Campus Milenio
7 de mayo de 2009
Jorge Medina Viedas
jorge.medina@milenio.com
Un puntual y enérgico “ya basta” ante la discriminación a la ciencia que han hecho los gobiernos, surgió de la voz de la presidenta de la Academia Mexicana de Ciencias, quien puntualiza la necesidad de que haya una política que nos permita como país superar problemas de rezago científico y de dependencia tecnológica
El problema del virus de la influenza AH1N1 fue demasiado para las capacidades científicas nacionales. Las advertencias de los científicos mexicanos golpearon en la cara al gobierno federal, al Poder Legislativo, y en general a los políticos. Se lo dijeron de diversas formas y circunstancias. Con mucho tiempo de anticipación. Rosaura Ruiz Gutiérrez, presidenta de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC), lo expresó en el Congreso, en el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) y en varios foros: hay que invertir en ciencia y una de las prioridades debe ser en salud.
La respuesta de quienes deciden lo que se hace en el país fue nula e insuficiente, y con el virus H1N1 de la influenza estamos viendo una de las consecuencias. Bióloga evolucionista, estudiosa de experiencias históricas en que se han dado estas mutaciones de los virus de humano a humano como ocurrió en España en 1918 y la que hoy se está sufriendo en México, la doctora Ruiz señaló: “México no es un país tan pobre para depender de lo que hagan otros; por falta de recursos para la investigación no pudimos hacer aquí las pruebas diagnósticas; ésta es la realidad actual: además, dependemos del extranjero para que se haga la vacuna y para los antivirales; dependemos de empresas que, además, hacen de todo ello un negocio porque no tienen interés social, sino mercantil”.
Esto es resultado de la dependencia científica y tecnológica, señaló evidentemente fastidiada, al recordar que la comunidad científica nacional (“pequeña pero muy capaz”, dijo) ha venido repitiendo la necesidad de invertir hasta 1 por ciento del producto nacional en ciencia y tecnología.
Depender de otros lleva a México a enfrentar, en condiciones de debilidad, situaciones como la de la pandemia del H1N1, apunta la doctora Ruiz.
Sin embargo, fue muy clara: ante los riesgos que está viviendo el país, hay que atender a la población más desprovista de recursos. Las medidas que se han puesto en marcha son las que se debieron tomar; pero recomienda informar mejor con el fin de que la población sepa muy bien cuáles son y cómo asumir las conductas adecuadas.
Asimismo, ante los distintos rumores que se expanden en el sentido de que el virus no es sino una coartada para otros fines del gobierno, afirmó: lo más racional es actuar para enfrentar el virus. Después deberá hacerse una evaluación de cómo se procedió, qué se hizo bien y qué se hizo mal, pero ahora hay que extremar las medidas de prevención. El virus está aquí, hay que atender a todo mundo y hay que evitar que se extienda. Lo otro, entrar al juego especulatorio sería una irresponsabilidad, dijo la actual secretaria de Desarrollo Académico de la UNAM.
En sus oficinas de la Universidad Nacional, vestida de negro con una mascada color magenta cubriéndole parte del cuello, la doctora Ruiz habla para Campus. Su pasión: la ciencia y su papel en la sociedad, se transpira en el octavo piso de la rectoría de la UNAM. Carteles con imágenes de científicos universales, estantes cubiertos de libros, fotografías de la doctora en las que está a cuadro con Fidel Castro y con Cuauhtémoc Cárdenas, tapizan la estancia de trabajo de Rosaura. No es un secreto para nadie. Es una mujer de izquierda y así lo consigna su historial en la UNAM.
Su vocación por la evolución de las especies y del origen de la vida la convierte en una de las científicas mexicanas que mejor conoce la obra y la teoría de Darwin. Sus libros, El método en las ciencias: epistemología y darwinismo y Evolucionismo y cultura: darwinismo en Europa e Iberoamérica, elaborados con Francisco Ayala y Miguel Ángel Puig-Samper, respectivamente, junto con una serie de ensayos y conferencias sobre el tema, revelan sus inclinaciones científicas.
Ahora al frente de la Academia Mexicana de Ciencias hasta 2010, ha estudiado aspectos torales de la filosofía de la ciencia, y en el plano divulgatorio y de toma de posición política ha expuesto los problemas de la ciencia en México y ha elaborado propuestas que comparten la gran mayoría de sus colegas científicos. Lo ha dicho: no soy una militante política, soy una militante de la ciencia.
