Exonline
24 de marzo de 2009
Axel Didriksson
A la crisis económica y a la falta de alternativas para superar las condiciones de atraso educativo, de desigualdad y pobreza, debe agregarse el empantanamiento que se vive en materia de política científica y tecnológica.
El desencanto de la comunidad científica de sexenio y medio de gobiernos panistas (que se presentan como de “alternancia”) se documenta en una serie de estudios elaborados por algunos de sus prominentes miembros (entre otros, un ex mandatario y la actual presidenta de la Academia Mexicana de Ciencias), para dar cuenta de que los principales programas y metas relacionados con el impulso de la ciencia y la tecnología en el país no han alcanzado a convertirse en verdaderas prioridades, los recursos siguen siendo escasos y limitados y no se tienen ni visión ni prospectiva respecto de lo que debe impulsarse en un sector de tan alta complejidad.
De manera concreta, por el análisis de los indicadores y los resultados que se presentan en estos estudios, los gobiernos panistas han sido negativos para el desarrollo científico mexicano debido a que los responsables de elaborar la política científica y tecnológica no cuentan con las credenciales ni la autoridad necesarias ni suficientes frente a sus pares; porque no se ha presentado un interés real ni mecanismos efectivos para mejorar el financiamiento hacia la ciencia; porque han ocurrido lamentables retrasos en definiciones programáticas gubernamentales básicas y porque hay evidencias de que no se sabe cómo hacer para que la investigación fundamental alcance una mayor pertinencia social (Rafael Loyola y Octavio Paredes. La Política para la ciencia y la innovación en retroceso. Conversus, IPN, No. 76, 2009, p. 15-16).
Respecto a dos de las iniciativas que generaron mayores expectativas en la comunidad científica, también se muestran retrasos y puntos de vista muy críticos. Es el caso de la organización del Foro Consultivo Científico y Tecnológico, constituido como asociación civil desde abril de 2002, con la pretensión de estimular y recoger las propuestas del sector académico, científico y empresarial, para la formulación de programas de ciencia y tecnología e impulsar reformas legislativas a su favor. El balance es que este foro aún carece de identidad y no ha alcanzado a proyectar la fuerza que puede representar (Rafael Loyola y Octavio Paredes. Reflexiones sobre el Foro Consultivo Científico y Tecnológico. Veredas. UAM-Xochimilco, No. 17, 2008, p. 90-91).
El otro caso es el Programa de Estímulos Fiscales, para estimular la participación de las empresas privadas en la investigación y el desarrollo tecnológicos. El balance es que, después de ocho años de ejercicio, este programa ha tenido sólo resultados desalentadores: deterioro de la competitividad, retroceso en la balanza de pagos tecnológica, magro rendimiento en materia de patentes y un presupuesto millonario caracterizado por un enfoque “gerencialista” de la gestión científica y de “fundamentalismo tecnológico sin ciencia” (Rosaura Ruiz y Rafael Loyola. “Los riesgos de una política científica gerencial”. El Universal, 9, 10 y 11 de marzo, 2009).
Seguimos a la espera de una política en el sector, acorde con un nuevo proyecto de país que pueda convertir los conocimientos, el talento, la educación y la investigación en motores de un desarrollo con bienestar para las grandes mayorías. Esto no va a ocurrir en este sexenio, más bien ojalá se acabe pronto.
didrik@servidor.unam.mx