La Jornada
19 de enero de 2012
Jorge Eduardo Navarrete
Participo hoy en la Reunión General de la Academia Mexicana de Ciencias, Ciencia y Humanismo 2012, invitado a disertar sobre los aspectos sociopolíticos de la transición energética. Señalo que, en la actualidad, coexisten dos visiones de ella: la tradicional, propulsada por la evolución tecnológica de los sistemas energéticos, considera a los factores ambientales, en especial los conectados con el calentamiento global, como su principal restricción. La alternativa obedece en primer término al imperativo ambiental y enfrenta restricciones económicas, como mayores costos unitarios de generación; técnicas, como el insuficiente desarrollo y difusión de las mejores tecnologías y, sobre todo, sociales, políticas y culturales. Discuto con detalle estas últimas, para plantear si en realidad ya se ha iniciado la transición hacia la energía verde.
Geopolítica y demanda. Los análisis de prospectiva coinciden en señalar una marcada concentración de la demanda adicional de energía: dos naciones, China e India, absorberán casi la mitad (30 y 16 por ciento) de esa demanda hasta 2035, de acuerdo con la Agencia Internacional de Energía. Es también muy impresionante el crecimiento esperado de sus importaciones de crudo. Sobre todo el de China, cuyas importaciones netas rebasarán a las de Estados Unidos alrededor de 2020 y en 2035 se acercarán a los 13 millones de barriles diarios (mbd); las de India, que en 2035 serán de casi 7 mbd, también superarán en ese año a las de Estados Unidos, proyectadas ligeramente por encima de los 6 mbd. Un traslado tan drástico del uso de los recursos mundiales de hidrocarburos dará lugar a severas tensiones políticas internacionales. El factor que podría evitarlas –una gran expansión de la oferta– no parece asequible.
Hay también insuficiencias institucionales para manejar a los actores que están ganando peso a gran velocidad. China e India, del lado de los importadores, y Rusia, entre los exportadores, no forman parte de la OPEP o de la AIE. Impulsados por la actual crisis, más prolongada y severa de lo que suele suponerse, pueden surgir nuevos arreglos institucionales en el sector de la energía, que atiendan también a las secuelas ambientales de los nuevos patrones de distribución geopolítica de la producción, comercio y consumo de hidrocarburos y otras formas de energía primaria.
Resistencias ante las nuevas energías. A pesar de que el aumento de su participación en el balance global de energía será muy moderado, como señalan prácticamente todos los estudios de prospectiva, se manifiestan muy diversas resistencias al desarrollo y utilización de las nuevas energías. Es común, por ejemplo, que se acuda a los argumentos de mercado para señalar que el impulso a energías no convencionales y, por lo general, menos emisoras de carbono y otros contaminantes, representa un uso subóptimo de recursos financieros escasos. Suele señalarse que es muy difícil y será necesario mucho tiempo y recursos para que esas energías resulten comercialmente competitivas. Es una argumentación circular: las energías renovables no son competitivas por insuficiencias tecnológicas cuya superación reclama recursos que los inversionistas privados no están dispuestos a comprometer, al tiempo que se considera subóptima la inversión de fondos públicos en el desarrollo de las tecnologías que las tornarían competitivas. Como muestra el caso de la firma Solyndra, en Estados Unidos, ampliamente comentado a lo largo de 2011, a menudo se echa mano de una experiencia negativa aislada para censurar el conjunto de una política de fomento de la innovación en busca de la competitividad en el mercado.
Con mucha frecuencia se encuentran nuevos ejemplos de las presiones ejercidas por los grupos de interés asociados a las energías convencionales, que han hecho del cabildeo uno de sus instrumentos más socorridos y efectivos. El correspondiente a la última semana de diciembre lo encontré en la edición electrónica del Financial Times (31/12/11). Alude a “la decisión de una corte de apelaciones estadunidense que ordena a la Agencia de Protección Ambiental diferir la implementación de nuevas regulaciones destinadas a limitar la contaminación atmosférica [por emisiones de bióxido de azufre y óxido de nitrógeno], que debían entrar en vigor el 1º de enero, en respaldo de la posición de las empresas eléctricas opuestas a las regulaciones”. Este y muchos otros ejemplos muestran que las empresas prefieren por lo general moverse en un escenario que ignore al ambiente, aunque muchas de ellas dediquen importantes recursos a investigar, construir y divulgar escenarios alternativos y tengan al verde como color favorito de su publicidad.
Oposición a la generación nucleoeléctrica. La AIE considera que la nucleoelectricidad deberá jugar un papel importante en la transición energética y que el efecto del accidente de Fukushima simplemente frenará por algún tiempo los planes de expansión anunciados con anterioridad. Me parece que subestima las resistencias que ahora se manifiestan al empleo de la energía nuclear. Más allá de las decisiones de Alemania (que adelantó de 2034 a 2020 la fecha de eliminación de esta fuente de energía) y Suiza (que instauró una moratoria a la construcción de nuevas plantas), se gesta un movimiento político de gran amplitud contrario a la expansión e incluso al funcionamiento de la capacidad instalada. En su reunión de 2011, celebrada en Atenas, la Internacional Socialista adoptó una resolución, titulada Las lecciones de Fukushima y el porvenir de la energía nuclear, que sostiene que “la energía nuclear no representa una solución de mediano y largo plazo, por cuanto tiene los problemas de los residuos, la seguridad para la vida humana y los riesgos ambientales”. El 15 de enero concluyó, en Yokohama, la Conferencia Global por un Mundo Libre de Energía Nuclear, cuya declaración, adoptada por delegados de una treintena de países, sostiene ese objetivo. Se trata de una movilización en ascenso de la sociedad civil en muchas regiones del mundo.
Por otro lado, algunos países han anunciado que llevarán adelante sus programas nucleares tal y como están diseñados, como declaró el Reino Unido, o tras un proceso de revisión de seguridad, China, que tiene el más ambicioso (27 plantas en construcción y 51 más programadas). Además, se ha iniciado en Finlandia y Francia la construcción de reactores de tercera generación, con nuevas características de seguridad.
Un posible balance de estas fuerzas contrapuestas se encuentra en una nota reciente, también del Financial Times: “El impulso a las fuentes de energía limpia no nuclear continuará manifestándose, pero probablemente se requieran nuevos grandes avances tecnológicos antes de que la energía nuclear quede relegada a los libros de historia”.