El Imco, las mujeres y un planeta plano

Exonline
3 de agosto de 2009
Cecilia Soto

Una mina de talento, originalidad y compromiso con el país se desperdicia porque en la toma de decisiones prevalecen las cúpulas masculinas.

Hace unos días, el Instituto Mexicano para la Competitividad (Imco) celebró cinco años de labores. Por la manera tan cuidadosa en que fueron preparados el aniversario y la ceremonia correspondiente, pudieron apreciarse la gran importancia que se le da a la iniciativa para fundar el Instituto, así como el hecho de que comparte en forma íntima los errores que denuncia como trabas para el desarrollo de México.

El Imco preparó un video sobre los temas relevantes a la competitividad y entrevistó a los “40 mexicanos más inteligentes” y, cuando los nombró como “mexicanos”, en verdad se refería a individuos del sexo masculino, porque entre los 40 sólo encontró a cuatro mujeres, una de ellas presente en la lista gracias a un reciente puesto público. Las otras tres, entre ellas, Rossana Fuentes Berain, con méritos más que probados. Es decir, el Imco considera que, entre las personas que pueden opinar con inteligencia sobre temas de competitividad, sólo cuatro mujeres, un magro 10%, los domina. Por supuesto que en los diversos temas tratados se incluyó una sección sobre equidad de género, porque ello ya se ha vuelto políticamente correcto y de labios para afuera se reconoce la importancia teórica que tiene la participación femenina. Pero sólo de labios para afuera: una mina de talento, energía, originalidad y compromiso con el país se desperdicia porque en la toma de decisiones prevalecen las cúpulas masculinas que, en forma refleja, sin maldad, sin intención explícitamente discriminatoria, simplemente por la costumbre centenaria de ignorar a las mujeres, impide que éstas enriquezcan y contribuyan en forma decisiva al progreso de México.

El Imco, como muchos otros organismos, padece lo que en educación se conoce como “superposición de creencias”. Un buen ejemplo es lo que sucede con los niños con respecto a la redondez de la Tierra. La experiencia práctica de ellos (y de la mayoría de nosotros) corresponde, en el día a día, a la vivencia sobre una superficie plana. Cuando al educando se le presenta la evidencia de que nuestro planeta es redondo, superpone a la experiencia que ha internalizado de habitar un planeta plano, la conciencia meramente teórica de la redondez de la Tierra. En su mente, a la imagen redonda del planeta, superpone la misma superficie plana por la que se desplaza, pero ahora levemente curvada. De ahí que no pueda comprender cómo los habitantes de China “no se caen” y que agradezca vivir de este lado, “que está para arriba” de la pelota que nos traslada por el sistema solar.

Del mismo modo, las cúpulas empresariales, gubernamentales, profesionales y, en menor medida, las académicas, recitan el credo de la equidad de género, se dan sentidos golpes de pecho al tiempo que fortalecen el famoso techo de cristal que impide el ascenso de las mujeres, hasta proporcionarle la dureza del acero. Para comprobar esto, veamos la estructura del Imco:

Su Consejo Directivo está compuesto por 22 personas, 21 de ellos hombres y una mujer, la doctora Felicia Knaul. Otras dos subdivisiones especializadas de su Consejo Directivo, el Comité de Estrategia y Políticas Institucionales y el de Finanzas y Administración, exhibe la misma ceguera de género, porque parte de la cifra mencionada: 21 hombres y una mujer. La composición de su staff profesional pareciera menos discriminatoria: de 16 integrantes, un tercio son mujeres. Sin embargo, basta aplicar la lupa para ver que la situación no es radicalmente distinta de la de su Consejo. En los siete primeros puestos de decisión, es decir, director ejecutivo, director adjunto y directores, los siete son… hombres. De las seis mujeres, dos tienen los puestos clásicamente femeninos: administración y promoción. Dos son consultoras, dos investigadoras y, una, analista.

Aquí van los nombres de algunas mujeres que están entre los activos más valiosos de México y cuyas voces debimos haber escuchado en la celebración del Imco. La doctora Rosaura Ruiz, presidenta de la Academia Mexicana de Ciencias; Blanca Treviño, presidenta de Softtek; Cristina Covalín, diseñadora y exitosa empresaria; Consuelo Sáizar Guerrero, actual directora del Conaculta; Sandra Fuentes Berain, embajadora en Holanda y una promotora de inversiones inigualable; Alicia Bárcenas, secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina, CEPAL; Gabriela Zapata Álvarez, premiada experta en microfinanzas; María Asunción Aramburuzabala, quien no se conformó con un papel pasivo de heredera y hoy es la empresaria más importante de México; Nicole Reich, presidenta y directora de Scotiabank; Cintia Angulo, presidenta de Alstom; Ana María Olabuenaga, presidenta de Olabuenaga Chemistri; Marinela Servitje, artífice del triunfo y la diseminación de los museos interactivos de ciencias; Alicia Reygadas y Mariana Paz Amor, motores de la Galería de Arte Mexicano. Hay muchas más, pero se acaba el espacio. Cuando se trata de equidad de género no es una doctrina, sino una práctica sin la cual se comete el mayor desperdicio de talentos.

ceciliasotog@gmail.com


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