La Crónica de Hoy
5 de marzo de 2012
Isaac Torres Cruz
Academia
La doctora Esperanza Tuñón Pablos llevó a cabo toda su formación en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, donde se especializó en el tema de género.
Sus investigaciones en la década de los ochenta transcurrían cuando la temática era nueva y pionera en el ámbito académico. Entonces, relata, dominaba el rescate de experiencias femeninas cuyo protagonismo permitiera legitimar su papel en la historia.
Reivindicar y reconocer la presencia de las mujeres desde diferentes nichos la llevaría a realizar investigaciones en Villahermosa y desde El Colegio de la Frontera Sur (Ecosur), que ahora dirige.
Además de los estudios de género, la académica se involucró en temas de sexualidad y salud reproductiva, así como migración, política social y participación social y comunitaria, muchos de los cuales guardan una relación estrecha con su primera línea de investigación.
Una vez en el sureste, se acercaría a entender problemáticas regionales y conocer procesos de empoderamiento de las mujeres a partir de experiencias de procesos productivos en el campo. Pero, a su vez, conocería las dificultades que tienen para destacar y ganarse un lugar en la vida comunitaria.
A lo largo de su experiencia, la científica social explica que el tema de equidad de género ha ganado visibilidad y se han generado leyes que, en alguna medida, protegen la vida y trabajo de las mujeres. No obstante, añade, los rezagos siguen vigentes.
“Para que las mujeres puedan efectivamente prepararse e incursionar en el mercado laboral, tengan una injerencia real en el ámbito político y representación popular y lograr mayor empoderamiento, falta aún camino por recorrer”.
MUJERES DE LA CASA. En entrevista, la también presidenta de la Academia Mexicana de Ciencias región Sureste, acota que en términos culturales también se ha avanzado en algunos aspectos, en ciertas zonas del país, pero los problemas de violencia, discriminación y falta de equidad, en lo sustantivo, se mantienen. “El patriarcado tiene todavía una fuerte presencia en nuestro país”.
¿Cómo han incidido los programas nacionales e internacionales en los últimos años para lograr el empoderamiento de las mujeres que señala?
A nivel internacional ha habido gran cantidad de políticas y apoyos, así como programas de gobierno para lograrlo. El problema es que cuando analizamos la situación real, a nivel regional y comunitario, la gran dificultad es traducirlas y operarlas a ese nivel: de la familia, barrio o pequeños núcleos.
Y es que, enfatiza, aunque haya grandes políticas que marcan el papel femenino como clave e igualitario, operarlas en la vida cotidiana no es tan fácil porque el gradiente cultural, en algunos casos ancestral, sigue predominando.
“Todavía hoy, aunque haya leyes a niveles internacionales y nacionales, no es sencillo operar la política pública en concreto. Ahí es donde se atora y enfrentamos la resistencia de poder a nivel comunitario, así como usos y costumbres. Es algo que las mujeres de carne y hueso tienen que enfrentar todos los días”.
No obstante, desde dónde se logrará un cambio sustancial. Desde las mismas mujeres, afirma, al menos esa es la experiencia que sus investigaciones han arrojado a nivel comunitario y rural. Se trata de la construcción de redes de mujeres que se apoyan en determinadas circunstancias.
Para que programas de desarrollo económico tengan repercusión en sus integrantes, explica la investigadora, es clave que las mismas mujeres logren generar espacios de apoyo para atender a los hijos y auxiliarse en las tareas domésticas.
“En la medida que proyectos han generado de manera paralela esos procesos de redes de solidaridad y empoderamiento mutuo entre mujeres la actividad económica a la que se dediquen arroja mejores resultados”.
Un estudio interesante, realizado en una comunidad de Tabasco, es un buen ejemplo, afirma.
Se trata de trabajadoras despuntadoras de jaiba, que de Tabasco migran legalmente a EU durante ocho meses al año, para lo cual dejan encargado su entorno familiar a otras mujeres. Al volver, no ven tan alterada su vida familiar, dice.
“Los varones son los desempleados, por lo que hay un cambio de roles total y son ellas quienes envían las remesas. Hay un trastocamiento de posiciones donde los hombres dejan de ser proveedores, pero eso no les hace moverse de su lugar de privilegio dentro de la familia: es la red femenina la encargada de las labores en casa”.
De acuerdo con Tuñón Pablos, el mero hecho de que tengan empleo no garantiza que la dinámica familiar cambie y los roles de género al interior de las familias se alteren. “Es algo que llevará muchos años más”.
Si bien este es un ejemplo en la vida rural, este “trastocamiento” en el hombre tampoco lo hace reflexionar en el ámbito urbano. En las ciudades tampoco abandona esa posición de poder.
Encontramos que las mujeres van avanzando y consiguiendo desempeñarse y desarrollarse en otros ámbitos, pero finalmente en el ámbito privado, los cambios son muy lentos. Lo mismo sucede, sin duda, y en otro contexto, en la vida urbana. Aunque haya más oportunidades, tampoco se altera la dinámica familiar, la forma en que se educa a los hijos. Tampoco cambia el que la predominancia en el trabajo de las mujeres esté en la casa, y si ganan dinero es una ayuda para los varones, aunque ellas tengan el ingreso principal. Superar y modificar estas normas hegemónicas de género tardarán, no obstante que ha habido avances.
Para la investigadora esta es una relación desigual de poder que el hombre no dejará de manera sencilla, en tanto las mujeres tendrán que demostrar cada día que pueden con la casa, trabajo y todo, como condición social.