La Crónica de Hoy
14 de enero de 2009
Ricardo Tapia*
El más notable descubrimiento hecho por los científicos es la ciencia misma. La importancia de este descubrimiento debe ser comparada con la invención de las pinturas rupestres y del lenguaje escrito. Como estas creaciones tempranas de la humanidad, la ciencia es un intento para controlar nuestro medio ambiente, penetrándolo y entendiéndolo desde dentro. Y al igual que estas creaciones, sin duda la ciencia ha dado un paso crítico en el desarrollo humano que ya no puede ser revertido. No podemos concebir una sociedad futura sin la ciencia”.
Estas palabras las escribió en septiembre de 1958 el gran científico y filósofo de la ciencia Jacob Bronowski
—autor, entre muchas otras obras, del extraordinario libro El ascenso del hombre—, y no cabe duda que el progreso en el conocimiento científico en estos últimos 50 años le ha dado la razón. Independientemente de los innumerables beneficios que se han generado gracias a la ciencia —en la salud, la longevidad, los múltiples adelantos tecnológicos, las telecomunicaciones, el transporte, etc.—, la sociedad del siglo XXI será necesariamente la sociedad del conocimiento, entendido como un bien común. Desde le educación primaria y la visión del mundo de los niños, hasta los procesos legislativos y judiciales, la sociedad no puede sostenerse y desarrollarse sanamente sin el concurso del conocimiento que aporta la investigación científica. ¿Cómo se puede educar adecuadamente a los niños y a los adolescentes sin enseñarles no sólo la información, sino, más importante aún, sin estimular y motivar la capacidad de pensar y analizar los temas y las situaciones en términos analíticos y críticos, y no por obediencia y sometimiento a una autoridad? ¿Cómo puede un joven integrarse productivamente a la sociedad si está ajeno al conocimiento que ha generado el progreso de la humanidad, en un mundo globalizado en el que cada día aprendemos más sobre nuestro planeta y sobre la naturaleza biológica de la especie humana? ¿Cómo puede un legislador opinar y legislar sobre la reproducción asistida humana, la genética, la eutanasia, el suicidio asistido, el aborto, los cuidados paliativos, el manejo de las fuentes de energía, el medio ambiente, el cambio climático, el trato a los enfermos infectados, el trasplante de órganos, la identificación por medio del análisis del ADN, las drogas y la adicción, si no conoce ni lo más elemental de los mecanismos biológicos y físicos que determinan tal o cual comportamiento?
Por eso es que provocan gran desconcierto y rechazo entre los científicos los argumentos pseudocientíficos, que sólo sirven para disfrazar creencias religiosas, basadas en la autoridad de los líderes religiosos (en México, fundamentalmente la Iglesia católica y por supuesto el Vaticano). Este es el tipo de argumentos que en los últimos años muchos legisladores, particularmente del PAN, usan para proponer leyes prohibitivas de cuanto asunto les parece peligroso o atentatorio contra sus creencias. Esto quedó de manifiesto muy claramente en el último año en el caso de la ley que despenaliza el aborto en el Distrito Federal, como he expuesto recientemente en estas mismas páginas (La Crónica, 10 y 17 de septiembre de 2008). Pero lo que me parece muy grave es que, lejos de aceptar las razones que llevaron a la Suprema Corte de Justicia de la Nación a dictaminar que tal despenalización es constitucional, tal parece que la Iglesia y los legisladores panistas se han propuesto evitar que esta ley sea promulgada en otros estados de la República, y además insisten en prohibir la investigación científica con células embrionarias humanas. ¿Por qué afirmo esto? Por las dos recientes iniciativas de ley propuestas por legisladores panistas. La primera se refiere nada menos que a modificar el artículo primero de la Constitución, al cual se quiere agregar la frase “desde el momento de su concepción”, para que quede: “En los Estados Unidos Mexicanos todo individuo, desde el momento de su concepción, gozará de las garantías que otorga esta Constitución, las cuales no podrán restringirse ni suspenderse sino en los casos y en las condiciones que ella misma establece”.
