Autovive
9 de febrero de 2010
Juan José Morales
Como en el medioevo: científicos a la cárcel
Nadie pensaría que la ilustración que acompaña a este artículo es un ser humano. Es lo que en embriología se conoce como mórula, un embrión humano tres días después de haber ocurrido la fecundación del óvulo por el espermatozoide. Como puede verse, no tiene ninguna estructura definida, ni siquiera esbozos de órganos, miembros o sistema nevioso. Es sólo una masa amorfa de células madre o troncales, que posteriormente, a través de un largo proceso de diferenciación, irán dando origen a las diferentes partes del individuo.
Pues bien, según la Iglesia, una mórula es un ser humano hecho y derecho. Ese no es un hecho científico sino una afirmación religiosa, tan válida como la de que el mundo fue creado en siete días, o que el hombre fue hecho de barro y la mujer de una costilla del hombre. Quien quiera creerlo, es libre de hacerlo, y quien no, pues no. Sin embargo, gracias a legisladores del PRI, el PAN y sus satélites PVEM y Panal, esa aseveración religiosa ha sido incorporada a la Constitución de diversos estados y por tanto convertida en verdad legal, de aceptación obligatoria, con todas las terribles consecuencias que ello implica para quienes se nieguen a aceptarla. Por ejemplo, que se pueda encarcelar, acusado de homicidio, a un científico que utilice células madre para intentar curar enfermedades o regenerar órganos dañados.
Esa posibilidad es tan real y concreta que ya ha atemorizado a algunos directivos de centros de investigación, los cuales optaron por interrumpir investigaciones en ese campo. Tal es el caso, informa la Academia Mexicana de Ciencias, del Centro Universitario de Los Lagos, de la Universidad de Guadalajara. Según declaró su director, el Dr. Roberto Castelán, en esa institución ya se suspendieron dos proyectos de investigación con células madre troncales con los cuales se intentaba crear nuevos medios para tratar la enfermedad de Alzheimer y el cáncer cerebral. Se detuvieron, dijo, “para evitar meterse en problemas debido a la nueva ley”.
Increíble, pero cierto. Una vez más, en pleno siglo XXI, en la que se supone es una nación laica donde hay libertad de investigación científica, la Iglesia puede todavía detener el avance de la ciencia mediante la aplicación de leyes francamente medievales. Y me pregunto cuántos otros rectores y directores de establecimientos científicos son tan timoratos como el Dr. Castelán y prefieren plegarse a los dictados clericales “para no meterse en problemas”.
Usar la cuestión del aborto como pretexto para detener la investigación con células madre, es totalmente inaceptable, como señala el eminente científico mexicano Alejandro Madrigal, director científico del Instituto de Investigación Anthony Nolan y profesor titular de la Cátedra de Hematología de la Universidad de Londres. Máxime cuando su resultado es frustrar trabajos que pueden beneficiar a cientos de millones de personas víctimas de enfermedades —algunas muy extendidas— como la diabetes, el Alzheimer, el Parkinson, la esclerosis lateral amiotrófica, la esclerosis múltiple, la insuficiencia coronaria o el mal de Huntington. Esos y muchos otros padecimientos podrían aliviarse o curarse mediante órganos o tejidos generados a partir de células troncales. Pero para desarrollar los métodos que permitan hacer tal cosa, es indispensable trabajar con material tomado de embriones humanos fecundados in vitro, o sea en el tubo de ensayo, como los que se desechan en las clínicas de fertilidad asistida. Sin embargo, de acuerdo con las nuevas y retrógradas leyes que alegre e irresponsablemente están aprobando los diputados panistas y priístas, esos pequeños aglomerados de células son individuos con pleno derecho y por tanto quien los dañe o destruya estará cometiendo un delito, incluso homicidio. Así se daría la curiosa situación de que un científico vaya a dar a la cárcel por tratar de encontrar nuevos medios de aliviar el dolor y el sufrimiento humanos.
Si esto le parece a usted totalmente ilógico, irracional, absurdo, estúpido o rayano con la imbecilidad, no se equivoca. Efectivamente lo es.