La ciencia es un lujo o “es el presupuesto, estúpido”
Rosaura Ruiz Gutiérrez señala que la ciencia mexicana tiene problemas graves y variados. Pero uno destaca sobre los demás, el del presupuesto. No puede haber un desarrollo científico serio si no hay suficiente presupuesto. “Por lo visto, en los gobiernos, y me refiero al actual, al anterior del PAN y a los del PRI, la ciencia se ha considerado como algo accesorio, algo que puede ser interesante, pero como alguna vez un funcionario del Conacyt dijo: ‘la ciencia es un lujo’; y que si México era un país pobre, no se puede dar grandes lujos”, comenta con cierta acritud la doctora Ruiz.
La dirigente de la Academia Mexicana se explaya. Se puede decir que México tiene científicos, tiene determinadas áreas con investigaciones de frontera, etcétera, pero nunca se ha visto a la ciencia como un factor de desarrollo del país, comienza diciendo. La ciencia requiere apoyo porque tiene que haber ciencia. El problema que ha tenido México es que no se ha visto a la ciencia y a la tecnología como factores de desarrollo. Pasa lo de siempre: lo que se dice es «qué bueno que haya ciencia», pero no se le pueden dedicar grandes recursos porque México es un país pobre con otras prioridades como la educación y la salud.
Lo precisa: “esto es el centro de lo que yo llamaría tragedia nacional, en el sentido que hemos visto cómo en los países que se han desarrollado lo han hecho porque han invertido en ciencia. Hace mucho tiempo ya que los países que progresan son los que utilizan su conocimiento, aplican aquel que producen los propios científicos y lo explotan. Esta omisión en México, creo, revela que no se entiende que la ciencia no es solamente una forma de ver al mundo y de obtener conocimiento de la naturaleza y de la vida, social y natural en general: la ciencia es una actividad que puede sacar adelante a este país”, puntualiza.
Los gobernantes mexicanos, por sus opiniones, actitudes y respuestas, demuestran que no tienen la concepción de la ciencia que portan los gobernantes de los países desarrollados. Se advierte por los resultados, porque nunca ha habido un apoyo para que realmente haya un desarrollo científico del país. Existen, sí, lugares como la UNAM, el Cinvestav o el Politécnico, y otros donde los rectores o directores generales saben la importancia de la ciencia y hacen su mejor esfuerzo para impulsar su desarrollo, explica.
En la UNAM, recuerda, es muy notable el papel del rector Ignacio Chávez, luego de Guillermo Soberón, quienes le dieron a la ciencia un impulso impresionante, y así han continuado los demás. Pero es un esfuerzo derivado de las vocaciones académicas y científicas de los rectores.
“Y quiero dejarlo claro —acota la doctora Ruiz—: sí hay ciencia en México, sí se hace ciencia y se hace bien, pero es una comunidad científica pequeña que no corresponde al tamaño del país. La producción científica en México, tal como se mide con los indicadores universales, es cerca de 0.7 del conocimiento científico del mundo. Brasil, por ejemplo, produce el doble. Ése es un dato que explica la situación a que me refiero”, dice.
La política universitaria expone datos para fundamentar sus argumentos: México es el país de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) que menos invierte en ciencia y tecnología, apenas 0.05 por ciento del PIB. Esto explica, señala la política universitaria, por qué en México hay un déficit de patentes y nuestro coeficiente en capacidad inventiva es uno de los más bajos del mundo. México tiene un coeficiente de apenas 0.05, mientras que la capacidad de Japón es de 28.84, y en lo que corresponde a la compra de tecnología en el extranjero, México, de 2000 a 2005, pasó de 406.7 millones a 2 mil 93 mil millones de dólares.
Pero hay otros datos más graves: entre 2001 y 2008, el gobierno mexicano otorgó a las empresas privadas estímulos fiscales para ciencia y tecnología por una cantidad de 18 mil 411 millones 857 mil pesos.
Gobierno generoso con las empresas
No es poco dinero, más de 18 mil millones de pesos son una cantidad que no han visto los centros donde se hace investigación en México. ¿Cómo y en qué se invirtieron esos recursos? Medidos los indicadores por sus resultados, estos fueron nimios, señala la doctora Ruiz.
“No sé si se perdieron, porque no tenemos todos los datos, pero puedo decir que no hubo el resultado esperado, porque uno de los indicadores del desarrollo tecnológico son las patentes, otro es la incorporación de los investigadores a las empresas y esos indicadores no se ve que se hayan movido de manera importante. No hay, no hubo un aumento en patentes de mexicanos”. Porque, además, la mayor parte de los recursos de estímulos para la investigación científica la obtuvieron empresas trasnacionales, como Dupont, Hewlett Packard, Chrysler, entre otras. Estas empresas aseguran que no recibieron dinero, “pero no pagaron impuestos, de manera que sí recibieron dinero”, precisa la doctora Ruiz.
