La Jornada
24 de septiembre de 2013
Redacción
Víctor Magaña Rueda, de la UNAM, recomienda actualizar el sistema de alerta, en el que participó
Un esquema completo de prevención requiere considerar la magnitud del ciclón, la caracterización del riesgo que tome en cuenta la lluvia y la vulnerabilidad de las diversas regiones, destaca el investigador
Hay más asentamientos y gente más expuesta, afirma
Los daños causados por Manuel en Guerrero se deben a la saturación del suelo. Ese huracán junto con Ingrid dejó esta lección: los fenómenos hidrometereológicos hay que analizarlos desde los aspectos natural y de vulnerabilidad, pues esta última es la que define la magnitud del desastre. Al estudiar la situación con una ‘visión naturalista’, en la que se habla del fenómeno como si fuera el causante del desastre y se olvida que detrás hay un contexto de vulnerabilidad, se señala únicamente al fenómeno y no hay responsables, advierte Víctor Magaña Rueda, investigador del Instituto de Geografía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), y uno de los creadores del Sistema de Alerta Temprana contra Ciclones Tropicales (SIAT CT), al que recomienda actualizar.
Agregó que en materia de fenómenos naturales y desastres destaca el concepto de riesgo, que es la probabilidad de que ocurra un desastre, es decir, la combinación del fenómeno natural, en este caso huracán, y de la vulnerabilidad frente a éste.
“Con vulnerabilidad y peligro es con lo que se define el tipo de magnitud de desastre. Si se revisan los reportes de dónde es la gente que murió en los eventos que acaban de ocurrir, vemos que son de poblados pobres o están asentados en zonas de ladera, donde las montañas en general están deforestadas, perdiendo vegetación que retiene el suelo, y si se le añade el factor peligro, el riesgo entonces en muy alto”.
Así, para Magaña Rueda, la destrucción y efectos que se observan tras el paso de Manuel e Ingrid no son consecuencia del cambio climático, sino del aumento de la vulnerabilidad.
Factores
Explicó que la vulnerabilidad está determinada por diversos aspectos, como el origen y tipo de evento; la geografía de la zona afectada; las características de las estructuras existentes; la salud del ecosistema, y el grado de preparación de la población, de la comunidad y de los gobiernos para enfrentar la situación, así como por la capacidad de recuperación en el más breve tiempo posible. Si se conocen las causas de ella se podrán sugerir acciones que la reduzcan para que a pesar de que impacten los ciclones la magnitud de los daños sea menor.
Destacó que en la actualidad se tiene que considerar que hay muchos más asentamientos y más gente expuesta.
En un comunicado de la Academia Mexicana de Ciencias, el especialista en temas de Dinámica del Clima en las Américas Tropicales y Cambio Climático indicó que aun cuando hubiera sido un solo huracán, se hubieran tenido desastres similares por la vulnerabilidad de las zonas.
Las lluvias torrenciales que trajeron Manuel, en el Pacífico, e Ingrid, en el Golfo de México, provocaron daños en 26 estados, 123 muertos, 33 heridos, 59 mil personas desalojadas y más de un millón de damnificados, según cifras ofrecidas por el gobierno federal.
Magaña Rueda, investigador nivel II del Sistema Nacional de Investigadores, recordó que el SIAT CT se diseñó antes de 2000 con el objetivo de mejorar la coordinación de acciones para prevenir y mitigar grandes catástrofes y orientado principalmente a salvar vidas humanas. En ese entonces morían muchas personas cada vez que un huracán entraba a tierra y las acciones que se emprendían se reducían a actuar después de registrarse el desastre.
El investigador participó en la confección de ese sistema con la propuesta de crear un semáforo para indicar el tipo de acción que se debía poner en marcha o cambiar, dependiendo de qué tan cerca e intenso se presentara el ciclón tropical.
Indicó que el SIAT CT no consiste sólo en advertir de la presencia de un huracán, implica llevar a cabo acciones coordinadas entre los organismos públicos y la sociedad para reducir la vulnerabilidad.
Mencionó que el evento combinado de Manuel e Ingrid salió del estándar de los que habían ocurrido desde 2000; es decir, que aun cuando pegaban huracanes y había daños, se contabilizaba un número mucho menor de personas muertas. “En esta ocasión ya suman más de cien, entonces si el objetivo primordial del sistema es proteger la vida, ¿qué pasó?, ¿qué no funcionó?, es lo que nos preguntamos, al menos yo”.
Víctor Magaña dijo que Manuel e Ingrid no tuvieron nada de extraordinario, sino “se combinaron dos fenómenos cercanos a la costa que es lo que deja mucha humedad, pues un huracán puede dejar el equivalente de lluvia a la de un mes o al de toda una temporada. Alex (2010) dejó precipitaciones de toda una estación en el noreste de México”.
“Si se trata de pensar que la causa de la magnitud del desastre está en la magnitud del fenómeno, se tiene la tentación de regresar al paradigma naturalista del que hablaba, y si bien es cierto que fueron lluvias extraordinarias, este país debería estar preparado para enfrentar esa magnitud de precipitaciones”, sostuvo el investigador.
La Comisión Nacional del Agua reportó que entre el 11 y 18 de septiembre se presentaron en México lluvias con precipitaciones que superaron los 987 milímetros en la Sierra de Guerrero, los 661 mm en la Huasteca Potosina, 519 mm en la Costa de Michoacán y 465 mm en la de Oaxaca. Informó que la lluvia que afectó a la entidad guerrerense –que representó 70 por ciento de la precipitación correspondiente a un año en el puerto de Acapulco–, es la de mayor intensidad registrada en la historia del país, producto de la saturación del suelo en varias zonas.
Escala para EU
La escala que caracteriza la intensidad de los ciclones tropicales es la Saffir-Simpson, pensada en la magnitud de daños que podría tener la infraestructura en las costas de Estados Unidos por dos fenómenos asociados: vientos y oleaje que producen los huracanes. Entre más rápido rote el huracán se tienen vientos y oleaje más intensos, por lo que el daño a las casas es mayor.
Sin embargo, no se ajusta a la condiciones de México, “porque lo que más daño le hace a nuestro país son las lluvias, las cuales no crecen linealmente con esa escala; es decir, puede haber un ciclón tropical que sea categoría uno que deje mucho más lluvia que uno de categoría cuatro, por tanto, las categorías no son relevantes en este contexto, porque lo que a los mexicanos nos interesa saber es cuánto va a llover.
Víctor Magaña Rueda concluyó que para que funcione el SIAT como un esquema completo de prevención es necesario actualizarlo no sólo con base en la magnitud del ciclón, sino en una caracterización del riesgo que tome en cuenta la lluvia y la vulnerabilidad de las diversas regiones, “esta es la lección que hemos aprendido con Manuel e Ingrid”.
“Ahora nos planteamos preguntas como: ¿por qué no se cayeron más o todos los cerros y sólo colapsó uno (La Pintada, en Guerrero)?, ¿por qué Acapulco fue la zona afectada y no Ixtapa Zihuatanejo?, ¿por qué fue tal río y no otro?, esto lo va a poder explicar el contexto de vulnerabilidad y ahí es donde hay que trabajar; es un aspecto muy científico, hay que internarse en un modelo que cuantifique estos factores que muchas veces también son sociales y económicos”, concluyó.