TV Azteca
23 de diciembre de 2005
Información de Agustín Rodríguez (FIA)
Alberga a Academia Mexicana de Ciencias
Construida con recursos públicos
Mucho se habló del llamado «Partenón del Ajusco» de Arturo Durazo Moreno, jefe de la policía capitalina en el sexenio de José López Portillo de 1976 a 1982.
Noticieros, películas y hasta libros escritos por el que fuera su principal colaborador, José González, denunciaron este monumento a la corrupción y al abuso de poder.
Hoy, unas impresionantes rejas de 7 metros de altura dividen a esta construcción del resto del mundo; se ubica en el kilómetro 23 y medio de la carretera libre a Cuernavaca.
En ningún documento oficial aparece su costo de construcción, pero según versiones periodísticas de la época, osciló entre 100 millones de pesos y 6 millones de dólares de aquel 1982.
Dinero que salió del presupuesto de la Dirección General de Policía y Tránsito capitalina y de un supuesto fondo para policías jubilados, que nunca nadie llegó a ver.
Eso sin contar con que, entre quienes la construyeron, se encontraban policías que bajo órdenes superiores tuvieron que cambiar sus patrullas y cruceros por cucharas de construcción y ladrillos.
La casa contaba con 11 hectáreas de extensión, en donde se albergaban una mansión completamente equipada, un hipódromo, galgódromo, caballerizas, helipuerto, lagos y hasta una discoteca, copia fiel del famoso «Studio 54» de Nueva York.
Pero en 1982 llegó la llamada «renovación moral» del presidente Miguel de la Madrid y con ella Arturo Durazo se convirtió en el chivo expiatorio del sexenio anterior, por lo que tuvo que salir huyendo del país, acusado de acopio de armas, evasión fiscal y homicidio múltiple.
Un año después, en 1984, fue detenido en Costa Rica y sus propiedades le fueron decomisadas. Desde entonces la mansión del Ajusco fue administrada por la Delegación Tlalpan, que en un principio pretendió convertirla en un museo contra la corrupción, después se pretendió erigir en una casa de la cultura, en escuela de policías y hasta en preparatoria, sin éxito.
Por fin, en abril del 2001, quedó a cargo de la Academia Mexicana de Ciencias, asociación civil independiente que agrupa a 1716 científicos e investigadores.
Hoy se albergan ahí ocho oficinas, cuatro privados y 20 cubículos de trabajo, lo que demuestra que, a final de cuentas, nadie sabe para quién trabaja.
Información de Agustín Rodríguez
México, DF, 23 de diciembre de 2005 (FIA).