Se supo, por ejemplo, que Mexicana de Aviación tuvo el apoyo de 50 millones de pesos para una serie de programas que no tenían nada que ver con el desarrollo científico. Esos programas eran, por ejemplo, mejorar la página web, que puede ser que mejore las ventas, pero no tiene que ver con desarrollo tecnológico. El gobierno, en suma, se ha visto muy generoso con las empresas como nunca se ha visto con la ciencia, asegura.
La prueba de esta política errónea es que el gobierno de Felipe Calderón anuló el Programa de Estímulos Fiscales y el nuevo da el apoyo directo a las empresas. Ahora se da una cantidad de recursos —que la ciencia básica nunca tiene— en tres programas que crea el Conacyt, para darle dinero a las empresas con el fin de que hagan investigación, esto a costa de la ciencia básica, y al mismo al mismo tiempo se redujo el número de becas de jóvenes al extranjero.
Para la doctora Ruiz, el propósito de dar dinero del presupuesto público a las empresas para investigación no es claro. De los 2 mil 500 millones de pesos que se van a dar directamente a empresas, sólo en 700 millones se pone como requisito estricto que haya vinculación con una institución de educación superior. El resto, apunta, es netamente para las empresas, para que ellos contraten a los científicos que quieran, se asocien con quien ellos quieran, pero podrían no asociarse con ninguna institución de investigación.
Lo correcto, menciona, sería que las instituciones, las universidades o los centros Conacyt o los institutos de salud se asociaran con empresas y hubiera desarrollo científico mexicano, como cualquier investigador que, por ejemplo, tenga una patente para hacer una vacuna o para desarrollar una medicina para una enfermedad que nos importe a los mexicanos. Pero la mayor parte de los recursos se dan a las empresas para que ellas hagan lo que quieran, cuando en México la ciencia, las instituciones de educación superior, los institutos de salud son los que verdaderamente hacen investigación.
“Para las empresas beneficiarias de los mil 800 millones de pesos, no es obligatorio que se asocien con nosotros (las instituciones científicas); ellos pueden hacer lo que quieran, asociarse o no, según les convenga. Y lo digo ahora: va a ser otro fracaso y habrá que hacer la evaluación de ello en su momento”, anotó la presidenta de la Academia Mexicana de Ciencias.
Acciones urgentes en la materia
Pero algo habrá que hacer ahora, se le inquiere. Y no quita el dedo del renglón: el presupuesto tendría, al menos, que duplicarse. Dice con seguridad que cualquier institución, si tuviera el doble del presupuesto, sabría utilizarlo muy bien. Esto hablando de la producción científica y la ciencia básica.
Al respecto, la doctora Rosaura hace las precisiones que considera justas: “el gobierno tiene que ampliar su apoyo a la ciencia básica. Reitera que es incorrecto que se den al año 700 millones para ésta y 2 mil 500 para desarrollo tecnológico. O sea, es un absurdo que para lo que estamos haciendo bien, se den aproximadamente 700 millones que son para toda la comunidad científica mexicana que, insisto, ha hecho bien su tarea. Ahora, a la parte tecnológica que estamos aprendiendo, que hay algunos casos de éxito, a esos les dan 2 mil 500 millones de pesos. Esa desproporción no tiene ningún sentido. Me parece ilógico. ¿Qué haría yo? En primer lugar, solamente dar esos recursos para asociación con universidades. Porque además, las universidades sí hacemos desarrollo tecnológico, pero no tenemos esos apoyos, esos recursos tan importantes; es contradictorio. Y luego otro absurdo que da una idea de la falta de política en estos renglones: por el lado de la ciencia básica, si tú tienes un proyecto de desarrollo tecnológico y quieres un recurso, no te lo dan porque no es ciencia básica”, resalta la doctora.
En segundo lugar, hay que descentralizar la ciencia y hacerlo bien, con sentido estratégico, apunta la presidenta de la Academia Mexicana de Ciencias. Éste es un problema que debe superarse: la desigualdad tremenda en los estados. “Hay una concentración del trabajo científico muy alto en la Ciudad de México y luego muy lejos siguen el Estado de México, Nuevo León, Jalisco, Yucatán, pero lejos del DF. Luego algunos estados con desarrollos medianos y otros con nada. Sinaloa, por ejemplo, no tiene un desarrollo científico comparable con su economía. Es un estado rico —comparado con los del sur—, pero no tiene un desarrollo en ciencia correspondiente al nivel que ocupa en la economía”, manifiesta.
