Evolución

El Universal
23 de febrero de 2009
Rosaura Ruiz

Disfraz creacionista en las aulas

Los creacionistas centran su discurso en atacar a la evolución, más que en presentar evidencias que apoyen sus argumentos

Los creacionistas continúan manifestándose en contra de la enseñanza de la evolución y van desarrollando estrategias para sortear los distintos obstáculos a los que se enfrentan al intentar entrar en las aulas.

Su más reciente injerencia en la enseñanza consiste en renombrar al creacionismo “diseño inteligente” y presentarlo como una teoría científica equivalente al evolucionismo o como una explicación alternativa. En una tergiversada idea de la libertad de cátedra, argumentan que son los profesores o las autoridades escolares quienes deben decidir si se enseña creacionismo, evolución o ambos. Cabe resaltar que la libertad de cátedra alude a las formas y estrategias de enseñar los contenidos definidos por las instituciones educativas, no en que cada profesor decida personalmente lo que ha de enseñar.

Dada la separación en varios países del Estado y la Iglesia y la laicidad de la educación como consecuencia, los defensores del “diseño inteligente” sostienen que éste no es creacionismo ni está emparentado con la religión, aunque basta una mirada cuidadosa para ver que es una versión actualizada de la misma historia.

Buscan minar la enseñanza de evolución, señalando que “es muy formativo enseñar que en la ciencia existen controversias”, “la evolución es sólo una teoría”, “es imperativo promover el análisis crítico entre los estudiantes y que sean ellos quienes elijan la teoría en la que quieren creer”, sin considerar que los sistemas de creencias religiosos y los científicos se rigen por objetivos, principios, criterios y valores diametralmente distintos.

La inserción institucional del creacionismo en cualquiera de sus facetas ha fallado una y otra vez en las aulas, pues es imposible dotarlo de credibilidad científica tal como lo pretenden sus defensores. Los creacionistas centran su discurso en atacar a la evolución, más que en presentar evidencias que respalden sus propios argumentos porque, dicho sea de paso, no existen, se basan en dogmas de fe. El ataque a la evolución es siempre el mismo: es peligrosa para la sociedad, la moral y la religión.

Es necesario propugnar por una enseñanza de la evolución desde el punto de vista científico, es decir, impedir que se le presente como “una teoría” en el sentido coloquial del término y presentarla como lo que es: un hecho respaldado por evidencias contundentes cuya veracidad es irrefutable. Promover que los académicos e investigadores vayan ganando foros y espacios para hablar de evolución. En otras palabras, es necesario emprender una batalla en aras de que el pensamiento evolucionista se convierta en uno de los pilares que estructuren y sostengan nuestra sociedad.

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