La Jornada Aguascalientes
15 de octubre de 2009
Fernando Palomino Topete
Hace algunos años, en México se desarrolló una plataforma industrial maquiladora que sirvió como detonante para el desarrollo de la economía mexicana, basado en emplear mano de obra barata que le permitiera a las grandes empresas reducir sus costos de fabricación elevando su volumen de ventas, permitiendo el crecimiento de nuestras exportaciones pero dejando una pobre inversión extranjera, basada en solamente la infraestructura industrial. Hoy, treinta años después, nuestro modelo económico sigue siendo el mismo, a diferencia que en nuestros días, las empresas transnacionales ya no invierten en nuestro país por un sinnúmero de razones, pero fundamentalmente es que no existe un sector obrero que otorgue el tan deseado valor agregado a los productos y servicios. Economías emergentes han apostado por el profesionalismo y capacitación de su planta laboral, transformándose en mano de obra calificada.
Ejemplos hay muchos, los tigres asiáticos (Singapur, Hong Kong, Taiwán y Corea del Sur) basaron su desarrollo económico en políticas responsables y trazadas a largo plazo, fundamentalmente invirtiendo en ciencia y tecnología, fortaleciendo la investigación y capacitando a su fuerza laboral. Estas estrategias les permitieron un crecimiento vertiginoso, pasando de ser economías subdesarrolladas a países de primer mundo en un lapso no mayor de 30 años.
Invertir en ciencia y conocimiento trae consigo muchos beneficios, se pueden desarrollar proyectos en los que se empleen tecnologías alternativas, que saquen del estancamiento económico y social en el que se encuentra nuestro país. Los gobernantes, empresarios y sociedad deben comprender que la investigación no es un lujo, no podemos seguir siendo un país maquilador, que compra tecnología extranjera porque no es capaz de fabricarla en nuestro territorio. No se ha comprendido la importancia de la investigación en el desarrollo de un país. Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), la inversión en ciencia y tecnología genera 25 por ciento del crecimiento en los países en desarrollo y 50 por ciento en los desarrollados, además de que por cada punto porcentual de aumento en investigación la productividad crece 0.17 por ciento. A principio de año, la misma organización indicó, que México tiene el nivel más bajo de los países miembros de la OCDE en productividad científica, formación de recursos humanos en ciencia, inversión en ciencia y tecnología, educación en ciencia y en solicitud de patentes. Para ejemplo, el siguiente dato: el coeficiente de inventiva de México, es decir, el número de patentes que produce en relación con el total de la población es 0.5, mientras que Japón posee un coeficiente de inventiva de 38.
Países como Brasil, Honduras o Venezuela invierten más en investigación. El promedio Latinoamericano que se destina a este rubro es de 0.5 por ciento del PIB, México destinó este año, en números reales, tan sólo el 0.33 por ciento, de acuerdo con Rosaura Ruiz Gutiérrez, presidenta de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC), muy por debajo de lo recomendado por la UNESCO que es del uno por ciento. Países como Suecia destinan el 4 por ciento, Finlandia el 3.5 por ciento y Japón el 3.2 por ciento.
Hace un año, la presidenta de la AMC, precisó que de 1999 a 2008 disminuyó la asignación de fondos públicos al campo de la ciencia y tecnología, pasando de .42% a .37% del PIB, siendo éste uno de los menores presupuestos asignados en las últimas dos décadas.
Ante este escenario, no queda más que apostar por la inversión en educación, ciencia y tecnología, y cambiar nuestro modelo socio-económico con la firme intención de construir un futuro promisorio para nuestro país.
Aporte final: En México existen 1.2 investigadores por cada mil empleados, siendo el promedio de la OCDE de 7.3. En países como Japón o Canadá la relación es de 11 y 7.7 respectivamente.
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