La segunda iniciativa, también del PAN, propone modificar la Ley General de Salud para prohibir “cualquier tipo y forma de clonación humana”, incluyendo la clonación terapéutica, cuyo fin no es generar un organismo humano sino usar las células troncales embrionarias humanas para investigación, con objeto de tratar numerosas enfermedades degenerativas hasta ahora incurables. Curiosamente, como lo reconoce la diputada proponente, esta propuesta es prácticamente idéntica a otra, propuesta por diputados panistas en julio de 2004, inclusive con el mismo texto de “Exposición de motivos”, la cual afortunadamente no fue aprobada. Es decir, la diputada ni siquiera se preocupó por actualizar la exposición, a pesar de que en ella se mencionan legislaciones de otros países que en estos cuatro años han cambiado considerablemente.
En ambas propuestas se utilizan argumentos pseudocientíficos, curiosamente muy parecidos a los que el PAN y la Iglesia expusieron para que no se aprobara la despenalización del aborto. El argumento central es que el óvulo fecundado tiene vida humana y es ya un individuo con todos los derechos de una persona. Como evidencia de que estas propuestas panistas están basadas en los dictados del Vaticano, véase el documento promulgado el 12 de diciembre de 2008, aprobado expresamente por el Papa Benedicto XVI titulado Sintesi dell’ istruzione “Dignitas personae” su alcuna questioni de bioetica a cura della congregazione per la doctrina della fede. En la primera parte de este documento, publicado en 7 idiomas (italiano, francés, inglés, alemán, español, portugués y polaco, que puede verse en http://212.77.1.245/news_services/bulletin/news/23039.php?index=23039&lang=en#SINTESI%20IN%20LINGUA%20INGLESE), se establece un “principio fundamental” que dice, a la letra: “El ser humano debe ser respetado y tratado como persona desde el instante de su concepción y, por eso, a partir de ese mismo momento se le deben reconocer los derechos de la persona, principalmente el derecho inviolable de todo ser humano inocente a la vida”. Este y otros argumentos fueron repetidamente rebatidos en varios foros y seminarios, organizados y/o impartidos por la Academia Mexicana de Ciencias, el Foro Consultivo Científico y Tecnológico (FCCyT) y el Colegio de Bioética, A.C., tres de ellos realizados ante las Comisiones de Ciencia y Tecnología y de Salud de las Cámaras de Diputados y de Senadores, así como ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación, y las presentaciones fueron publicadas en varias revistas y en internet. Además el FCCyT, conjuntamente con la Comisión de Ciencia y Tecnología de la LIX de la Cámara de Diputados, publicó las memorias en extenso de uno de estos seminarios, en noviembre de 2006.
Por todo lo anterior, concluyo que los legisladores panistas, con estas dos iniciativas, lo que pretenden es: 1) atacar la despenalización del aborto en el Distrito Federal avalada recientemente por la Suprema Corte de Justicia de la Nación; 2) impedir que esta despenalización se extienda a otros estados de la República; y 3) prohibir la investigación con células troncales humanas con fines terapéuticos y quizá hasta la fertilización in vitro y otros métodos de reproducción asistida. Esto es inaceptable en un país laico como México, por lo que los legisladores deberían consultar, como lo hicieron los diputados de la anterior legislatura, con la Academia Mexicana de Ciencias, el Consejo Consultivo de Ciencias y otras sociedades académicas y científicas, antes de aprobar propuestas de ley que sin duda atentan contra la laicidad, lesionan la autonomía personal y limitan arbitrariamente la libertad de investigación.
*Miembro del Consejo Consultivo de Ciencias de la Presidencia de la República (CCC)
*Investigador Emérito, Instituto de Fisiología Celular, UNAM
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