El Centro
18 de junio de 2007
Thelma Gómez Durán
LA CIENCIA mexicana también tiene un rostro femenino. En una actividad en la que predominan los hombres, las mujeres se han ganado un espacio importante porque han sido pioneras en áreas como la biología o la astronomía, pero también porque han contribuido a forjar varias generaciones de científicos.
El quinto volumen de la serie Biografías de personajes ilustres que se presentará mañana martes, es precisamente una mirada al rostro femenino de la ciencia.
Helia Bravo Hollis, María Elena Caso, Luz María del Castillo, María Victoria de la Cruz, Barbro Dahgren, JohannaFaulhaber, EIsa Cecilia Frost, Beatriz de la Fuente, Graciela Hierro, Florencia Mí¼Iler, Zelia Nuttall, Graciela Salicrup, Berta Ulloa y Maria del Carmen Velásquez son las científicas cuya vida y obra se presentan en este libro editado por la Academia Mexicana de Ciencias, el Consejo Consultivo de Ciencias y el Conacyt.
Las biografías fueron escritas por investigadores mexicanos, quienes muestran por qué las mujeres elegidas son calificadas como «emprendedoras y valientes», sobre todo porque la mayoría de ellas enfrentó con inteligencia y tesón la discriminación e inequidad presente también en el mundo de la ciencia.
Incluso, muchas de ellas abrieron caminos que no habían sido antes explorados en México. Por ejemplo, Helia Bravo Hollis (1901-2001) fue la primera bióloga mexicana, gran especialista en cactus mexicanos, autora de una de las obras fundamentales en la botánica mexicana: Las cactáceas de México, que editó la UNAM en 1937. Fundadora de la Sociedad Mexicana de Cactología, asociación que comenzó con 40 miembros y hoy tiene a más de 400. Helia Bravo influyó en muchos jóvenes para que se dedicaran ala botánica.
Así como los cactus recibieron la atención de una mujer, las estrellas de mar también fueron vistas desde la óptica femenina. Fue María Elena Caso (1915-1991), hija de Antonio Caso, quien con su tesis Contribución al conocimiento de los astéridos de México marcó el inicio de una nueva época en el estudio de las estrellas de mar.
En una época en la que era común que las mujeres sólo cursaran la primaria -en los casos en los que podían ir a la escuela-, Luz María del Castillo Fregoso (1926-1990) se doctoró en Bioquímica y, hasta ahora, es considerada como una de las investigadoras mexicanas más connotadas en el mundo, por sus estudios en el campo de las enzimas.
Otras científicas también han hecho de las palabras su laboratorio, como EIsa Cecilia Frost (1928-2005), quien fue la cuarta mujer en convertirse en miembro de número de la Academia Mexicana de la Lengua, selecto club masculino -como dice Patricia Escandón- que desde 1875 congrega a los guardianes nacionales del idioma.
En el libro también se habla de Beatriz de la Fuente (1929-2005), quien dejó la medicina para dedicarse a la historia del arte -en especial del prehispánico- y del feminismo incansable de la doctora Graciela Hierro (19282003), así como de las aportaciones de otras investigadoras, quienes, además de marcar el mundo de la ciencia mexicana, dejaron un sendero abierto para las siguientes generaciones de mujeres que tienen una seducción especial por el conocimiento.