Habría que crear más centros de investigación como los que se están desarrollando en Yucatán, Nuevo León y en Tabasco, señala.
En tercer lugar, hay que buscar la manera de que el conocimiento se aplique, que es otro de los grandes problemas. En esto se ha hecho muy poco, todavía menos que en ciencia. En ciencia básica hay un reconocimiento de que esta comunidad es, como cualquier otra del mundo, con menos apoyo y un número menor de participantes, una comunidad reconocida. Pero en cambio en la tecnología hay mucho menor desarrollo. Se tienen que dedicar más recursos en los ámbitos estatal y federal. Se está haciendo en el Estado de México, Nuevo León, Yucatán, Tabasco. En esta última, la AMC y la UNAM firmaron un convenio para crear un instituto multidisciplinario, con temas como los de energía y agua. Cada estado, apunta, debería estar viendo cuáles son sus temas prioritarios, hacer sus institutos y apoyarlos.
Asimismo, la doctora Ruiz considera que, pese a todo, los científicos deben estar más vinculados a las empresas. “Creo que hay una gran falla del país, y además de los académicos, no sólo de las empresas o de los gobiernos. No ha habido esta interacción; no la hemos buscado los científicos porque además tenemos lenguajes y objetivos absolutamente diferentes a los empresarios. No es fácil la comunicación. Creo que ahí hay una falla de los dos lados. En la actualidad, dice, esa es la realidad y tendremos que superarlo.
Por último, destaca la necesidad de que se resuelva la falta de confianza del gobierno en las universidades públicas. “Al menos en cuanto al desarrollo tecnológico. Hay propuestas que se relacionan con este tema del desarrollo tecnológico, que nos cuesta un trabajo tremendo tener recursos. Por ejemplo, un auto de motor de hidrógeno o una lámpara para las luminarias de la calle que también sea de hidrógeno o de energía solar, las cuales podrían perfectamente desarrollar instituciones de investigación de experiencia”, afirma la doctora.
La ciencia: una vieja gorda y fea
A la investigadora y funcionaria de la UNAM, entrevistada a pocas horas de arribar de Santander, en España, de dar un curso sobre filosofía de la ciencia, le irrita recordar el hecho de que la Cámara de Diputados haya reducido el gasto presupuestal en ciencia para 2009. Un absurdo y un error imperdonable, dadas las circunstancias que vive el país, establece la doctora Ruiz.
Más aun, abunda, hubo una reducción. “¿A qué se debe esta actitud?”, se pregunta. Se responde sin detenerse: “se trata de un problema cultural de la sociedad. No hay suficiente cultura científica. Hay un desconocimiento de la ciencia impresionante”.
Cuenta una anécdota. Le preguntan a los alumnos en una escuela: «si la ciencia fuera una mujer, ¿cómo se la imaginarían?». Varios dijeron «como una vieja gorda fea que no me cae nada bien y no me dice nada que me interese». Otra niña dijo: «una señora gorda, que me da miedo, no le entiendo nada y es muy presumida»; otra, «una señora de blanco con los brazos abiertos y que quiere siempre saber más pero que sí es arrogante y presumida».
“O sea, casi todo el grupo dijo que es desagradable, que no entienden ni les gusta y que la sienten como algo lejano. Esta es una muestra, aunque pequeña, de que los niños mexicanos ven a la ciencia como algo difícil, aburrido, lejano, a los científicos como arrogantes, presumidos, y no se les entiende nada. Entonces sí es un problema cultural. Desde que eres niño, en México, de una u otra manera te alejan de la ciencia. Los padres porque piensan en un hijo científico sin trabajo y los maestros no la hacen atractiva e interesante”, comenta.
La doctora Ruiz indica la importancia de incidir en la educación en general y la necesidad que hay de elevar la cultura científica de los niños; pero también de los adultos, para evitar que éstos, si llegan a ser diputados o gobernantes, asuman su importancia y no cometan el error de aprobar un presupuesto que está castigando tanto a la ciencia como ocurrió este año.
En el mismo sentido, dice la doctora Ruiz, es necesario que los medios de comunicación en general revisen sus políticas editoriales que le dan más importancia a los horóscopos que los temas científicos.
“Hoy como nunca, todos tendremos que darle a la ciencia el lugar que se merece. De su desarrollo depende nuestro futuro”, estipula la presidenta de la Academia Mexicana de Ciencias, Rosaura Ruiz.