinámica. Si bien es cierto que la investigación cientí­fica mexicana ha logrado subsistir en condiciones casi heroicas, se hace cada vez más patente que esta situación no puede perdurar. La semilla de la creatividad que ha tardado décadas en germinar está amenazada de muerte por inanición.

¿Cómo dar marcha atrás a este proceso de descomposición? Debemos empezar por atender nuestro recurso más importante, que son nuestros niños. En este espacio he hablado de ¡la otra fuga de cerebros!, los mexicanos que no tienen la oportunidad de descubrir, y mucho menos desarrollar, sus talentos.

En su inmensa mayorí­a, estos niños sólo podrán acceder a la educación superior y contribuir al desarrollo de México si ponemos a su disposición una educación pública sustentada en un vigoroso sistema de investigación cientí­fica, apoyada y financiada por los distintos sectores que conforman la sociedad, liderados por una polí­tica gubernamental con visión e inteligencia.

Con ello en mente, un grupo de investigadores, maestros y jóvenes entusiastas han decidido impulsar un plan nacional para identificar y dar apoyo financiero y logí­stico a estudiantes de todos los niveles, particularmente a aquellos con talento especial para las ciencias. En el tema del talento, el debate en México ha girado en torno a la falta de oportunidades para los cientí­ficos más destacados de nuestro paí­s y a la consecuente fuga de cerebros. í‰sta, en efecto, existe como gotera persistente. Sin embargo, rara vez se habla de esa otra pérdida, mucho mayor, que es la de los millones de niños que jamás tienen la oportunidad de alcanzar la educación superior, nuestros talentos desperdiciados. De acuerdo a la UNESCO, en nuestro paí­s sólo el 23% de los niños que se inscriben en la educación primaria permanece estudiando e ingresa al bachillerato. A escala nacional, esto significa que sólo el 7% de la población accede a la educación media superior en México mientras que únicamente el 1.6%, al nivel universitario. De la exigua matrí­cula universitaria nacional, apenas el 2.6% ingresa a una carrera cientí­fico-técnica. La poca eficiencia terminal complica aún más el problema. Este panorama refleja, por un lado, un problema de equidad en la educación a nivel nacional, y al mismo tiempo, pone en evidencia la necesidad de apoyar, fomentar y difundir el saber cientí­fico desde las primeras instancias educativas. El Programa Adopte Un Talento (PAUTA) es un proyecto que tiene por objetivo conciliar estas dos demandas fundamentales de la educación y ofrecer asistencia extracurricular a las escuelas de primaria y secundaria en el área de las ciencias con la finalidad de impartir a los alumnos talleres de motivación en relación al saber cientí­fico, ofrecerles talleres de ciencia basados en métodos de aprendizaje como la experimentación en laboratorio, el desarrollo de proyectos y la investigación cientí­fica. Esperamos de este modo crear espacios de reflexión y creatividad que fomenten la participación y faciliten la identificación de alumnos talentosos en estas ramas, brindándoles apoyo y seguimiento académico, financiero y logí­stico a lo largo de su vida escolar, hasta alcanzar la educación superior.

Es nuestra convicción, que el talento se puede cultivar y desarrollar con las herramientas y apoyos adecuados y puede surgir y manifestarse bajo muy distintas circunstancias. PAUTA se dispone a ofrecer estas herramientas, así­ como a generar las circunstancias favorables para el fomento del saber cientí­fico y el surgimiento de niños y jóvenes talentosos. De acuerdo a esta visión, las metodologí­as de identificación y procesos de selección serán abiertos, los talleres optativos y la convocatoria de carácter general. Se trabajará estrechamente con los profesores, padres de familia, escuelas e investigadores de la comunidad cientí­fica. Por otro lado, se dará especial énfasis a las estrategias de seguimiento del programa, de manera que nuestros esfuerzos y el de los diversos actores sociales involucrados en el mejoramiento de la educación nacional no se diluyan. La propuesta de PAUTA apunta a involucrar y promover la participación directa de ciudadanos y asociaciones en la formación de nuestros jóvenes y niños, impulsando la cultura del patrocinio y la responsabilidad social. Finalmente, PAUTA busca organizarse como una Asociación Civil sin fines de lucro, regida a través de un Patronato constituido por académicos de universidades públicas y privadas, funcionarios públicos, empresarios y padres de familia y se considera partí­cipe del esfuerzo común de los organismos e instituciones dedicados a la enseñanza en México.

El proyecto PAUTA tiene ya tres años de existencia y ha logrado iniciar actividades recientemente, patrocinado por la Academia Mexicana de Ciencias, la UNAM, la SEP y el Conacyt. ¿Podremos unirnos en un proyecto común a favor de nuestros niños? Intentemos vencer la desesperanza y apostar por nuestro futuro.

Director del Instituto de Ciencias Nucleares, UNAM
Miembro del Consejo Consultivo de Ciencias de la Presidencia de la República (CCC)

consejo_consultivo_de_ciencias@ccc.gob.mx

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